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De novela
por Javier García |
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El gobierno se empeñó en restar trascendencia a la fuga del coronel Gilberto Vázquez, recapturado en las últimas horas. No entiendo, sin embargo, cómo su arresto fue tan importante, pero la huida era un dato menor. Se entiende, aunque no se comparta, que la estrategia fuera esa, porque el episodio fue un papelón. Es difícil explicar lo que es una cadena de hechos y de improvisaciones que terminó en lo que tenía que terminar.
Desde que el mundo es mundo y hay gente presa, una de las cosas que desvela a un recluso es lograr su libertad. Tan es así que la autoevasión, si no hay daño a cosas o personas, no está penada.
Dentro de los recursos que algunos evalúan para lograr la libertad está la fuga y para evitar esto es que existen las guardias carcelarias y los dispositivos de seguridad. Aun así, alguno se escapa. Si esto sucede cuando están custodiados, sin vigilancia se fugan siempre. Y eso es lo que sucedió esta semana: se fugó un preso que no tenía custodia. Parece insólito pero así fue.
Este hombre tenía, según detalló la ministra de Defensa, un "acompañante" que a su vez era de grado inferior al preso y por lo tanto el que mandaba en la circunstancia era el recluso. De antología.
A ello se suma que una vez fugado las autoridades tardaron cuatro horas y media para hacer la denuncia en la seccional 9ª, que está a seis cuadras del Hospital Militar. Que recibió ayuda es una conclusión bastante obvia, seguramente no se tomó el ómnibus en la esquina de 8 de octubre y Centenario, y alguien lo estaba esperando.
Pero hay que ir acostumbrándose a un gobierno dónde los presos en Santiago Vázquez se van por la puerta, los menores en la Colonia Berro lo hacen en camioneta con un senador oficialista de chofer y un militar preso se va sin nadie que le pegue un chistido. Este tema, por más que el gobierno haga el esfuerzo, no es menor. Es la demostración de la incapacidad del mismo para hacer cumplir las decisiones de la justicia. Cuando no obstaculiza las mismas, como lo hizo el ministro de Interior hace unos días atrás, es incapaz de hacerlas cumplir como ahora.
Este militar estaba preso en una unidad castrense porque así lo pidió el gobierno y a éste se le fue. No es que haya burlado el código de honor militar, hizo algo peor que es burlarse del gobierno y de todos nosotros. Porque parece que el mal mayor es que violó reglas de honor, como si estas generaran cierto tipo de privilegio sobre el común de los mortales.
Con código o sin él, lo que éste no puede hacer es suplir las obligaciones que las normas dictan. No hay "códigos" que estén por encima de la ley.
El Ejecutivo le negó a la gente las mínimas informaciones necesarias y durante cuarenta y ocho horas la población sólo se enteró de ellas por trascendidos sin que un solo miembro del gobierno diera la cara. Es la costumbre que tiene este Ejecutivo que se esconde cada vez que lo visitan las crisis, que cada vez lo visitan más.
El fugado se burló del gobierno y lo jaqueó mandando cartas y llamando a periodistas. Esperemos que estas circunstancias no vuelvan a reiterarse, ni las ingenuidades se reiteren y se conozcan y se asuman las responsabilidades.
Pero claro nadie tiene la culpa, es la prensa opositora, seguramente, la que inventó la fuga.
El gobierno está defraudado con Gilberto Vázquez, porque creía en su honor y seguramente también en Melchor, Gaspar y Baltasar.
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