Año III - Nº 113 - Uruguay, 14 de enero del 2005

 

 

 

 
EL RETIRO
por: Ruben López Arce

De alguna manera relaciono estos conceptos con los que en su momento desarrollé en virtud de LA PARTIDA.

Abandonar el hogar paterno buscando la existencia propia e independiente, genera un cúmulo de ansiedades que en aquel artículo quedaron patentizados.

En un lapso de 40 años, de trabajo, de vida, experiencia y situaciones diversas, cambian los puntos de vista, y todo lo que antes era expectativa, ilusiones, esperanzas, dan lugar, por la dicha de estar vivo, a la evaluación y balance de tantas cosas vividas, que pueden encuadrarse entre las hermosas y las no tanto.

Pero totalmente satisfecho con lo que me deparó y me dejó disfrutar la vida es que hoy pienso que sería un desagradecido si despotricara con los albures que esta vida me tenía asignados.

Las anécdotas bancarias fueron pantallazos que oportunamente tuve la posibilidad de guardar en el cofre de mis recuerdos, y así, en su oportunidad las conté, dejando constancia sencilla pero cierta de mis actos como bancario.

Las anécdotas personales, hechos y circunstancias que oportunamente transcribí, forman parte también muy importante de mi vida, y que he tenido el enorme placer de narrarlas.

Cumplido el ciclo normal de trabajo, cuarenta largos años de entrega total a las tareas bancarias, llegó el momento del retiro.¡Cuántas cosas quedaban atrás, que de pronto pasaron ante mis ojos como una veloz película, cuando mirando la alta cúpula cuadriculada de la Casa Central, mirando aquel enorme escudo semitransparente que iluminaba el hall central, y sintiendo el murmullo perenne de las gentes conversando en la planta baja, dejé escapar el suspiro sentido, profundo de quien se retira satisfecho por el deber cumplido.

Las enormes columnas habían sido mudos testigos de mi extenso pasaje por sus escritorios, sus box de cajeros, sus corredores de mármol brillante. Innumerables e inolvidables amigos colaboraron para que aquella vida bancaria sin dejar de ser intensa, fuese todo lo placentera que correspondía.

En aquel momento sentí que yo amaba el Banco, había sido mi hogar, mi apoyo, mi sostén y el de toda mi familia.

Cómo podría no amarlo si un día en el año 1972 me concedió un préstamo a 25 años de plazo, sin reajustes por la suma de $ 4:000.000 para comprar mi casa. Dos o tres años después hubo revaluación del peso y pasé a deber sólo 4.000, y diez años más tarde una segunda revalorización dejó mi deuda en $ 4.oo. De inmediato se condonaron todas esas deudas, y yo no pagué ni la tercera parte de mi préstamo, por supuesto, teniendo ya mi propia casa.

Cómo podría no amarlo si cada vez que andábamos cortos de dinero, parecía que el Banco conocía la situación y surgía un préstamo especial, muchas veces sin fecha de reintegro, que solucionaba en gran forma las dificultades.

Cómo no amarlo si al retirarme a los 60 años de edad, el Banco me otorgó un
incentivo de quince sueldos, conformando una cifra que yo jamás habría ni había podido reunir, y que aseguraba mi tranquilidad futura&

Y alli mismo, mientras me despedía observando con emoción los "ravioles del techo"aparecieron nuevamente los temores que antes muchos años atrás me habían acometido; el tratar de ubicarme en un punto neurálgico de mi vida, dejar de trabajar para terceros y dedicarme de lleno a una vida sin obligaciones, compromisos y horarios, empleando todos mis esfuerzos y todas esas emociones para volcarlos en los míos, en mi casa.

Era una sensación extraña, pensar que a partir de ese momento yo era dueño de todos los minutos y las horas que el destino me deparara.

Y otra vez la suerte y la buenaventura me acompañaron hasta el día de hoy, en que desde hace siete años, me siento rey de mí mismo, dueño absoluto de mi vida, que por cierto se escabulle en un hermoso marco de paz y tranquilidad.

Aparte de todo ello, quedan mil situaciones en el cofre íntimo de mis recuerdos, conformando una vida que cual enorme bolsón, sopesa dificultades y grandes alegrías, penas y satisfacciones, momentos de profunda tristeza e instantes de enormes felicidades. igualando de esa manera a la vida de todos los seres humanos.

La esposa que me deparó el destino fue el premio al que todos los hombres aspiran . Excelente compañera, madre insuperable y abuela constante y consecuente. Fue y sigue siendo barómetro que regula dificultades, dulcificando con su manera de ser todo aquello que se sale de la normalidad. De esa forma, ha hecho siempre que las alegrías fuesen triples y las tristezas, se redujeran a una tercera parte.

Los tres hijos que nos otorgó nuestra vida en común, los espléndidos y buenos consortes que conformaron sus parejas y los ocho nietos que ellos nos regalaron hacen que la vida sea color de rosa, en confraternidad, siempre juntos unidos por el maravilloso sentimiento de la familia y el amor.

De allí mi enorme placer, de allí la paz que me inunda, de allí mi sentimiento de gratitud hacia la vida, que en un balance muy general, me dio muchas más satisfacciones que disgustos, me dio mucha más paz que problemas .

Por todo eso elevo al cielo mi sentimiento de gratitud , por todas estas cosas que he recibido y que me han hecho tan feliz.