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Los empomados |
por Jorge Asís
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Seis meses atrás, Oberdán Rocamora anticipó, desde La Haya, que Uruguay nos iba a empomar.
Tío Plinio querido: Como corresponsal itinerante, Oberdán Rocamora suele ser bastante caro. Pero compensa.
Brinda innumerables satisfacciones profesionales.
Por ejemplo, seis meses atrás, en febrero, acuérdese, se lo envió, a Rocamora, hacia el invierno de La Haya.
Conste que hubo que poner, para el pasaje, cinco mil quinientos dólares. Porque, como sabrá, Rocamora es demasiado sensible. Padece el síndrome de la clase turista.
Es decir, a Oberdán Rocamora no puede apretárselo, con una plaza en la fila 72, pasillo, asiento K.
Al menos, hay que invertir, en una cobertura con Rocamora, en la Clase Ejecutiva.
En fin, al margen de los pedrestres aspectos crematísticos, se envió al corresponsal, don Oberdán, hacia La Haya, vía Francfort, a los efectos investigativos, clarificatorios.
Para que les tomara la temperatura, con el termómetro de su experiencia, a cada uno de los 15 miembros del Tribunal de la Corte Internacional de Justicia. El que preside la "sexagenaria inglesita" Rosalyn Higgins.
A partir de los selectivos contactos, de su cotizada agenda internacional, Rocamora nos demostró, tío Plinio querido, que era el cuadro ideal para disponerse a hacer el relevamiento, in situ, sobre el inconcebible alboroto de las Papeleras de Fray Bentos.
Ocurre que don Oberdán conoce, como nadie, los pasillos del Vredespaleis. Es decir, del Palacio de La Paz. Tal vez, la idónea embajadora Ruíz Cerruti se equivocó al no consultarlo. Casi tanto como el temperamental embajador Estrada Oyuela, que lo conoce, a Rocamora, del barrio.
Sin embargo la diplomacia, en semejante desbarajuste, se encuentra fuera de juego. Incapacitada de apaciguar los desmanes demenciales que se ejecutan, desde la política. O peor, desde la carencia de conducción política.
A propósito, recordará que aquí, en el Portal, fuimos también los primeros en hablar, por ejemplo, de Las Malvinas de Entre Ríos.
Otro lamentable acierto comparativo. Porque alude a la galtierización, por parte de Argentina, del tratamiento descontrolado de la problemática.
Porque ¿quién no lo sabe? Kirchner mantiene más influencias del general Galtieri que del General Perón.
Trátase, tío Plinio querido, del disgusto que nos provoca el dossier emblemático de las Papeleras. Emblemático porque ilustra acerca de la catastrófica gestión crispada de Kirchner.
Un piloto inhabilitado para las turbulencias. Capacitado para chocar hasta una calesita.
En realidad, en medio de las jactancias reelectorales, sepa que a Kirchner habrá que ayudarlo, tío Plinio querido, a terminar su mandato.
Es decir, no hay que ayudarlo a Kirchner a "transformar el país". Como suele pedirlo en sus espantosos desbordes orales del conurbano.
Habrá que ayudarlo, en definitiva, con respiración artificial y empujones, para que no se nos desintegre en el próximo otoño. Y pueda, a los sofocones desesperados, llegar, con el vigor de algún triste glóbulo blanco, a la tensión fronteriza de octubre del 2007.
La cuestión de las Papeleras deriva en otro significativo "desastre del gobierno trivial".
Kirchner fue un confiado que se durmió, durante dos años, por la insólita alucinación de creer que podía controlar políticamente el litigio.
A partir de la inocencia estremecedora que lo incitaba a confiar, por ejemplo, en un cambio sustancial de Battle por Tabaré, el Zurdito, al que ayudaba a ganar.
Por motivos explicablemente más lícitos, Tabaré, con menos obligaciones morales de lealtad, le hizo a Kirchner lo que, en infinitamente peor medida, Kirchner le hizo a Duhalde.
Un extraordinario pito catalán.
Después del minucioso relevamiento, en cinco días, a seiscientos euros por día, Oberdán Rocamora completó, para el informe, el análisis de cada integrante del tribunal.
Para llegar a una memorable conclusión, tío Plinio querido, anticipadamente lapidaria. Evaluó que estábamos, en La Haya, fritos. Es decir, empomados.
Incluso, en un arranque de concesivo optimismo, acaso con la intención patriótica de mostrarse menos patético, Rocamora vaticinó que Argentina iba a perder, 12 a 3.
Con el disparate de la presentación de aquella medida cautelar, ante la CIJ.
Al fin y al cabo, el corresponsal se equivocó levemente, en la magnitud de la goleada.
Perdimos 14 a uno.
Conste que, la fundamentada evaluación de Rocamora fue tenida en cuenta, más en Uruguay, que en la Argentina.
De haber "tomado nota", como se indica en el lenguaje de la diplomacia, la altiva conducción de la Argentina hubiera prescindido de la hazaña. La de pasar semejante papelón internacional.
Un papelón agravado, tío Plinio querido, por el énfasis.
En política suele ser relativamente grave decir idioteces. O perder. Pero terriblemente grave es cuando las idioteces se agigantan con el énfasis indeseable de la sobreactuación.
Propias del que entrega, la estrategia nacional, hacia los códigos de la improvisación. La que conduce, infortunadamente, hacia el destino del ridículo.
Conste que días pasados, en la plenitud tensa del cierre, Oberdán Rocamora se encontraba en Caracas, en la cobertura de la forzada incorporación, del locutor Chávez, hacia el plástico del Mercosur.
Y en Buenos Aires casi alcanzamos a conmovernos, con el colega Joaquín Van Der Ramos, al ver la imagen televisiva del abrazo, entre Kirchner y Tabaré.
Comunicamos aquel sentimiento al informado Rocamora. Pero debióse censurar su comentario.
"No sean giles", nos dijo Oberdán. "Si Tabaré lo abraza tan efusivamente a Kirchner, no es por solidaridad rioplatense. Es porque mantiene la generosidad del ganador. Porque Tabaré está seguro que, en La Haya, el Uruguay nos empoma".
Es decir, tío Plinio querido, que para la fastuosa evaluación de Oberdán, los uruguayos, en La Haya, nos empomaron.
Aunque la Romina Picolotti, y la embajadora Susana, decidan atenuar patrióticamente el rigor del empome.
Corsódromo
De haberle hecho caso al liminar estudio de Rocamora, que demandó al Portal la inversión de 12 mil dólares, Argentina hubiera prescindido del escandaloso papelón.
Hasta se hubiera evitado, también, aquel arreo infamante de los gobernadores hacia el Corsódromo de Gualeguaychú.
Para someter, a los rehenes, a la humillación de incorporarlos en el colectivo disparate de la presentación cautelar, con el único objetivo de dilatar la sensación de la derrota.
Amontonados todos, los rehenes del federalismo falso, en el Corsódromo.
Los repentinos ambientalistas dependientes del manejo arbitrario de La Caja.
Los celosos protectores de la calidad de vida, sentaditos, a merced de la devoción hacia el aplauso fácil.
Justamente para hacer buena letra con la presencia. Y consolidar, para colmo, al estadista que no tuvo reparos de condenar, a los pobladores de Koluel Kaike, hacia el destino abominable del cáncer casi colectivo.
Porque, aquel que no pudo garantizar la respiración, ni siquiera el color del agua, de Koluel Kaike, en Santa Cruz, de ningún modo puede atreverse a garantizar las eternas mañanas de serenidad ecológica.
En las playas espaciosas del Ñandubaisal. En Gualeguaychú. Entre Ríos.
De todos modos, desde De la Sota hasta el inflamado Cobo vicepresidencial. Desde el erróneo Blumberg hasta Obeid, el dramático Solá o el meritorio Telerman, todos se convirtieron en severos choripaneros de la claque. En música de números vivos para los viejos cines de barrio.
Acongojados, casi conmovidos, en el Corsódromo, los rehenes, en el medio del error. En la solidaridad de la ceguera. Del acompañamiento al estadista autoritario que los lleva, de frente, a chocar, violentamente, con la calesita de la realidad de un mundo indiferente y hostil.
Por último, tío Plinio querido, sepa que de ningún modo se asiste a la alegría del acierto periodístico.
Se asiste, en el Portal, a la congoja del dolor por haber acertado.
Por haber elevado un veredicto que mantenía, entre los analfabetos funcionales, un destino previsible de descalificación.
Dígale a tía Edelma que la Dieta de la Luna cambia esta noche, a las 20. Y que, hasta el 15 de julio, o sea hasta el viernes, a las 21.38, tiene que cuidarse de no ingerir alimentos del Grupo D. O sea, cuentelé que debe cuidarse de los dulces. Sobre todo de la mermelada de naranjas amargas, y la miel de San Marcos Sierra, que la enloquece. Nada que tenga azúcar. Debe resistirse, tía Edelma, a los postres, hasta el viernes. En adelante, dígale que tiene que cuidarse de ingerir los alimentos del Grupo A. Ella sabe.
Un abrazo
Publicado con autorización del Sr. Jorge Asis
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