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El retorno triunfal del idiota por Fernando Pintos |
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La presente coyuntura latinoamericana está demostrando la razón de textos tales como DEL BUEN SALVAJE AL BUEN REVOLUCIONARIO, del ya desaparecido Carlos Rangel; o del MANUAL DEL PERFECTO IDIOTA LATINOAMERICANO, de Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza… A la luz de los últimos acontecimientos es muy fácil concluir que, en una gran parte de los países latinoamericanos, la democracia es poco más que una patética y vil farsa de trámite obligatorio.
Por supuesto, que tal afirmación hace por demás necesario un recuento moroso. Farsa ha sido la democracia en Bolivia, desde el momento en que han elegido como presidente de la República a un energúmeno cocalero como Evo Morales. También lo ha sido en Venezuela, cuando les dio la gana de elegir a otro energúmeno, éste un ilustre golpista marxi-fascistoide y desequilibrado mental, como Hugo Chávez. Lo ha sido casi también en Perú, cuando estuvieron a pocos milímetros de elegir como presidente a otro goriloide nazi-desquiciado (en lo personal, jamás imaginé que llegaría el momento en que yo quisiera que un personaje como Alan García volviese a ganar una elección)… Y lo fue, por añadidura, cuando casi, casi eligen a López Obrador para ceñirse la banda presidencial en México… Mas lo sigue siendo ahora mismo, cuando existen serias posibilidades de que hagan presidente a un discípulo de Chávez en Ecuador y a que le otorguen al tenebroso Daniel Ortega la primera magistratura en Nicaragua. Hasta un ciego sería capaz de apreciar con meridiana claridad que la geografía y el panorama político latinoamericanos se encuentran plagados con esta infame calaña de personajes tenebrosos. Y no es descabellado afirmar que, visto ese panorama bajo la óptica de Montaner, Vargas Llosa y Mendoza, bien se puede afirmar que nos encontramos, hoy día, frente a un verdadero revival del perfecto idiota latinoamericano… Si bien ahora lo habremos de sufrir en una novísima versión: corregido y aumentado. Lo cual significa que nos llega sensiblemente más idiota y patéticamente más latinoamericano.
Ahora bien: resulta por demás evidente que existe un común denominador para explicar todo este caótico fenómeno que recorre el continente en los cuatro sentidos cardinales: los propios latinoamericanos. Y cabe preguntarse, entonces, ¿qué será lo que con ellos está pasando? Pues acontece que, en su abrumadora mayoría, los ciudadanos de este desdichado subcontinente acostumbran conjugar con malévolo virtuosismo una ecuación absolutamente devastadora: la ignorancia desmesurada sumada con la irresponsabilidad irrestricta. En la práctica, permitir y promover que todos estos atolondrados de tiempo completo ejerzan el derecho al voto, significa lo mismo que apuntar un revólver amartillado en la mismísima… Y colocar el arma en las manos de un individuo afectado in extremis por el Mal de Parkinson. ¿Se debería esperar, en tales circunstancias, cualquier cosa menos que una catástrofe? Y en Guatemala sabemos bastante bien acerca de este tema: ¿acaso no ganó la Presidencia de la República Alfonso Portillo, en 1999, con una mayoría escandalosa y abrumadora? (Sin embargo, reconozcámoslo: comparado con todos los arriba mencionados, Alfonso Portillo parecería poco menos que un príncipe azul… Y comparado con todos esos gobiernos, el de Portillo y el FRG se perfila casi como un remedo del Edén).
En consecuencia: mientras los latinoamericanos sigamos teniendo "democracias" en lugar de tener una verdadera democracia, habremos de seguir de esta mismísima miserable manera. Seguir sufriendo las malandanzas de personajes tales como Fidel Castro, como Evo Morales, como Néstor Kirchner, como Hugo Chávez… Todos los cuales contribuyen, en aras de un populismo desenfrenado y una demagogia sin límites, a transformar nuestro desdichado subcontinente en un paraje cada vez más irreversiblemente subdesarrollado —a este paso, el más subdesarrollado del planeta de aquí a poquísimos años—, y dando también absoluta razón a las tan polémicas declaraciones del novelista norteamericano James A. Michener. Hacia finales de 1987 o principios de 1988, alguien le preguntó a Michener por qué razón no escribía una de sus formidables novelas históricas tomando como escenario América Latina. Y él contestó: "porque es un continente de segunda, habitado por gente de tercera". Y ahora, cabe preguntarse lo siguiente: ¿Qué habrán pensado y comentando los Michener del Primer Mundo, apenas semanas atrás, mientras observaban por televisión vía satélite de qué festinada manera Hugo Chávez hacía sus grotescas payasadas y monerías ante la asamblea de las Naciones Unidas?
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