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Año IV - Nº 251
Uruguay,   14 de setiembre del 2007
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Darío Acevedo Carmona

Mártires de la democracia

por Darío Acevedo Carmona (1)
 
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            En un video decomisado a las FARC se puede apreciar el proceso de preparación logística y militar del operativo  que se adelantó para el secuestro de los diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca. Sin duda, la operación fue concebida casi a la perfección. El video es presentado como un acto de guerra y como un triunfo militar. Los guerrilleros, disfrazados de soldados regulares se tomaron el edificio donde los diputados sesionaban en Cali y con el pretexto de un inminente ataque terrorista los engañaron llevándoselos sin que se presentara prácticamente ninguna resistencia. Fue en abril del 2002, dos meses después de que esta guerrilla provocara el fracaso del proceso de negociación más ambicioso y generoso ofrecido por el estado colombiano desde que se iniciaron los acercamientos por allá en 1982. La ruptura de las negociaciones del Caguán, hay que recordarlo, se dio en razón del secuestro de un senador de la república que aún permanece prisionero, y de otras acciones de saboteo y abuso de la zona de despeje que había decretado el gobierno de Andrés Pastrana para facilitar el diálogo y la seguridad de los negociadores de la guerrilla.

            El drama y el sufrimiento de los familiares ha tenido esta semana (sep. 10) un desenlace parcial: al menos recuperaron sus cadáveres, ¡suena bien cruel!. Los diputados no pertenecían a ningún cuerpo armado del estado colombiano, estaban en sesión ordinaria de una corporación a la que habían sido elegidos por el voto ciudadano en elecciones libres. La pregunta que se impone no nace del capricho ni de un ejercicio de manipulación, la cuestión es la siguiente: si estos hombres eran civiles, si las Farc le ha declarado la guerra al estado colombiano, ¿por qué la emprende contra civiles indefensos, contra no combatientes como lo eran estos diputados y tantos otros ciudadanos particulares y funcionarios públicos? El DIH es enfático en condenar la toma de rehenes y en prohibir el secuestro como arma de combate. El CICR y la Alta Comisionada para los DD HH de la ONU han dicho que el secuestro es injustificable y han exigido la liberación de todos los secuestrados. ¿Acaso cree las Farc que la rebelión les da derecho de hacer lo que les venga en gana?

            ¿Ante qué clase de movimiento nos encontramos en Colombia y qué clase de ideales puede ver el mundo civilizado en una guerrilla que practica el secuestro de manera consuetudinaria, que ha cometido esta acción contra varios miles de civiles? ¿Qué clase de insurgentes son estos que matan nueve concejales de un municipio humilde (Rivera en el Tolima) a la manera del matonismo del viejo Oeste americano? ¿No ve el periodismo y los gobiernos del mundo una reedición de experiencias como la polpotiana de Camboya? como los califica, por fin, Gustavo Petro, ex guerrillero y ahora exitoso senador del Polo Democrático Alternativo (Revista Cambio, sep. 6/07).

En resumidas cuentas, el secuestro y posterior asesinato de los diputados del Valle del Cauca, departamento gobernado por el líder de izquierda y ex dirigente sindical, Angelino Garzón,  no es sólo un doble crimen de lesa humanidad, pues ofende las fibras más sensibles de todas las gentes que se ven representadas en esos seres sacrificados, sino que es también un crimen contra una democracia, así sea una democracia con deficiencias y con fallas como la colombiana. Las Farc alegan ante el mundo que su movimiento político, la Unión Patriótica, con el que pretendían incursionar en política, fue exterminado por el régimen y sus aliados paramilitares, claro que omiten referirse a su defensa de la nefasta teoría de la combinación de todas las formas de lucha, y ahora están haciendo literalmente lo mismo de lo que se han quejado: eliminar concejales, alcaldes cívicos, diputados, campesinos (por colaboradores) y mujeres porque se enamoran de soldados. Están tratando de vencer al estado colombiano destrozando vidas de representantes naturales de la población. Esto no tiene cabida en ninguna teoría política revolucionaria. Sólo las ideologías extremistas de extrema derecha e izquierda, como el nazismo, el fascismo, el estalinismo, los polpotianos y los senderistas conciben la lucha política en la dimensión del exterminio de sectores civiles y de la democracia. En esa medida son ideologías doblemente criminales al ensañarse contra los civiles y atacar los cimientos de la democracia.

            El mundo, los colombianos, los medios, los facilitadores del mal llamado “intercambio humanitario” y las fuerzas de oposición deben apreciar el profundo significado de estas imágenes de tragedia de los familiares de los diputados asesinados y de los que aún permanecen secuestrados, como lo que es: una tragedia para nuestra democracia, un atentado vil contra ella y proclamar a estos hombres, a estos líderes populares, porque eso eran, mártires de la democracia.

Medellín, septiembre 10 de 2007


(1) - Darío Acevedo Carmona - Historiador y Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Doctor en Historia de la Universidad de Huelva (España), Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, vinculado desde 1987. Columnista del periódico El Mundo de Medellín.

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