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Corrupción
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Se ha generalizado la idea de que la corrupción se refiere solamente al enriquecimiento ilícito a costa del Estado. Esta, sin embargo, es sólo una parte de la verdad; hay otras formas de conductas deshonestas y, por tanto, corruptas: son las que se orientan a dañar, a prevalecer ilegalmente y a “castigar” a quienes no comparten la ideología de los que circunstancialmente ejercen el poder público.
Corrupto y, por ello, inmoral, es el funcionario del Estado, cualquiera sea su jerarquía, que insulta, amenaza, miente, acusa sin pruebas y ordena perseguir y apresar a ciudadanos sin el respaldo de la ley. Esto es más evidente cuando el propósito es suprimir las expresiones populares, como las que dan sustento legítimo a los movimientos cívicos.
Corrupto es también el que usa la influencia que le da su circunstancial autoridad para vengar reales o supuestos agravios y para ocultar malos manejos propios o de sus allegados. Corrupto es el “nepotista”, a sabiendas de la protección de sus conmilitones para que sus felonías queden en la impunidad.
Por último (aunque hay más ejemplos de conductas deshonestas), es corrupto el que promueve la torcida intervención del oficialismo en la administración de justicia con propósitos sectarios.
La corrupción es una lacra. Por eso fue bien recibida la promesa preelectoral del Movimiento al Socialismo (MAS) de que, si alcanzaba el poder, terminaría con ella. Pero muy pronto vino la decepción. Es que en Bolivia ya se han sobrepasado todos los límites, y se justifica toda tropelía que proviene de los oficialistas, exaltando así la inmoralidad. Los personeros del régimen se defienden unos a otros cuando son señalados como autores de ilegalidades manifiestas.
Hay también corrupción internacional: No es honesto servirse de un organismo intergubernamental no nato –UNASUR- para recuperar popularidades perdidas. Este es el caso de la “presidenta pro-tempore” de UNASUR que, para figurar, convoca a una reunión violando el propio tratado de creación de este organismo que suscribieron doce países y que sólo lo ratificaron dos. Y participa de la inmoralidad el secretario general de la OEA, que resigna las facultades de la entidad hemisférica a la que representa.
Por eso, fue también un acto de corrupción propiciar incursiones investigativas sectarias, como la del señor Rodolfo Mattarollo, que fuera miembro de una organización terrorista –ahora en la falsa condición de defensor de los derechos humanos–, y que fue ofrecido por la presidenta argentina para “investigar” por cuenta de UNASUR los sucesos de Pando, a sabiendas de su evidente y anticipada parcialidad, la que se manifiesta en un informe inmoral y mentiroso, que desnuda el anticipado e infame propósito de condenar a unos y de liberar a otros.
Lo anterior no es todo: en la comisión “investigadora” de UNASUR designada por la mandataria chilena, participó un personaje con malos antecedentes. La resolución del 8 de marzo de 2005 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre un miembro de la misma, el chavista venezolano Freddy Gutiérrez Trejo, dice: "Debido a estos graves antecedentes (declaraciones sesgadas, conducta impropia, etc.) los demás miembros de la comisión (la CIDH) hemos perdido la confianza que le fuera otorgada al comisionado Freddy Gutiérrez Trejo para el desempeño de sus funciones como relator". Con estas muestras, no hay nada para confiar en la imparcialidad y seriedad de UNASUR.
Sabiendo esos antecedentes, no hay más remedio que reconocer que también son corruptos los personeros de los gobiernos que disimulan ilegalidades y tropelías, y se alinean, vergonzantes y a medias, con UNASUR, el organismo espurio al servicio del populismo y la antidemocracia. Todos estos son actos de corrupción; son violaciones deliberadas a la obligación moral de sujetarse a la verdad y de respetar la dignidad de los ciudadanos. De esta manera, el populismo va corrompiendo una idea superior: la democracia.
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