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Año V Nro. 290 - Uruguay,  13 de junio del 2008   
 

 
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Fernando Pintos

Las osadas afirmaciones del polémico señor Santamaría
por Fernando Pintos

 
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         En una época —entre los años de 1982 y 1983— escribí una serie de entrevistas/reportajes a la cual denominé «Los reportajes polémicos de Fernando Pintos». La misma se publicaba, simultáneamente, en varios periódicos del interior del país y, además, en «El Debate», que como muy bien lo publicó en cierta ocasión la revista «Guambia» era el único diario («diario principista del Partido Nacional», se auto proclamaba)que se publicaba apenas una vez por semana. La idea de aquella serie consistía en presentar a consideración del público una serie de temas polémicos. Pero, si además del tema se conseguía el apoyo de un personaje de los de rompe y rasga, la cosa iba muchísimo mejor.

         Mi participación en las páginas de aquel «diario» culminó abruptamente, hacia mediados de 1983, cuando El Flaco Guadalupe (sí, aquel personaje estrambótico y caricaturesco que parecía directamente extraído de las páginas de la revista «Lunes» y de las aventuras de El Flaco Cleanto) se enteró de que yo militaba en las filas de la Unión Colorada y Batllista, cuyo líder era Jorge Pacheco Areco, y decidió expulsarme con cajas destempladas de su tan peculiar paraíso periodístico. Por supuesto que lo hizo sin dar él la cara, sino que encargando el asunto al director del medio, un veterano y afable periodista apellidado Echenique, de quien guardo un buen recuerdo.

         En fin, que entre los «Reportajes Polémicos» de aquella época conservo uno por el cual tengo particular inclinación. Se publicó (en el «diario principista del Partido Nacional») el jueves 25 de noviembre de 1982, bajo el título de «Visitantes de otros mundos». El entrevistado fue, en aquella ocasión, Roberto Santamaría, un personaje simpático y en cierta medida enternecedor —era una magnífica persona, sin pizca de maldad— que había ganado notoriedad durante los años inmediatamente anteriores gracias a sus rimbombantes declaraciones acerca de los platillos voladores, los marcianos y los visitantes de mundos extraños.

         A Roberto Santamaría lo había entrevistado yo, en varias ocasiones anteriores, para televisión. Lo entrevisté hacia 1978, para «Operación Uruguay». Y volví a hacerlo para 1981, en «TeVerama 80». Ciertamente, como reportero, entrevistador y conductor de televisión, yo no ignoraba de qué innobles maneras había sido expuesto frente a las cámaras el personaje en varias ocasiones. Santamaría había sido entrevistado por algunos de esos ambiguos personajes que se creen genios por el hecho de poner la cara frente a una cara y rebuznar libremente sobre un micrófono… De manera tal, que al pobre Santamaría solían dejarlo en sus entrevistas televisadas peor todavía que el mítico gallo de Morón. Es decir: cacareando y sin plumas. En cierta medida, lo que él afirmaba con tanto énfasis se prestaba un poco para el escarnio, pero lo que aquellos innobles entrevistadores televisivos parecían desconocer es que existe, en todas las actividades humanas, un detalle muy preciso al cual se denomina «ética» y que, tratándose de medios de comunicación masiva, su utilización radica en mantener siempre un aceptable nivel de decoro y respeto hacia los temas, los entrevistados, el público y el propio medio.

         De manera tal, que toda vez que me correspondió entrevistar a Santamaría lo hice en base a cuestionamientos racionales. Las preguntas siempre fueron directas y el tratamiento respetuoso. De más está decir que en todas aquellas ocasiones no podía dejar de pensar que el pobre entrevistado estaba, tal cual suelen decir los españoles, un poco majareta (o sea: chiflado), pero me abstenía de manifestar ese pensamiento en lo más mínimo. Ahora bien: la última vez que entrevisté a Santamaría para un programa de televisión fue en los últimos meses de 1981. La entrevista se desarrolló en el taller de reparaciones de radio que el hombre tenía en el fondo de su casa. Recuerdo que, apenas llegado con mi equipo (camarógrafo, sonidista, y el chofer quien también se encargaba de la iluminación), Santamaría me llevó hasta una mesa de su taller y tomó de allí un casete común y corriente. Me lo enseñó y dijo: «¿Ve esto? Me lo trajo, ayer por la tarde, un muchacho extraterrestre». Se imaginarán, por supuesto, lo que pensé pero no dije. Me ocupé, en cambio, de ultimar los detalles para la grabación y después lo entrevisté sobre los temas habituales. Cuando terminó la grabación, con mis últimas palabras, el camarógrafo apagó el equipo (una cámara profesional, que costaba un ojo de la cara y hacía un ruido muy característico y bien audible al apagar). Se desconectaron luces y micrófono. Y el bueno de Santamaría nos invitó a pasar al comedor, para tomar unos refrescos.

         Hasta allí, nada que saliese de lo normal. Pero al día siguiente, cuando hubo que editar aquel material, sí que apareció algo absolutamente fuera de lo normal. Como ya dije, después de mis palabras finales se apagaron cámara, luces y micrófono. Nos fuimos todos, con Santamaría, a tomar un poco de Coca Cola y charlar informalmente antes de irnos. Mientras estuvimos en ello, todo el equipo —apagado— permanecía en el taller de reparaciones del entrevistado. Y la cámara no volvió a encenderse hasta el día siguiente. Pero… Cuando estaba terminando de editarse la entrevista, se vio mi despedida, e inmediatamente después la cámara hizo sonar su característico sonido al apagarse y la imagen se esfumó… Pero por pocos segundos. Y después, sucedió algo para lo cual nunca encontré explicación: no se escuchó el sonido de la cámara al comenzar una grabación, pero apareció una imagen sin sonido en la pantalla. Era el taller de Santamaría. Y pocos segundos después, apareció éste, moviéndose con una calma que parecía casi sigilo. Recorría el taller y manipulaba unos de los aparatos que allí había. Y pocos segundos después, sin que se escuchara el sonido (de la cámara al apagarse), aquellas extrañas imágenes se esfumaron. Me han sucedido cosas extrañas a lo largo de la vida, pero aquélla fue una de las mayores. Y, por supuesto: absolutamente inexplicable. Nadie había manipulado aquel equipo después de ser apagado, y Santamaría había estado todo el tiempo con nosotros, mientras bebíamos nuestra Coca Cola. Pero las imágenes allí aparecieron. Y nada que se grabara en aquella cámara podía escapar al ruido que ella hacía, tanto al comenzar la grabación como al terminarla.

         Bueno, ahora tengo para ustedes la última entrevista que hice con aquel polémico personaje llamado Roberto Santamaría. Y espero que sea del agrado de ustedes.

«…Si el tema de los Objetos Voladores No Identificados (OVNIS), resulta de por sí polémico, el personaje que hoy vamos a presentar lo es aún más. Se trata de Roberto Santamaría, un uruguayo de 66 años. Santamaría es un radiotécnico jubilado, al que un feliz matrimonio deparó una hija (Adriana) y una nieta (Paola), a más de un hogar sólido y estable. Se trata de un hombre pacífico y afable, uno de esos seres que parecen escasos en maldad y pletóricos en bonhomía. Pero es polémico. Las afirmaciones de Santamaría, son polémicas. Y por ello, este reportaje también habrá de serlo.

Señor Santamaría; usted afirma, enfáticamente, la existencia de extraterrestres que regularmente estarían visitando nuestro Planeta… ¿En qué se basa para tales afirmaciones?
—Yo lo he leído varias veces en la revista «Cuarta Dimensión», publicada en Argentina y dirigida por el uruguayo Fabio Zerpa…

—Y bien, ¿qué seriedad científica tiene esa publicación?
—Para mí es una revista muy seria y responsable, porque hay un grupo de intelectuales y científicos que respalda todos los artículos… Hay físicos, químicos, parapsicólogos, clarividentes, matemáticos, técnicos en electrónica, etcétera.

—Mucha gente, sin embargo, afirma que el señor Zerpa es simplemente un charlatán y que su revista es, ni más ni menos, que un buen negocio: una publicación sensacionalista destinada a recaudar dinero…
—No. Yo opino lo contrario. Para mí Zerpa es un hombre de grandes conocimientos y se ocupa del tema en compañía de su esposa, que es parapsicóloga.

—Volviendo al principio, me gustaría que hablara un poco sobre esos extraterrestres de cuya existencia tan seguro se siente.
—Le voy a hablar de la vida en el planeta Marte. Ellos son seres muy parecidos a nosotros, con la diferencia de que son más puros espiritualmente…

El 24 de junio de 1947, el aviador americano Kenneth Arnold avistó una escuadrilla de discos voladores, que se desplazaba a una velocidad de mil millas por hora sobre el monte Rainer… La persecución fue inútil y, poco después, al describir su aventura, Arnold llamó a aquellos extraños objetos “platos voladores”. La noticia se extendió por todo el mundo, y poco después, en Montevideo, un joven radiotécnico de 31 años llamado Santamaría, se sintió atraído por el tema e inició sus propias investigaciones.

—Habla usted de la belleza de los marcianos. Pero, ¿de acuerdo con qué cánones? Porque esa cualidad, la hermosura, depende de los ojos que la consideran.
—De acuerdo a cánones terrestres. Los cánones de los grandes conocedores de belleza femenina. Los cánones de los concursos de belleza que se realizan en la Tierra.

—¿De qué color es la piel de esos seres cuya existencia usted afirma?
—Son piel blanquísima. Las mujeres usan cabellos largos (rubios o negros, que les caen sobre la espalda). Ellas no se pintan ni los labios, ni los ojos, ni las uñas de manos o pies… Y ellas dicen que las mujeres de la Tierra son “muñecas de bazar”. Las marcianas miden entre un metro 60 y uno 70… Los hombres, de un metro 70 a uno 80. Es oportuno decir que físicamente todos son iguales. Es una raza estandarizada, de individuos análogos. Todos visten igual, de overol que ciñen al cuerpo… Y no usan ropa interior.

—Ése es un detalle íntimo y, dado el recato que según usted caracteriza a esos seres, ¿cómo hizo para enterarse?
—Lógicamente porque les pregunté telepáticamente… Y ellos me lo indicaron. Y se lo he preguntado porque mucha gente de la Tierra me lo ha preguntado a mí. Sobre todo las mujeres, quieren saber cómo es la moda en Marte.

—¿Cómo es?
—Muy sencilla. Todos usan un overol de un material plástico especial, con un cierre magnético para cerrar o abrir. Esta ropa tiene pequeños agujeros para ventilación, en las axilas, en las partes íntimas y en los pies… Porque no hay zapatos. El overol es entero, y hace las veces de calzado también.

—¿Estos marcianos de que usted habla, forman acaso una sociedad estable, organizada y numerosa?
—Claro que sí. Son alrededor de 160 a 200 millones de habitantes en Marte. Algunos viven en los dos satélites, Phobos y Deimos (“Miedo” y “Terror”)… Y la capital de Marte es Tanio, que tiene muchos millones de habitantes…

—Pero, ¿Cómo es posible que la existencia de una sociedad humana de esa magnitud no haya sido detectada por las naves enviadas desde nuestro planeta?
—Los marcianos no desean que los molesten con artefactos y cachivaches de la Tierra, cargados de microbios y bacterias de casi todas las enfermedades…

Muchas madrugadas, entre las 03:00 y 04:00 aproximadamente, Santamaría se sienta en su escritorio y se concentra ante la llama de una vela. Explica que, de esa manera, establece contacto telepático con los marcianos. Hace preguntas y recibe respuestas en forma de ideas, estímulos e imágenes mentales. Inmediatamente, recurre a un grabador para dejar una constancia oral de estos “contactos”. Según Santamaría, realiza estas sesiones desde febrero de 1981 a la fecha, y en ese lapso, se ha comunicado unas veinte veces con extraterrestres.

—Varios aparatos siderales han sido enviados a Marte, principalmente por la NASA… Y nunca ha habido novedades respecto a la existencia de formas de vida siquiera mínimas en el planeta rojo…
—Pasa que los marcianos desvían esas naves con aparatos de gran poder, y las hacen descender en la Luna, confundiéndolos y creyendo entonces que están en Marte y que por tanto, allí no hay nada de vida.

—Sin embargo, esos aparatos están controlados desde la Tierra…
—Ah… Pero es que los hacen dar tantas vueltas, que inclusive los mandan a la Cuarta Dimensión, y luego los hacen reaparecer en la Luna.

—Su enfoque parece erróneo. Hay fotos tomadas en Marte, demostrando la existencia de una atmósfera y unas condiciones ambientales que no se pueden dar en la Luna, por carecer el satélite de capa gaseosa siquiera mínima. ¿Cómo explicaría usted esas fotos?
—Esas fotos pueden ser tomadas del lado invisible de la Luna, que tiene atmósfera. Una pequeña atmósfera rarificada y otras condiciones ambientales que las de este lado que vemos, que carece de atmósfera.

—¿Cómo es posible que un cuerpo celeste tenga atmósfera en uno de sus hemisferios y carezca de ella en el otro? ¿No le parece una aberración científica?
—Eso sucede porque el lado que nosotros vemos desde la Tierra carece de magnetismo, porque se lo quita nuestro planeta. Y el otro lado, diametralmente opuesto, está alejado de la órbita terrestre.

—¿Se da cuenta que sus afirmaciones contradicen totalmente a la ciencia oficial, a casi 14 años del desembarco del hombre en la Luna?
—Sí. Que sigan investigando de la atmósfera que no se ve de la Luna.

—¿Piensa usted que hay vida en la Luna?
—Según dicen los marcianos, hay algo de vida en la Luna. Es gente que forma el resto de razas anteriores. Y viven en cuevas y cavernas muy profundas, en el interior del satélite.

—Si esa gente existe, ¿de qué viven?
—Eso no se sabe. Pero están adaptados para respirar los últimos jirones de una atmósfera enrarecida hasta extremos poco concebibles para una mente terrestre. Y casi ni se reproducen. Son ancianos en su mayoría.

Ha sido reporteado en revistas, radios y televisión. Saltó a la fama en 1976 cuando participó en el recordado programa de Tu Sam, por Canal 4. Sus declaraciones detonantes lo hicieron célebre, y muchas veces la gente lo reconoce por la calle, se acerca a él y le hace preguntas sobre estos temas polémicos.

—Si sus extraterrestres existen, y son tan inteligentes… ¿Por qué no se ponen en contacto con los gobiernos de la Tierra?
—No sé por qué no deciden hacerlo. Es un misterio en el cual no puedo penetrar. No quiero aventurar juicios poco sólidos al respecto.

—Usted, precisamente, muchas veces ha afirmado públicamente la llegada inminente de visitantes extraterrestres, y ninguno de esos arribos se produjo. Explíquelo.
—Por ahora no se ha producido. Más adelante quizás. Ellos me anunciaron que si estalla la Tercera Guerra Mundial bajarán seis mil platos voladores para salvar a la Humanidad. Como no estalló la guerra, no vinieron todavía, porque no hubo necesidad.

—Y esa supuesta llegada de los extraterrestres, ¿está cerca?
—Eso depende de la Guerra Mundial. Si no estalla, no vendrán hasta después del año 2000, cuando la Humanidad haya evolucionado moralmente, que es lo que le hace falta. Entonces, nos ayudarán con su ciencia para solucionar problemas acuciantes, como el de la energía, utilizando energía cósmica captada por las pirámides, como ocurre en el famoso Triángulo de las Bermudas, casi 250 metros bajo el nivel del mar, existe una pirámide del tiempo de la Atlántida, de 34 metros de lado, llamada Esdra, en honor al ingeniero atlante que la construyó hace doce mil años. Esta pirámide está recibiendo la energía estática y magnética, de electricidad. Cada tantos años, se eleva sobre el nivel del mar y destruye todo lo que es de metal, y también toda la vida existente. Todos los seres allí destruidos, van a parar a la Cuarta Dimensión… Pero, según los científicos americanos, ese poder no puede destruir los barcos de madera. Mire, esta pirámide podría abastecer de energía a todo el Cono Sur… ¡Y acá seguimos buscando energía que sustituya el petróleo!

—Pero, ¿cómo ha llegado usted a saber todo eso que me cuenta?
—Simplemente porque yo represento a la Hermandad Cósmica Italiana que dirige el señor Siragusa. Y también recibo información de la Hermandad Cósmica de la ciudad de Rosario, Argentina.

Pese a sus actividades en los medios de comunicación, y su afiliación al TUADE (una entidad que estudia el tema OVNI y otros análogos), Santamaría dice que en Uruguay nadie ha querido reconocer su esfuerzo. Afirma que eso se debe a que todos los estudiosos del fenómeno OVNI están situados en el plano materialista. Él, por el contrario, enfoca el problema desde un ángulo espiritual.

—Hable un poco sobre su interpretación del tema de los platos voladores.
—Están construidos en un metal que resiste 6.000 grados de temperatura. Son un micro mundo en el cosmos. Tienen 60 metros de diámetro y 15 de altura. Las ventanillas reciben energía de los astros, y miran al exterior a través de seis pantallas de televisión. Están tripulados por unas treinta personas, mitad de cada sexo. Porque las parejas marcianas son muy fieles y unidas. No tienen armas porque no vienen en son de guerra.

—¿Hay extraterrestres habitando en la Tierra?
—Según la revista “Cuarta Dimensión” hay muchos marcianos y ganimedianos (de Ganímedes, satélite de Júpiter). Estos ganimedianos produjeron el monstruoso apagón de la costa Este de los Estados Unidos, en 1977, para demostrar su poder. Hubo un libro muy famoso escrito sobre esto por Arthur Haley…

Roberto Santamaría, uruguayo de 66 años, vive ahora con la ilusión de que un día no lejano esos seres del espacio que son toda pureza y bondad (tan distintos a los terrestres) vengan, para llevarlo a sus mundos, donde afirma que pasará siete años, luego de los cuales lo traerán de vuelta y entonces decidirá si su deseo es quedarse en la Tierra o volver para el resto de sus días a Marte. ¿Ficción? ¿Realidad? ¿Fantasía? Nadie lo puede afirmar con total certeza. Eso sí. De seguro que el tema y el hombre, son polémicos en grado sumo…».

 
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