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Año V Nro. 316 - Uruguay, 12 de diciembre del 2008   
 

 
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Raúl Seoane

La economía vista con ojos foráneos
por Raúl Seoane

 
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         Hablar sobre los hechos económicos en nuestro país puede ser difícil, desde los residentes, debido a las condicionantes que implica el vivir en el lugar donde se desarrollan las situaciones. En cambio al verlo desde el exterior, sin condicionantes, la perspectiva cambia totalmente y probablemente se pueda hacer con mayor ecuanimidad.

         Desde mi perspectiva externa veo un futuro muy promisorio para Uruguay. Las inversiones en nuevos emprendimientos industriales y agrícolas, a pesar de la explosión de la crisis mundial, continúa en una medida sin precedentes en nuestro país.

         Hay que reconocer que esta desacostumbrada avalancha inversionista tiene varias causas. La primera de ellas es una política de continuidad de las principales decisiones gubernamentales y que no es modificada por los siguientes participantes, sean del signo político que fueran. En segundo lugar, digan lo que digan, nos benefició el fuerte enfrentamiento con el gobierno argentino por la instalación de Botnia ya que nos dio trascendencia internacional y por último, y considero el principal, el desastre económico y social que está haciendo el gobierno kirchnerista en Argentina, ahuyentando las inversiones existentes y las venideras. No nos olvidemos que muchas de las inversiones que están y ha recibido Uruguay pertenecen a capitales argentinos hastiados de las persecuciones gubernamentales y de la inestabilidad en las reglas de juego en ese país.

         Como broche de oro de este trasiego capitalista, y para ilustrar el pensamiento inversor de no realizar proyectos en Argentina, baste mencionar la instalación de una planta autopartista que quiere instalar la empresa japonesa Yazaki en nuestro país. También las empresas General Motors, Kia Motors y Fiat dijeron estar interesadas en la instalación de empresas de autopartes.  Pero lo más interesante de todo esto y que refuerza nuestra postura es que en la provincia de Córdoba, República Argentina, están radicados los principales autopartistas que surten a las grandes plantas automotrices del Cono Sur e incluso de Europa, por lo que la decisión de radicarse en nuestro país habla a las claras de la desconfianza de los inversores en el gobierno argentino, y la buena aceptación de las políticas llevadas a cabo en nuestro país por las diferentes corrientes políticas que gobernaron.

         Probablemente en menor medida, debido a la crisis mundial, estas inversiones van a continuar, lo que representará mayores puestos de trabajo con el consiguiente decrecimiento del nivel de desempleo, y un mayor volumen de dinero en circulación que incrementará la economía en general.

         Desgraciadamente esto no se lo debemos al esfuerzo realizado por este gobierno, ya que algunos integrantes de la colcha, como Mujica, parecen más dedicados a espantar a las tan necesarias inversiones genuinas intentando crear retenciones a los productos agrícolas y otros inventos “revolucionarios”, como así también con sus relaciones carnales con los Kirchner. Sin embargo hay que reconocer que la férrea defensa de los compromisos asumidos por los gobiernos anteriores y defendidos a capa y espada por Tabaré Vázquez en el caso de Botnia y ENCE, nos catapultaron a la opinión internacional como un país confiable y respetuoso de sus compromisos y nos despegaron del común denominador que rige en la zona.

El crecimiento no se ve

         No obstante, este crecimiento actual y futuro no se nota en la vida diaria del pueblo uruguayo, hoy abrumado por más y peores impuestos, restricciones de todo tipo, malos negocios estatales -por ejemplo Ancap y el petróleo venezolano- realizados por empatía ideológica de este gobierno y no por conveniencia empresarial, a lo que hay que agregarle la avaricia propia de los gobiernos populares, o populistas, que son esclavos de la recaudación para poder repartir entre los más necesitados, aunque esto en la práctica no sea verdadero.

         Los gobiernos socialistas de izquierda, con su equivocada interpretación de la justicia social(1), no saben gobernar si no tienen sus arcas llenas de dinero, pero desgraciadamente ese dinero es producto de la expoliación directa a los ciudadanos, los que por esta razón no pueden ver en carne propia que la situación del país ha mejorado notoriamente en los últimos años por la simple razón de que sus bolsillos y su capacidad de compra siempre se encuentran exhaustos.

        A esta avaricia gubernamental, que es común en todos los gobiernos socialistas (ver ejemplo de España), hay que agregarle la equivocada idea de gran parte del pueblo uruguayo que sostiene que el Estado debe ser el proveedor de su bienestar, incluyendo el trabajo. Esta mentalidad, que lleva décadas de afianzamiento, fue propiciada por el presidente Luis Batlle Berres, populista por excelencia junto a Juan Domingo Perón en el Cono Sur, cuando en nuestro país existía un gran potencial exportador agropecuario motivado por la demanda alimenticia generada después de la segunda guerra mundial. Según Batlle Berres, las grandes ganancias del campo debían subsidiar a Montevideo, para lo cual se crearon enormes estructuras burocráticas estatales como UTE, Ancap, Ose, Soyp, ANP, Amdet, etc. que fueron las grandes “bolsas de empleo” citadinas, como así también fueron utilizadas (y aún hoy se siguen utilizando (2)) para conseguir votos. Esta “bolsa de empleo” fue tan grande que desafío a cualquier uruguayo a que me asegure que en su familia, directa o indirecta, no existe o existió un solo empleado público.

         Gracias a Luis Batlle Berres era mucho más fácil buscar una “conexión política” para ingresar en algún ente estatal que luchar por mejorar económica y socialmente dentro de la órbita empresarial privada. Tantas décadas de “mamar de la teta del Estado” como única alternativa devino en la falta de ideas emprendedoras dentro de la clase media uruguaya, y los emprendedores son una de las claves de crecimiento de cualquier Nación.

         Por estas y otras razones, lo que vemos desde afuera no es visto de la misma manera por los uruguayos residentes,  ocupados en “correr la coneja” e intentar llegar a fin de mes con el escaso dinero que el Estado les deja.

         La situación es inmejorable, pero el uruguayo no la siente.

(1) La interpretación errónea de la justicia social en los gobiernos socialistas es malinterpretar que todos tienen derecho a la vivienda, el trabajo y la salud y que todos debemos ser iguales. Es cierto que estos son derechos inalienables, sin embargo deben ser obtenidos por el propio esfuerzo individual y no por la dádiva discriminatoria del gobierno de turno. La justicia social es la que ayuda en la desgracia, la que ayuda el necesitado, no regalando sino prestando, en condiciones ventajosas y de acuerdo a sus posibilidades, la que ayuda a los más necesitados a obtener los conocimientos y la capacitación necesaria para obtener empleo o crecer como individuo. La justicia social que reparte, es simplemente populismo.
(2) El actual gobierno incrementó la plantilla de empleados públicos en más de 25.000 trabajadores.

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