PARA UN CURSO ACELERADO
DE LITERATURA MODERNA
* Fernando Pintos
¿Será que, transidos por lancinante angustia existencial os habéis preguntado, en alguna circunstancia de vuestras vidas, de qué recursos hubiéreis podido o debido echar mano con el propósito de escribir una obra inmortal de literatura& Con el único propósito de pasar a la historia y de ser inmediatamente olvidados por el resto de la Humanidad? ¡Oh, terrible interrogante! A continuación, para gozo de mis asiduos lectores, desarrollaré una fórmula infalible. Así que los exhorto a leer mis palabras con atención.
Se debe comenzar el texto formulando una pregunta épica. Esto significa que, después de haber anunciado convenientemente el tema, se invocará a la musa y se le preguntará -observando las reglas más elementales de urbanidad y cortesía- por qué ha desencadenado la acción& Pero atención: que sea estrictamente esa pregunta, y no cualquier otra, por demás insolente o estúpida, acerca de si la selección de fútbol calificará para el próximo mundial de Alemania, cuál será el estado del tiempo en las próximas 72 horas, o los resultados en la NBA&
Deberéis tener presente, en todo momento, que los grandes hitos literarios se sustentan en un lenguaje que es tan onírico como hermético, ininteligible en la mayoría de las ocasiones y siempre apoyado por el inevitable recurso nihilista de no contar una historia, para lo cual habrá de tenerse en cuenta la inexistencia de personajes (por si esto sirve a alguien de ayuda o estímulo, debo confesaros que mi última novela, intitulada "La pústula y el juanete", tiene como personaje principal a un poste restante sin número, con lo cual se consigue para el protagonista la ansiada clandestinidad, el anhelado anonimato)&
Mas lo antedicho no lo es todo. Existen numerosos recursos imprescindibles para asegurar una decantada calidad en la obra. No olvidaréis en ningún momento la sucesión reiterada de saltos temporales, el cambio brusco de escenarios, el desfile de personajes tan ocasionales como simiescos. Y ni qué decir acerca de incluir todo el repertorio imaginable de tautologías chocantes, onomatopeyas vergonzosas, pleonasmos ofensivos y una picnofrasia intermitente& Sin renunciar a los vicios de la lengua ni por un solo segundo y acumulando todos los elementos ya referidos en el más absoluto desorden, desembocaremos en un final que no debe ser nunca tal mas sí deberá erigirse en absoluto kaputt existencial, para que así todos juntos -lectores, libro, editorial y escritor- puedan consumirse irremediablemente en una gigantesca hoguera apocalíptica, para quedar confrontados al dilema de elegir la irrealidad completa o la desesperanza absoluta como exclusivas vías de escape&
Si queréis asegurar absolutamente el éxito y ser elogiados como renovadores de la literatura, será necesario tomar, además, algunas medidas enérgicas. por ejemplo: la supresión de la letra H -que después de todo, es muda- bien podría significar, a la postre, un premio Nobel de literatura& También cabe la posibilidad de hacer algo drástico con la puntuación: ya que nadie parece saber a ciencia cierta dónde colocarla, sería aconsejable suprimirla& O reducirla a un único punto final. ¿Y por qué no hacer lo mismo con esas molestas tildes?
Consejos llenos de sabiduría, como los que acabo de trasladaros, os alejarán de esa literatura caduca cultivada por individuos como Stephen King o Michael Chrichton, quienes amasan millones de dólares escribiendo para entretener a públicos embrutecidos&