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Año IV - Nº 255
Uruguay,   12 de octubre del 2007
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Helena Arce

Con onda preocupación

por Helena Arce
 
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            Como saben los lectores no suelo escribir sobre política interna de otros países. Creo no mentir, si reconozco haberlo hecho como rara excepción, y apuntando generalmente hacia algún hecho aislado cuya atención me impactó.

            No me parece correcto opinar sobre el gobierno que un país ha elegido democráticamente, para sí mismo.

            Es muy difícil conocer la política interna de un país, y los motivos que pueden llevar a sus habitantes a elegir entre uno y otro gobernante.

            Pero con estupor he leído hoy los proyectos “moralistas” del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, en su esperanza de crear un “hombre nuevo”.

            Yo creo en su sinceridad, no tengo motivos para dudar de ella, más allá que no comparta su estilo. Pero no soy yo quien,  para opinar sobre el estilo de un Presidente de un país que no es el mío.

            Sin embargo honda preocupación me produjo hoy su proyecto sobre “decretar” como ha de ser,  el comportamiento privado de  un ser humano.

            Sería redundante explicar que estoy de acuerdo en su preocupación por como beben los jóvenes, incluso los no tan jóvenes. Tampoco me gustan las modas de instar a las jovencitas a plastificarse su cuerpo.

            Es más, yo misma estoy en desacuerdo en mi vida privada por ese afán del consumismo y tener más por el solo hecho de tener.

            Pero hay varios aspectos a tener en cuenta desde mi personal óptica:

            1. No todos tenemos los mismos parámetros sobre las necesidades.

            2. No me parece mal que quien se ganó el ingreso que le permite tener lo último que haya salido de cualquier producto, y lo desea, se lo compre. Cada uno es dueño de hacer con su dinero, ganado honradamente, lo que desee.

            3. Los avances tecnológicos nos dan una vida mejor calidad de vida, y el poder acceder a ellos no está mal.

            4. El consumo crea fuentes de trabajo, y si hay algo bueno y dignificante para el ser humano es el contar con un trabajo, y no depender de la caridad de los demás.

            Somos muchos quienes aspiramos para nuestros hijos un mundo mejor, más afable, menos estresante. Hace unos días hablábamos con una querida amiga, el gran logro que significaría para cada uno de nosotros, si pudiésemos dejar como legado  hijos que fueran por encima de todo,  “buenas personas”. Con eso sin duda, el mundo del futuro, sería un lugar donde valdría la pena  vivir.

            Desde el hogar es únicamente donde se puede lanzar un futuro que dignifique al mundo, en esos “locos bajitos”, como decía Serrat en su canción, que se “menean con nuestros gestos”. Esos “enanitos reparadores de sueños” de Silvio Rodríguez

            No importa si nuestros hijos sean grandes profesionales, investigadores, músicos, artistas, albañiles, mozos o poetas, lo más gratificante sin duda es que sean buenas personas. De ellos depende el futuro.

            Cada uno debe ser el mejor en lo que sepa hacer, pues haciendo bien su trabajo será requerido siempre, eso lo dignificará como persona.

            Si a esto le sumamos la increíble felicidad de criar seres honestos, respetuosos con el prójimo, solidarios, sinceros, no crueles, el mundo del mañana será sin duda un paraíso.

            Menos frívolo, consumista pero con límites, preocupado por los otros.

            Por cierto que no es bueno el acumular riquezas por el solo afán de acumularlas, tampoco el  no preocuparse por la vida de los demás. Es bueno buscar instar al ser humano a cuidar su vida y la de los demás.  

            Es cierto que hace falta todo ello. Pero la moral no se crea por decreto, no se impone. El pasado nos ha enseñado la lección, a cada intento de prohibir el consumo de alcohol, la prostitución y un sin número de etcéteras del cual todos somos concientes, siempre el ser humano se ha revelado buscando lograr lo prohibido. Siempre encuentran la manera de lograr esquivar las prohibiciones, y sobornan, matan si hace falta para conseguirlo.

            Es imposible desde un poder estatal dictar conductas de vida, en lo interno, desde el cambio de cada uno de nosotros es que se podrá lograr un mundo mejor.

             “Yo no compro  contrabando” ,.decía mi padre, “si todos pensaran como yo, nadie haría contrabando”

            Una de mis opciones es no comprar objetos  que no esté segura de su origen, es mi pequeño granito de arena a no fomentar el robo. Si nadie comprara cosas robadas, no tendría sentido robar.

            Por eso con todo el respeto, hacia el pueblo venezolano, y por supuesto a su Presidente me permito disentir y alarmarme ante su propósito.

            No se mejora, ni se cambia el mundo por decreto.

 
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