Sí o no
por Luis Vicente León
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El resultado de las encuestas de enero 18 lo que mostró es que las acciones polarizantes del Presidente le permitieron aglutinar a su gente, inicialmente remolona, alrededor de la propuesta, dejando al descubierto una nación de públicos divididos, muy parecida a la que teníamos antes del referéndum constitucional del 2007.
Esto no significa que el resultado termine siendo el mismo, porque hay circunstancias operativas y emocionales que han cambiado notablemente de parte y parte y definirán el resultado el propio día cero. Lo que sí está claro es que quedan, mas allá de la elección, dos trenes similares en tamaño que conforman un pozo de gasolina, cada vez más combustible ante el azuce permanente de una de las partes.
Está claro que el Presidente está usando una estrategia agresiva de marketing político para ganar algo que resulta vital a su revolución. El abuso del poder del Estado no se ha escondido esta vez. Todo lo contrario, parecen interesados en mostrarlo. Las cadenas nacionales, con las que se inundó la pre-campaña, le dicen a la gente quien controla la comunicación por la fuerza. Los recursos públicos, volcados para soportar su propuesta, indican quién es el dueño del balón. La redacción deliberadamente sesgada y confusa de la pregunta, por parte de la AN, es una bofetada al mínimo decoro. La participación de la presidenta del CNE en una cadena nacional para atacar políticamente a una de las partes, muestra de lo que son capaces para ganar. No es que antes eran unos angelitos, pero los podíamos comparar con un video porno, en comparación al show de sexo explícito en el que se han convertido hoy.
Pero lo más importante es el corazón de su estrategia para lograr el triunfo cuando se dio cuenta que la mayoría de la población no quería su reelección indefinida: el chantaje sobre lo que significa el país sin Chávez.
El Presidente se concentró en hablarle sólo a la gente que en diciembre pasado apoyaba su gestión pero no su enmienda (20% de la población que quería a Chávez pero no votaba Sí). El mensaje que envía, en una apabullante estrategia comunicacional, es contundente: No se trata de si te gusta o no la enmienda, sino de tener claro que sin Chávez habrá guerra, conflicto, caos y destrucción.
No importan en este caso las formas. Le da igual al Presidente si esa población le cree que la violencia futura vendrá de quienes llama "la oposición apátrida y pitiyanqui" o si descubren que en realidad él monopoliza la violencia. El resultado es el mismo: si quieren paz, más les vale que voten Sí o el país se enciende por los cuatro costados. En el fondo parece decir que: "lo encienden ellos o lo enciendo yo".
No son casuales entonces las acciones de La Piedrita, la represión ordenada en contra del movimiento estudiantil, con gases y ahora allanamiento de moradas, la toma de la Alcaldía Mayor, ante la mirada complaciente de las autoridades nacionales, las amenazas contra otros gobernadores y alcaldes de oposición, las bombas lacrimógenas contra Globovisión y la Nunciatura y el estremecedor episodio de la sinagoga de Maripérez, del cual todos los venezolanos deberíamos sentirnos no sólo asqueados y consternados sino avergonzados y tristes al ver cuan bajo ha caído el país, o mejor dicho, cuán bajo hemos permitido que caiga, convirtiéndonos en conductores de cola de autopista trancada, estupefactos frente al motorizado que le arranca el reloj al de al lado, sin que nadie diga ni pío, no vaya a ser que te disparen sin el carro blindado.
Pero cuidado pana, porque están cruzando fronteras que pueden hacer a la gente reaccionar. Parece que el gobierno ha decidido mostrar la violencia, para decirles paradójicamente a los votantes que sólo Chávez puede garantizarles la paz, cuando en realidad parece que estamos llegando al punto donde la violencia vendrá... Sí o No.
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