Año III - Nº 152 - Uruguay, 14 de octubre del 2005

 
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Cuando dicen sí a todo
Gobiernos que no gobiernan

* Carlos Sabino

Un texto de Carlos Sabino, publicado originalmente por la Fundación Atlas en Argentina. El tema es fascinante, el de la autoridad complaciente que quiere quedar bien con todos.


Gobiernos que a todo dicen que sí

En la era de democracias inestables que vive desde hace un tiempo la América Latina ha comenzado a aparecer una nueva especie de gobierno, un nuevo tipo de gestión de la cosa pública que se caracteriza por la amplitud de las promesas y la más decidida voluntad de quedar bien con todos los ciudadanos de su país y con la llamada comunidad internacional.

No son de izquierda ni de derecha, y en realidad no pueden ser designados exactamente tampoco como populistas: su indefinición ideológica es demasiado grande como para asignarlos a cualquiera de estas categorías. No voy a dar ejemplos concretos de esta nueva actitud política, que ya se ha hecho dominante en varios lugares, porque creo que el lector podrá reconocerla sin la menor dificultad a partir de la descripción que en seguida haremos.

Los gobiernos que a todos dicen sí se caracterizan por su deseo de agradar, de no perder puntos en las encuestas, y por lo tanto aceptan con benevolencia a quienquiera se manifieste: están a favor de la ley y el derecho pero aceptan que algunos grupos bloqueen carreteras o caminos para exigir demandas a veces absurdas. Nunca los reprimen, o lo hacen con la más extrema delicadeza, porque temen que se digan que violan sus derechos humanos. Lo mismo sucede cuando se invaden fincas o propiedades urbanas: siempre se negocia, se evita la confrontación y se trata de dejar satisfechos a todos, a los ocupantes y a los invasores por igual.

En materia de desarrollo económico se aprecian, enseguida, las mismas contradicciones: claro que se acepta que el crecimiento sólo puede producirse cuando hay estabilidad y orden, leyes claras y que se respeten, y poca interferencia con la actividad económica de los particulares. Pero, de inmediato, se pasa a escuchar los reclamos de grupos ecologistas extremos, se protegen los intereses de ciertas industrias mediante todo tipo de barreras, se crean o mantienen engorrosos reglamentos, se aumentan cuando se puede los impuestos.

Se combate a la delincuencia, por supuesto, porque éste es un reclamo de la mayoría de la población. Pero se lo hace de modo tal que los detenidos a veces quedan libres a las pocas horas, mientras se exige a la policía actuar como si fuesen abogados defensores de las mismas personas a las que deben apresar.

Lo mismo ocurre con la corrupción y con quienes, en algún tiempo, han violado los derechos humanos: se actúa con la mayor energía y decisión& siempre y cuando la acción recaiga sobre quienes ya no tienen poder político alguno, contra los partidarios de la oposición o los de gobiernos pasados que poco pueden hacer ante unos tribunales que se pliegan sin reparos a las presiones de los gobiernos y de ciertas ONGs.

Estos gobiernos, que a todos sonríen, son incapaces por eso de combatir la delincuencia, detener la corrupción, producir crecimiento económico, eliminar el desempleo o mejorar las condiciones de vida de nuestros conciudadanos. Por supuesto que, con la mejor buena voluntad, querrían combatir y acabar con estos y otros flagelos: pero se resisten a tomar las medidas que resultarían necesarias y que, sin lugar a dudas, serían también criticadas por muchos.

En estas condiciones los únicos que se benefician son los grupos que, bien organizados, están dispuestos a transgredir la ley para exigir lo que les conviene. Ellos ya se trate de ocupantes ilegales o empresarios proteccionistas son los únicos que se benefician con la inacción gubernamental, los que se fortalecen y salen ganando.

Los demás, los ciudadanos de a pie, siguen reclamando, cada vez con menos esperanzas, que por fin se haga algo, que se aplique la ley sin vacilaciones y excepciones, que se gobierne de verdad. Pero poco se hace. Así seguimos en este limbo del subdesarrollo, siempre inseguros, mientras se acentúa un debilitamiento moral que ya ha comenzado a producir consecuencias negativas para todos.

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