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Los daños de Gargano
por Jaime Mario Trobo
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Durante los pasados tres años, y amparados por los propósitos que formaron parte del llamado compromiso para una política exterior de estado que el gobierno actual promovió antes de su instalación, hemos reclamado al gobierno su cumplimiento.
Naturalmente que para los nacionalistas los temas de las relaciones internacionales del Uruguay, precedidas por el interés nacional y desarrolladas en el marco del derecho y bajo el auspicio de principios irrenunciables como lo son la soberanía territorial y política y económica, la autodeterminación, la no intervención, la solución pacífica de las controversias y la protección de los DDHH, son tema de capital importancia en nuestra acción política. Y ello nos obliga a un activismo permanente. Sin mezquindades ni interpretaciones sectoriales en estos temas de trascendencia, siempre en el gobierno o en la oposición anteponemos el interés nacional, al partidario o ideológico.
Por ello, a pesar de las carencias que el actual gobierno exhibe desde su inicio, aún en la exclusión a la mínima participación en la administración que correspondería, no evadimos la responsabilidad de firmar documentos de acuerdo, dentro de los cuales uno relativo a la política exterior, auguraba seriedad y patriotismo para el tratamiento del tema.
Lo cierto es que la ideología, el sectarismo, la práctica de la revancha, la interpretación del interés nacional a través de la ortodoxia más trasnochada, desde el inicio de la gestión, contaminó y daño indudablemente los espacios de diálogo primero, los de talante acuerdista después, para concluir en errores garrafales en la política ordenada. Este talante no coincidió en lo más mínimo con los propósitos del documento, fue contra su espíritu y contra su letra, el resultado ha sido el daño al País.
Estas constataciones, que en principio corren por nuestra cuenta, alguien puede advertirlas animadas en un espíritu confrontativo que deriva de nuestra posición en las antípodas del ex canciller.
Pero esa conjetura cae a pedazos ante la decisión del nuevo Ministro de RREE, de demostrar desde el primer minuto de su gestión que dialogará, escuchará, se conducirá exclusivamente por el interés nacional y hará lo necesario para que se construya una “política exterior de estado”. Desde el propio gobierno se advierte, lamentablemente tarde, el error de los procedimientos, la incapacidad de las actitudes y la temeridad de muchas decisiones, hacia afuera y hacia adentro. Se ha hecho daño. Como se dice vulgarmente “…a confesión de parte relevo de pruebas…”
Pero volviendo a nuestra vocación nacional. A pesar de los traspiés y del invalorable tiempo perdido, el Partido Nacional y el Herrerismo están dispuestos a trabajar en bien de la República. La actitud del nuevo Canciller prende una luz.
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