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La elección española y la Argentina
por Rosendo Fraga
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El resultado de la reciente elección española permite algunas reflexiones sobre la política argentina.
Para comenzar, el candidato del PSOE, Rodríguez Zapatero, se impuso con cerca del 44%, prácticamente el mismo porcentaje con el cual Cristina Kirchner ganó en la primera vuelta (45%) la elección presidencial de octubre.
Este es el tipo de resultado que suele darse en la política europea, en la cual la combinación del sistema parlamentario con sociedades plurales hace que, por lo general, nunca quien gana supere el 50% de los votos.
Lo mismo sucedió en Francia, donde Sarkozy tuvo una severa advertencia en las elecciones municipales, obteniendo el socialismo 47% y la coalición de centro-derecha 40%.
Las elecciones que tendrán lugar en Italia en abril y en el Reino Unido semanas después, mostrarán seguramente también fuerzas ganando con porcentajes del 40%.
Pero la elección española, ganada con el mismo porcentaje que la argentina, muestra efectos políticos muy diferentes.
En primer lugar, el PSOE no alcanza la mayoría absoluta en el parlamento y deberá recurrir a terceros partidos -de izquierda o regionalistas- para formar gobierno. En cambio, con el mismo porcentaje en la Argentina, el oficialismo obtiene una aplastante mayoría absoluta en las dos cámaras que le permite llegar a los dos tercios en el Senado y acercarse a dicha situación en la Cámara de Diputados.
En segundo término, Zapatero con el 44% gana por menos de 4 puntos sobre el Partido Popular de centro-derecha, que realiza una buena elección y queda en buena oposición para ejercer una oposición efectiva y proyectarse como alternativa de poder para dentro de cuatro años.
En cambio en la Argentina, con el 45%, Cristina Kirchner gana por 22 puntos, quedando una oposición dividida, sin capacidad de ejercer una oposición efectiva y por ahora sin poder proyectar una alternativa de poder para las legislativas del 2009.
Es una evidencia más de cómo las matemáticas y la política tienen una relación relativa y no absoluta, ya que triunfos del oficialismo con el mismo porcentaje en los dos países, producen efectos políticos e institucionales muy diferentes.
En España se confirmó y fortaleció el bipartidismo, mientras que en Argentina se profundizó su desarticulación.
La sociedad argentina le dio al triunfo oficialista el 40% en las legislativas del 2005 y el 45% en las presidenciales, como sucede con los ganadores en Europa Occidental y por lo general en los regimenes parlamentarios.
Pero el ejercicio del poder se realiza como si el triunfo hubiera sido el del candidato oficialista en Rusia, que ganó con el 70%, en un triunfo aplastante con porcentaje de partido hegemónico.
La política rusa muestra además una semejanza con la argentina, que hoy no se exhibe en ningún otro país: en Rusia es Mevedev al gobierno y Putin al poder -quien seguirá como primer ministro- así como en la Argentina es Cristina al gobierno y Kirchner al poder -en este caso desde la conducción del PJ-.
El interés de los ex presidentes por controlar conglomerados empresarios en el sector energético y medios de comunicación, es otra similitud que acerca los casos de Kirchner y Putin.
El gran conflicto estructural de la política argentina es, entonces, que la sociedad vota como en Europa Occidental, con porcentajes de triunfo de sistemas bipartidista, pero el poder se está ejerciendo como en Rusia, donde los ganadores obtienen porcentajes de partido hegemónico.
La sociedad se expresa en nuestro país con pluralidad, pero ello no se trasunta en el plano político-institucional, donde el poder se ejerce como si se hubiera ganado en forma hegemónica, con porcentaje de aplastante mayoría, como si el ganador hubiera obtenido dos tercios de los votos.
La ostensible división de la oposición es la causa evidente de esta discordancia, la que sólo se resolverá cuando la política argentina vuelva a tener dos ejes partidarios -como los tiene la política española- y no sólo uno, como sucede en Argentina y Rusia.
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