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No preguntes lo que tu país te puede dar, sino lo que tú puedes darle a él.
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Año V Nro. 390 - Uruguay, 14 de mayo del 2010 |
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Desde el 11 de septiembre de 2001 no ha habido un gran atentado terrorista. Lo pasado en Times Square fue un intento frustrado de un aspirante a Talibán, seguramente entrenado por alguien que aprendió “Terrorismo 101” de Al Qaeda. ¿Hablando de Al Qaeda, qué pasó con la organización, perdió su habilidad asesina, o los norteamericanos la tienen tan acorralada que no puede dar el gran golpe? Las dos conjeturas son posibles. Para hacer algo superior al 11/S, hay que tener un ardid muy bien montado, y parece que no pueden armar el gran acto de gloria a Mahoma. Por otra parte, tal vez Carlos, “El Chacal”, tenía razón, cuando dijo que los de Al Qaeda son principiantes que ni siquiera saben hacer bombas. Está claro que Al Qaeda tiene simpatizantes esparcidos por el mundo, que están dispuestos a volar a cualquiera por los aires a su nombre, sin necesidad del visto bueno de su jefe máximo. Son estos los que vienen actuando últimamente. Es sugestivo que casi todos los atrapados no destacan por su inteligencia. El de los zapatos que no reventaron, pertenece al material de testeo de cualquier hospital psiquiátrico, sólo por su semblante de imbécil. El de los testículos ardientes, que fue detenido en el vuelo de navidad, no se notaba más perspicaz. Y por último aparece este nuevo incompetente en el manejo del abono químico, con rasgos más normales. Tal vez por eso no era suicida y casi logra escapar a las autoridades. Algo tienen en común los suicidas hijos de Alá, un fanatismo y estupidez descomunales, que sobrepasa la media de la idiotez aceptable, por eso son elegidos por sus clérigos y comandantes. Ninguno de sus jefes militares o religiosos se juega en un atentado. Ellos disfrutan del poder y la buena vida con los millones que les reditúa la causa islámica. Las inmolaciones las dejan para los menos pensantes, a quienes les ofrecen las vírgenes y el único orgasmo no auto provocado de su insípida existencia. ¿No es acaso más divertido y placentero visitar un burdel? Los terroristas musulmanes tienen preferencia en buscar fechas significativas para efectuar sus crímenes. El keniata escogió la noche buena, el pakistaní eligió el día en que Yitzhak Rabin firmó con Yasser Arafat, en 1994, un acuerdo de autonomía para la zona ocupada por los árabes en Israel. Rabin dijo: “Aquellos que temen hacer la paz con los árabes, desconocen el poderío militar israelí”. El primer ministro pensaba como militar y no como político. Al estrecharle la mano a Arafat, asumiendo que trataba con gente con la que se puede convivir, lo único que logró es que la causa árabe-palestina parezca justa. Rabin seguirá revolcándose en su tumba, porque nadie le causó tanto daño y dolor a Israel como él. Darles a los mercenarios árabes consentimiento para justificar su falsa lucha de liberación nacional, cuando todos sus congéneres son jordanos, viviendo en Jordania, fue un acto que no tiene perdón. Algo parecido está haciendo Barack Obama, minimizando la categoría de estos asesinos a la de delincuentes. Ningún periódico norteamericano utilizó esta vez el término “terrorista islámico”, censurado por Washington, para definir al fanático religioso de Times Square. Desde que Obama tomó el poder hace un año y medio, se produjeron cuatro atentados en suelo norteamericano. Uno de ellos no muy publicitado, en Arkansas, donde Abdulhakim Mujahid Muhammad, un musulmán, (¿qué raro, verdad?), mató a un soldado. Después del 11/S, durante los ocho años de gobierno de George W. Bush, no hubo un solo ataque terrorista dentro de Estados Unidos. Obama sigue acariciando a sus ex correligionarios mahometanos, forzándonos a verlos como gente de bien, mientras Bin Laden planifica su obra maestra, esperando el momento ideal para conmocionar al mundo. Es sólo cuestión de tiempo hasta que lo logre. Entonces veremos si Washington sigue considerando a los terroristas islámicos como simples delincuentes.
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