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¿Puede el oficialismo cambiar de actitud?
por Martín Krause
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El gobierno argentino no deja de ser una caja de sorpresas y no se detiene a pensar, a consultar opiniones, a formar consensos, sino que da el zarpazo. Eso fue lo que sucedió el año pasado con el anuncio de la estatización de los fondos de pensiones, con el objetivo de ponerle la mano a esa masa de dinero.
Ahora, preocupado por una eventual falta de divisas, piensa estatizar el comercio exterior de granos, la mayor exportación y principal fuente de divisas del país. Hasta ahora en el comercio de granos hay productores que venden a comercializadores o directamente a exportadores y estos los colocan en los mercados alrededor del mundo. Siempre hubo un problema para los productores; como la temporada de cosecha es la misma para todos, todos los granos llegan al mercado al mismo tiempo y caen los precios. Por ello tratan de demorar la venta y obtener así un mejor precio.
Para hacerlo era necesario construir silos que no son baratos. No obstante, la tecnología y la creatividad empresarial han avanzado tanto que hoy cualquier productor tiene la posibilidad de almacenar sus granos y decidir cuándo le conviene vender. Los silos de aluminio son hoy un paisaje corriente en la pampa argentina, como también los llamados “silos bolsa”, una gran bolsa de plástico que almacena el producto en el campo.
Hoy, con la crisis internacional que ha deprimido los precios de los productos agrícolas, la falta de crédito para que los productores puedan comprar los insumos de la próxima cosecha y con la inseguridad que el gobierno genera al enfrentar a todo el sector privado, muchos decidieron esperar.
Pero el gobierno, que obliga a los exportadores a vender las divisas provenientes de las exportaciones al Banco Central, quiere que esas divisas ingresen y porque, además, recauda un impuesto de 35% a la exportación. Dada esa premura no se le ocurre otra cosa que amedrentar a los productores y amenazarlos con estatizar la comercialización. Podría lograr su objetivo por otros medios, pero no, fiel a su ideología estatista insiste en avanzar con su programa y, de paso, vengarse de la rebeldía de los productores agropecuarios. Pero eso tiene un alto costo para la Argentina, no solamente porque no funcionaría sino que burocratiza una actividad próspera y eficiente.
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