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Año V Nro. 325 - Uruguay, 13 de febrero del 2009   
 

Visión Marítima

historia paralela

 
Darío Acevedo Carmona

Obama, el carisma y el ceremonial
por Darío Acevedo Carmona - (Perfil) - Medellín/Colombia -

 
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        Difícil decir o agregar algo diferente a lo que ya se ha dicho y escrito sobre el nuevo presidente norteamericano. Sin ninguna duda se trata de un caso excepcional en la vida política. Que un líder alcance tal grado de reconocimiento y aceptación aún sin haber empezado su mandato y que ese ambiente tenga dimensiones mundiales, si que es toda una rareza. Empecemos por reconocer que el prestigio de los Estados Unidos cayó en picada durante el segundo mandato de Bush. La crisis de la economía emergió cuando ya Obama era presidente electo, por tanto no es uno de los factores que nos ayude a entender el ascenso de Obama. Este hombre, que no es descendiente de esclavos, que no tiene un discurso racial, tiene otras cualidades muy llamativas: juventud, inteligencia, buena retórica, un discurso que se reconoce en los fundadores de la nación, que ve en la diversidad de los habitantes una riqueza cultural y un fundamento del liberalismo y la democracia. No construyó su imagen cautivante con promesas demagógicas ni con lenguaje agresivo. Ha mostrado una gran sensibilidad con los débiles y ha llamado a la solidaridad, a la responsabilidad en el mando de la primera potencia mundial. Hasta su sonrisa y su grupo familiar convergen para entender por qué ha llegado a crear una expectativa tan desmesurada de cambio, a que las gentes de su país y de otros países abriguen tantas esperanzas de un mundo mejor.

         Todo confluye en una característica que los estudiosos de la política denominan el carisma, una noción que alude a condiciones y cualidades personales que no son flor silvestre que no reúne cualquier dirigente y que no siempre se utiliza para causas positivas. Obama es una de esas personas que inspiran sentimientos de adhesión, que hacen soñar a la gente con un mañana promisorio, que provocan el llanto y reafirman la esperanza no más entrar en contacto con las multitudes. Esa condición puede ser utilizada para causas destructivas (Hitler, Mussolini) o para causas nobles y edificantes (Ghandi y Roossevelt). No es fácil definir y explicar la lógica de los comportamientos colectivos ante personajes con estos dones ni tampoco entender desde las ciencias sociales los resortes íntimos, secretos y profundos que están presentes en la vida y en las acciones de estos líderes. Lo cierto en el caso de Obama es que estamos ante un líder que, siendo un fenómeno mediático, en el que tienen algo que ver los medios, tiene un imán o energía especial que lo hace entrar en comunión con sus seguidores y que estos, por el momento, poco le exijan en el terreno de las realizaciones prácticas. Ellos están encantados con su estilo, con su discurso, con sus ideas, con su sonrisa, con su esposa, con su color, con su oratoria y para ellos él es la encarnación de la esperanza, la expresión de un cambio en el estilo de decir y plantear los problemas, es la posibilidad de retomar el rumbo, de salir del hueco.

         Los líderes carismáticos se caracterizan más por lo que simbolizan que por sus realizaciones. Sólo el tiempo permitirá establecer qué tan exitoso fue Obama con esa confianza depositada, con ese cheque en blanco que le ha sido otorgado.

         La ceremonia de posesión confirma y consagra lo que significa Obama como líder de toda la nación. Las elites económicas, todos los órganos del poder, más de dos y medio millones de asistentes y muchos millones siguiendo el acto por televisión, constituyen un mensaje categórico de múltiples significados: aquí estamos para decirte que te reconocemos como nuestro líder, para apoyarte, para disipar dudas, para callar o calmar las voces marginales de temor frente al hombre de color. Ceremonial grandioso, vistoso, pletórico de símbolos y de mensajes. De otro lado, Obama demuestra con su discurso que no es un aventurero, que será responsable, que se reconoce en un legado, que requiere de la unidad. Sus palabras son lo suficientemente sobrias y filosóficas como también lo suficientemente precisas y categóricas como para que los amigos y los enemigos  de Estados Unidos sepan que esperar y a que atenerse. No hubo agresividad, no hizo anuncios demagógicos, pecó de moderación pero evitó crear falsas expectativas.

         Los problemas con los que siempre ha lidiado la gran potencia siguen ahí, algunos son lacerantes y desgastadores. Tomará medidas refrescantes pero no dará mensajes equívocos que den a entender retroceso o debilidad frente a sus intereses geoestratégicos. Lidiará con el problema del control del monopolio nuclear acercándose más a sus rivales y a la vez socios históricos en el tema: Rusia y China. Seguirá enredado y temeroso frente al peligro de que Pakistán caiga en manos de extremistas y de que el fundamentalismo árabe-musulmán de Hamas, Hezbollá y los Ayatollas iraníes obstaculicen o saboteen un acuerdo de paz israelo-palestino que conduzca a la creación de un estado para estos últimos a cambio de seguridad para los primeros.

         En cuanto a las relaciones con Colombia hay que reconocer que aunque no seamos una potencia ni tengamos grandes recursos energéticos, ambos países se necesiten en una coyuntura regional adversa por la existencia de gobiernos antiamericanistas en varios de estos países. Y aunque no mencionó a América Latina (tampoco hizo alusión a China, a la Unión Europea ni a Rusia) eso no se puede entender como un desprecio. Indudablemente tendrá que edificar una política que puede tener visos de la que adelantó Franklin Delano Roosevelt llamada el New Deal, el Nuevo Trato, que se tradujo en medidas de buen vecindaje, en acciones de mutuo apoyo y reconocimiento, porque le preocupa que otras potencias vengan a husmear en lo que se ha considerado su patio trasero. Es ahí donde el apoyo de un socio leal como Colombia puede cobrar importancia para la construcción de esas nuevas relaciones. Al menos aquí no existe un sentimiento antiamericano tan fuerte como el de otros países en la región.

         Otros temas como el manejo de las drogas ilícitas donde quizás se privilegie la erradicación manual y la reconstrucción de acuerdos, o el económico donde parece estar inspirado en la gesta Roosveliana, tendrán preocupación prioritaria y de seguro veremos el despliegue de grandes e innovadores esfuerzos. Pero, eso ya se sale del alcance de este artículo.

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