La transformación de la agricultura uruguaya
por Michael S. Castleton-Bridger
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No hay duda que el alza en el precio internacional de los granos como la soja ha transformado el panorama agrícola del Uruguay.
Esto no es malo, al contrario, ha traído una importación de tecnología importante y ha revitalizado el sector agropecuario del país. Todo esto es bueno.
Sin embargo, como casi siempre en la vida la moderación es buen camino a seguir. Es bueno ser moderado en todo, incluso a veces, la moderación.
Filosofía aparte, hay algunos aspectos de la nueva revolución agrícola que sin entrar en honduras muy técnicas deben por lo menos, cuidarse.
Nos debe preocupar la estructura de la tenencia de las 450.000 hectáreas que hoy explotan empresas argentinas o extranjeras. La mayoría de estas tierras son explotadas en arrendamiento para agricultura. Entonces no debemos olvidarnos que en definitiva la tierra sólo la custodiamos para los que nos siguen. No es nuestra en sentido histórico.
Como custodios debemos velar como buenos padres de familia por un bien que por definición es limitado y aunque no lo parezca sumamente delicado.
Por definición el arrendatario no tiene ningún compromiso en el largo plazo con la tierra que explota. Su fin, y es lógico que así sea, es maximizar su retorno inmediato, por lo tanto no es esperable que practique las mínimas técnicas de conservación y manejo de suelos.
Concomitantemente con la explosión agrícola se han empezado a explotar suelos que nunca antes se habían considerado aptos para la producción de grano. Son suelos más livianos y con estructuras y niveles de materia orgánica mucho más bajos que los tradicionales. En buen romance, suelos mucho más delicados y propensos a los estragos de la erosión si no se manejan bien.
Personalmente he visto y he estado involucrado a nivel familiar en grandes plantaciones de soja. He visto los estragos que un mal manejo pueden acarrear hasta en suelos de altísima fertilidad. Más entonces debemos vigilar la agricultura intensiva en suelos marginales.
El uso indiscriminado de herbicidas también debe ser cuidado. La realidad que en ese sentido estamos introduciendo en cantidades enormes moléculas que no necesariamente se dan en la naturaleza y debe preocuparnos su efecto a largo plazo. También he vivido este problema personalmente y como técnico.
Entonces, no es cuestión de ser Luddita en estos temas. No es cuestión de salir a lo loco y oponerse a los cambios tecnológicos en la agricultura. De ninguna manera. Es más bien a mi juicio un, despacio que tenemos apuro. Es no olvidarnos nunca que no somos más que los custodios de un bien que nos sobrepasa en el tiempo y que del cual también deberán vivir las generaciones que nos siguen.
No digo que sea el caso, pero he visto tantos ‘milagros’ y tantos desastres resultantes en materia agronómica en mi vida que cualquier precaución es poca ante la alternativa poco probable, es cierto, pero sin duda posible si no tenemos cuidado, de dejarles nada mas que desiertos a las generaciones que nos siguen.
A mi juicio al menos y con generaciones de experiencia agronómica que me avalan diría que la consigna en estas cosas debe ser, y repito, despacio que tenemos apuro.
El Uruguay aunque no lo parezca hoy por hoy, no es un país agrícola. Es un país donde se puede hacer agricultura. Esta es la sutil diferencia que nos separa con Ucrania, Kazakhstan o con la más cercana provincia de Buenos Aires.
Sería conveniente que no nos olvidáramos de esto. Lo que hay en juego es mucho y muy importante para nuestro país y para los que vivimos en esta bendita tierra.
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