Año III - Nº 113 - Uruguay, 14 de enero del 2005

 

 

 

 

¿QUIEN LE PONE EL
CASCABEL AL GATO?

Mario J. Torres

Esta visto que el líder cubano tiene los aseguramientos necesarios tanto dentro de la isla como fuera de ella para preservar su mandato ya de más de 45 años, para morir de una no merecida muerte natural, y así ganar su empecinada batalla de no dar su brazo a torcer a sus antagonistas, todavía abrazado a su látigo de poder.

En casa, el sistema ha creado una muy complicada y entrelazada tela de araña gigante de informantes o "chivatos" que ya sea por medio del chantaje, el soborno o el miedo están a la caza de cualquier manifestación o acción contra el gobierno para delatarlos de inmediato a las represivas autoridades, por lo que en Cuba nunca se sabe quién es quién puesto que estos están regados en cuadras, escuelas y centros de trabajo y por ende nadie se atreve ni a abrir la boca. Lo más bonito del caso es que ni estos mismos chivatos simpatizan con el régimen pero están comprometidos con el. Aparte de esto, hay un estricto e increible control sobre la población por parte de las organizaciones políticas que conocen al dedillo cada movimiento de los ciudadanos cubanos.

En los paises de América Latina, debido a la coyuntura de las corruptas y malas democracias, a la pobreza y por la falsa propaganda proveniente de la isla, Castro ha sido considerado como un Dios y todavía tiene simpatizantes que creen que los infelices cubanos del sur de la Florida son una mafia. Estos latinoamericanos desconocen que siempre que hay una Guatemala, hay una
Guatepeor pero no tienen imaginación para representarse tanta afrenta.

En paises de otros hemisferios, ocurre como un fenómeno matemático de regla del 3, del cual Castro, por supuesto, sale ganando y éste es: si los americanos son malos, injustos y entrometidos o antipáticos, prepotentes y poderosos, o lo que sea, como muchos en el mundo sienten hacia esta gran nación quizás por envidia, el gobernante cubano ha sido el único en
enfrentárseles y retarlos, por tanto Fidel Castro debe ser un personaje positivo y su sistema justo. En primer lugar, el país del norte no posee estas cualidades, pero si en libertad de opinión, muchos piensan que sí, el hecho de que Castro se les encare no significa que él es la antítesis de esa "injusticia" y se debe ser más culto, más curioso, más instruido e inteligente y creer más en los testimonios y elegatos de los que sufren y han sufrido de muertes, encarcelación y hambre que comprueban que la esencia misma de la existencia de Castro es una injusticia ya que en el mundo hay males de todo tipo y los europeos, por tomar un ejemplo, no deben absolutizar a los gringos, yankees o como se les llame como un mal común porque si se habla de esto, también los rusos eran antagonistas de ellos y su sistema se probó era vacío y falso y el de la isla es mal heredero de aquellos. Por eso el dictador isleño debe agradecerles a sus privados archienemigos aparte de su indiferencia hacia él, la fama internacional que estos poseen, que lo favorece a que nadie en el mundo apoye los gritos de justicia y libertad de todos los cubanos esclavos dentro y fuera de Cuba para los cuales todas las puertas están cerradas y la suerte les da la espalda sin un apoyo, ayuda o aliado.

En España el tema de Cuba y de Castro poco le importa a los españoles. Esto se produce porque la prensa española no hace ninguna difusión de noticias que sean contra Castro. Quizás porque los empresarios españoles son los primeros inversores en la isla o por el antiamericanismo que existe. Ellos piensan que como Castro se enfrenta a los Estados Unidos es una gran persona pero si algún chileno denuncia la dictadura de Pinochet todo el mundo lo apoya. Castro tiene comprado a los medios de comunicación y hasta se gasta los ingresos que recibe en espionaje y en pagar a las grandes multinacionales que controlan el poder para que hablen bien de él. Por otro lado, los partidos políticos españoles como el PSOE e Izquierda Unida lo apoyan completamente y ahora es el PSOE el que está en el poder. Este es parte del panorama cínico y canalla que hay con respecto a Cuba.

En el exilio se habla mucho de reconstrucción post-tiranía pero nadie tiene la menor idea de como tumbarla primero ni adivina tampoco como ésta caerá ya que el sistema cubano constituye un muro inexpugnable que se hace más fuerte con la indiferencia norteamericana.

Las soluciones: Un atentado: es antidiplomático y condenable. Una guerra o una invasión: pérdida de más vida y derramamiento de sangre. Una huelga general: ¿ quién la organiza? Tirarse el pueblo a la calle: ¿ quién se atreve? Un golpe de estado: ¿ Como? si cada uno vigila a cada cual y todos están controlados en todas las esferas. La ONU: como si Cuba no existiera. Ginebra: una farsa anual. Además, el liderazgo de la oposición interna es muy limitado y está perfectamente vigilado y bajo control y el del exilio está desorientado, es totalmente teórico y sin apoyo norteamericano. La opinión pública mundial por todas estas razones, o es indiferente ¡o todavía apoya a Castro! Entonces: ¿Con quién hay que hablar? ¿A quién se necesita ver? ¿A qué persona se le pueden dar las quejas? ¿Qué puerta queda por tocar que escuche? ¿Qué cosa más se puede hacer?

Es triste que el dividido pueblo cubano tenga que esperar a que el dictador muera o que pierda facultades para aguardar el desenlace de una lenta transición, quizás de herederos mismos del sistema que puede que con el tiempo aflojen las riendas de la tiranía hasta que ésta por si sola
desaparezca y que los acreedores del sátrapa se queden con las ganas de ajusticiarlo como éste se merece, aunque si esto ocurre, la buena noticia es que se evitaría una guerra u otro tipo de fin violento que sería un tétrico colofón a los largos años de sufrimiento y castigo del dolido pueblo caribeño a pesar de que siempre quedarán en nuestras mentes en mortificante contradicción la frustración y la indignación de que el cínico gobernante se salió con la suya pero solo Dios y el tiempo dirán la última palabra.

DICIEMBRE 2004

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Enviado por Alvaro Kröger, por lo que me hago responsable de su publicación.