Diferencias entre petropaíses
por Francisco Faig
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Una dimensión clave del orden internacional de los próximos quince años será, sin duda, el tema del aprovisionamiento de petróleo y el papel de los petropaíses en el sistema internacional. Hay distintas formas de insertar esa riqueza natural en la economía y la política de un país. Prestarles atención es también importante para elegir los rumbos a tomar en nuestra inserción internacional, cuando sabemos que parte de los problemas que nos va a dejar el Frente Amplio a partir de 2010 es una política errática en este sentido.
Están los países que generan una política de potencia apoyados sobre las exportaciones de materias primas energéticas. Rusia es el paradigma. Su reingreso a la primera escena internacional luego de los años 90 se asienta en su capacidad militar y en su producción y reservas de petróleo y gas natural. Irán se hace fuerte en su región también por el petróleo, fuente de divisas insustituible para otros planes estratégicos militares.
México y Canadá, exportadores importantes de petróleo, contribuyen a generar políticas de estabilidad internacional distintas. No hay en estos casos un proyecto de democracia soberana, como el de Vladimir Putín, ni tampoco se sigue una carrera armamentista. Como Noruega, son países que avanzan en su desarrollo apoyados en exportaciones que generan importantes divisas en un contexto de alza del precio del petróleo. Brasil por su parte, se asegura su gran consumo interno en fuerte crecimiento, y ha descubierto recientemente reservas que pueden generar una corriente exportadora de similares características que las de los países de América del norte.
Pero están los Venezuela, Libia, Gabón, Argelia… países en los que el petróleo (o el gas natural) operan como un ancla que retrasa el desarrollo. En vez de asegurar el crecimiento de una industria competitiva nacional, se concentran en un protagonismo petrolero que impide toda perspectiva de apertura y equilibrio económico. En vez de asentar bases republicanas de gobierno, se mantienen en el poder regímenes de matices democráticos que no perfeccionan la institucionalidad de (ni creen en) la democracia liberal y que redistribuyen socialmente, con mayor o menor éxito, sus rentas petroleras.
Uruguay precisa con urgencia revisar su matriz energética. La dependencia nacional del petróleo extranjero será cada vez más pesada para el país productivo.
La tentación venezolana con su petrochequera es algo que tenemos que evitar. No porque no haya que fomentar la diversidad de proveedores. Sino porque tras la diplomacia del petróleo venezolana está la utilización de una renta nacional sin consideraciones republicanas liberales, y una voluntad pequeño- imperialista de ahogar a Latinoamérica en un nuevo socialismo que repele nuestras tradiciones nacionales.
Son las consideraciones de buen gobierno republicano las que deben guiarnos como país. Nuestro continente no siempre las ha conjugado como nosotros. Y no vale la excusa de que el flujo de dinero del petróleo es tan grande que se hace imposible de manejar con sentido democrático- institucional exigente: allí está Noruega y Canadá para demostrar lo contrario.
Exigir calidad institucional es parte de la identidad blanca. A poco que se examina la variedad de ejemplos de petropaíses, nos damos cuenta que esa exigencia es la que colabora francamente en el desarrollo nacional.
La tentación de la izquierda es, muchas veces, la de menospreciar esa calidad institucional en el altar del chavismo. Entre el modelo canadiense y el venezolano, muchos compatriotas de izquierda optan por el venezolano. Importa recordar que no por cercano, es un modelo a seguir. Que entre los petropaíses, hay ejemplos muy superiores a valorar.
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