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Las dos caras de los viajes de Cristina Kirchner
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por Emilio J. Cárdenas (Perfil)
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Pagados con los impuestos de los contribuyentes argentinos, los paseos internacionales de la primera dama son un fiasco en términos de relaciones externas y un intento propagandístico con muy poco eco nuestro país.
En una campaña electoral que ha sido –hasta ahora– anómala, la candidata que goza del apoyo oficial, esto es, la esposa del presidente Néstor Kirchner y nuestra primera dama, se dedicó de lleno –durante varias semanas– a recorrer el mundo para evitar –presumiblemente– el desgaste que su presencia en la Argentina le podría provocar. Con sus viajes, pagados por todos nosotros, la senadora por la provincia de Buenos Aires trató de construir una imagen falsa: la de una conocedora del escenario internacional.
El viaje a Nueva York (en un Jumbo alquilado al efecto para evitar que, de otro modo, los acreedores –aún impagos– de la Argentina embargaran el avión presidencial) resultó un fiasco. Los medios periodísticos más importantes de esa ciudad ignoraron, por completo, los distintos eventos por ella cuidadosamente organizados, de los que –también cuidadosamente– excluyó a la prensa argentina, “para evitar problemas”.
Esto de la transparencia republicana es para otros; para la “gilada”, tal vez. No para Cristina. Lo cierto es que desde las columnas de The Wall Street Journal, el día mismo de su llegada a Nueva York, le dedicaron una descripción devastadora, que los medios argentinos (siempre cuidadosos, en esto) ignoraron. Con la única excepción de La Nación, que reprodujo íntegramente el artículo, aunque tarde, o sea una semana después. Cuando lo sucedido ya no era noticia y los amplificadores –que apuntan siempre sólo hacia el Río de la Plata– habían funcionado “a full”.
Hillary Clinton, como habíamos anticipado reiteradamente, no la recibió. No la quiso, ni cerca. Porque la foto que empeñosamente buscaban los segundones de Cristina hubiera sido quizás buena para la primera dama argentina, pero claramente mala para Hillary, desde que en los Estados Unidos tienen claro que la esposa del presidente Kirchner está “demasiado a la izquierda” y, todavía peor, es amiga íntima de Hugo Chávez. Y allá esto no ayuda. Ni se perdona.
Los Kirchner disimularon hábilmente lo sucedido con una cita consuelo con el ex presidente Bill Clinton, el hombre que ordenó económicamente a su país, pero sufrió las consecuencias de “complicaciones” graves bastante conocidas, que llevaron finalmente a los republicanos a la Casa Blanca, quienes –con torpeza– desordenaron la economía de los Estados Unidos.
Lo de Brasil fue para Cristina (y todos nosotros) otro desastre, como podía anticiparse. Para peor, el viaje resultó un desastre turbulento, lo que no ayudará en el futuro.
A Chile, la primera dama ni llegó a ir. En rigor, la mera idea de viajar al país trasandino era, de movida, bastante absurda. Los chilenos saben bien lo que el marido de Cristina les hizo (y dijo) cuando decidió cortar –por largos períodos de tiempo– las entregas de gas comprometidas. Y no les gusta nada lo sucedido, que debieron sufrir. Y, menos aún, la forma arrogante utilizada, de corte populista, que explotó hábilmente la situación de modo de maximizar el rédito político doméstico que de ella se pudo derivar.
Los periplos y las comitivas (repletas de seguidores y adláteres) quedaron atrás. Sirvieron para hacer correr el reloj, como sucede en algunos deportes cuando alguien “va ganando” y quiere “cuidar el score”.
Quizás esa fue la estrategia. Y, a juzgar por las cifras de las encuestas, si es que uno quiere creer que son ciertas, resultó un buen negocio. Político, por supuesto. Aunque, para muchos, todo este tema tenga, asimismo, una enorme gravitación económica. No estoy pensando en los que menos tienen, ciertamente; sino en algunos que conforman la llamada elite industrial argentina, corifeos habituales a los que ya nos hemos acostumbrado. Ellos, beneficiarios de las monumentales transferencias de ingresos extraídos al sector rural, gozan de una bonanza espectacular, que naturalmente no quieren se disipe, por ningún motivo. Intereses son intereses.
Fuente: © Economía para todos
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