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Si por falta de respeto se entiende el abuso moral, la desconsideración, el desprecio y hasta la discriminación, entonces no hay dudas que a la Policía se le ha venido faltando el respeto desde hace mucho tiempo.
Hay varios ejemplos de este singular estilo usado por el sistema político hacia una organización perteneciente al propio Estado. Recordamos cuando en el año 92 el Ministro del Interior de entonces dijo: “para qué aumentos de sueldo si no tienen ni 6º año de Escuela”; o cuando a fines de los 90, otro Ministro se despachó con aquella despectiva e irónica frase de: “separar los bagres de las tarariras” en alusión a eventuales funcionarios corruptos.
Más tarde vino la destitución del Jefe de Policía de Cerro Largo Insp. Gral. Bitabares, decidida por teléfono desde EEUU, por un hecho rápidamente determinado como una simulación de delito.
Luego se subordino por decreto la Inteligencia Policial a la Militar. Por otro decreto se creó la Policía Aérea Militar y habilitó el desplazamiento de la Policía de la seguridad de los aeropuertos, situación que lleva más de 6 años y dos gobiernos, sin que se vea voluntad de corregirla.
Más cerca en el tiempo el Ministro de turno cesó sumariamente al Jefe de Policía de Río Negro Insp. Gral. Cáceres, por una denuncia infundada y nunca probada por la Justicia. Luego vino el cambio de Gobierno, y como era de esperar, desembarco un proyecto distinto, renovador y de cambios (¿?).
Con un asesoramiento previo y deficiente, -bueno es decirlo-, realizado por un Policía “elegido” por la nuevas autoridades, se prosiguió con la escalada de desaciertos hacia la Policía.
La conducción de una organización no debe ser ejercida desde la imposición del miedo y/o la amenaza, no es un buen ejemplo, cuando se pretende que esa organización se especialice en la ponderación y defensa de los derechos de las personas.
Todo eso genera “sumisión y no aceptación”, “recelo y no confianza” y sobre todo atenta contra la moral y la autoestima de sus integrantes. Podemos aceptar que los Policías no seamos todo lo eficientes, o confiables, que se pretenda, pero al ser designados para ocupar cargos de jerarquía lo hacen desde la condición y en representación de la Policía, por tanto merecen respeto.
No es buena señal, que el método sea el descrédito y el avasallamiento, con imposiciones, amenazas, prejuzgamientos; sin aguardar conclusiones judiciales ni administrativas, y mucho menos públicamente por medio de la prensa.
Reclamamos una revisión de estas actitudes, ya que nada bueno le agregan al relacionamiento dirigencia política - Institución Policial.
La Comisión
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