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Traficantes del Apocalipsis por Jorge Asís
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Sobre el verso del Calentamiento Global.
Tío Plinio querido,
Entre la activa burocracia del multilateralismo, suele ser redituable la anunciación de hecatombes, más o menos mediatas.
Lo confirma, en cierto modo, Richard Lindtzen, Catedrático de Meteorología y Física de la Atmósfera del MIT, Instituto de Tecnología de Massachussets:
“Ser alarmista, hoy, es un recurso eficaz para conseguir fondos. Y para obtener fácil reconocimiento científico”.
Lindtzen se refiere a esta etapa berreta, signada por el “pesimismo tecnológico”. Por lo tanto, el Catedrático se espanta, como sus pares Fred Singer y Denis Avery, por la penetración de las teorías asustadoras, demagógicamente catastróficas.
Delirios que inspiraron un video de la británica Channel 4. Con un título estremecedor: “El timo del calentamiento global”.
Puede verlo, con tía Edelma, en el Youtube.
Jerga impuesta
Tal vez más cruel que Lindtzen es, tio Plinio querido, Thomas Sowell.
Trátase de un agudo ensayista, autor de “La discriminación positiva”. Pero sobre todo es un imprescindible articulista, casi del nivel de Oberdán Rocamora. Aunque Sowell sea liberal, y norteamericano, del país más contaminador de antropógenos. Para colmo, es negro. Pero graduado, el Negro Sowell, en Harvard y Columbia.
Directamente Sowell impugna, hasta la burla frontal, los informes apocalípticos que conmueven al mundo. Basados, señala, en datos engañosamente científicos.
Informes, como los del Panel de Bruselas, que se utilizan, exitosamente, para atemorizar.
Según la jerga impuesta, para la toma de conciencia del riesgo de la comunidad universal. Y de este modo preparar, extorsivamente, la atmósfera aceitada de los presupuestos gubernamentales. A los efectos de ablandar también la sensibilidad de las fundaciones empresariales. Las que debieran, para ponerse a tono, destinar fondos, “sin más dilaciones”, para que los especialistas estudien las maneras de atenuar, si no evitar, las calamidades que vaticinan, inexorablemente.
El Diluvio que viene
Los cuentos domésticos de la coyuntura impiden, en la Argentina, concentrarse, analíticamente, en la jerarquía de los cuentos universales.
Para facturar con la presentación de soluciones, es necesario plantear, tío Plinio querido, previamente, un gran problema.
El patético drama del “Diluvio que viene”, ocupó las portadas de la totalidad de los diarios del mundo.
Porque se viene, el Diluvio, con todo. Con el verso del calentamiento, un magistralmente imaginativo Apocalipsis. Colmado de sequías de colección. Con reducción de cosechas y carencias de materias primas. Con desertificaciones atroces, y estalinistas desplazamientos poblacionales. Males innovadoramente terribles. Epidemias generosamente fulminantes de malarias, con surtidos de dengues. Con desapariciones forzadas de costas enteras.
Con olas gigantes de calor tan envolvente, tío Plinio querido, como el propio verso.
Con extinción de especies y proliferación de “Buscas”. Con violentas guerras de hinchadas nacionales por el control del agua dulce, y por la soda cáustica. Con colosales derretimientos de los cubitos de los glaciares. Y reacciones rabiosas de los océanos, que prometen torbellinos de invasiones acuíferas.
Con playas invadidas por monstruos marinos, obsesionados con las violaciones contranaturales. Con fatales desmoronamientos, tío Plinio querido, de montañas como la suya, y severos tsunamis de asfalto. Hambrunas canibalescas e impotencias colectivamente generalizadas.
Pasarse de rosca
Los muchachos, tío Plinio querido, se pasaron.
Exageraron, hasta pasarse de rosca. Con el recurso lícito del sembrado de terror moral.
Con el entusiasmo concientizador de los bolsiqueros, los muchachos decidieron traficar con el infierno terrenal.
La amenaza de los tres grados más, para finales del siglo, para estos científicos, no representa un c… No constituye ninguna amenaza.
Apenas, dicen que se trata de variaciones del clima, perfectamente estudiadas.
De manera que la patológica perversidad, tío Plinio querido, del bióxido de carbono, debiera, en adelante, al menos relativizarse.
Como la jerguita, altamente impresionante, de los gases del efecto invernadero.
Según los científicos consultados, y abundante material que se conserva para afrontar una polémica, son clichets que sirven para empaquetar de manera global.
La apretada ecológica le cabe, para gloria de TN, al Amazonas. Al África Subshariana, al sur de Europa, y hasta al cercano Parque de los Alerces.
De manera que no habrá otra alternativa que abrir el monedero.
Para aportar los fondos imprescindibles y clarificar la magnitud preventiva del horror.
Captación de fondos
¡Pero qué bien, tío Plinio querido, la hicieron!
Los muchachos son dignos de admiración. Ganapanes del calentamiento.
Acuérdese que en los setenta, Perón hablaba del Medio Ambiente y los “montoneros de escritorio” suponían que estaba Gagá.
En la cancillería, Estrada Oyuela descubrió, antes que nadie, el filón especializado de la problemática.
Pero fue desde los organismos internacionales donde los muchachos se lanzaron a empujar.
Desde la UNESCO de París. Desde Ginebra y, sobre todo, desde Nueva York, para celebrar gloriosamente, con aportaciones escandinavas, la Cumbre de la Tierra, en 1993, Río de Janeiro.
Fue el antecedente de la Cumbre de 1997, en Kyoto. Una bellísima ciudad japonesa, conocida por el Protocolo homónimo que Mayita se conoce de memoria.
Fue en Kyoto donde los muchachos instalaron la cuña, contra los gases del efecto invernadero. Malditos antropóginos.
Sin embargo los muchachos, los traficantes del Apocalipsis, se excedieron. Con la impunidad intelectual de tanto vaticinio de calamidades planetarias. Pero lograron el objetivo principal, y es meritorio. La captación de fondos.
Lástima, porque un poquito de ecología, tío Plinio querido, no le hacía mal a nadie.
Logra, la ecología, que los políticos frívolos se supongan gratuitamente rebeldes. Por utilizar, por ejemplo, la bicicleta. O andar en zapatillas. Sueltos y sin corbata.
Lástima porque resultaba simpático. Como tener un cuñado que pinta. O padecer un suegro poeta.
Lo positivo, dígale a tía Edelma, que el calentamiento global admite la ventaja de explicar cualquier tormenta.
Así sean los tsunamis en Filipinas, el próximo desborde del Maldonado, o las permanentes inundaciones que llegaron para quedarse, en Santa Fe.
Publicado con la autorización de Jorge Asís Digital
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