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Año V Nro. 273 - Uruguay, 15 de febrero del 2008   
 

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Darío Acevedo Carmona

Reelección o relevo
por Darío Acevedo Carmona - (Perfil) - Medellín/Colombia -

 
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          La decisión del partido de la U, el más cercano al pensamiento del presidente, de colocarse al frente de la recolección de firmas para hacer aprobar por vía de referendo una segunda reelección de Uribe Vélez, ha desatado gran polvareda. No es un asunto de menor monta lo que se nos propone. Se trata de buscar, según los promotores, la consolidación de una obra de gobierno que ha permitido el fortalecimiento del estado a través de la política de seguridad democrática y de encarar la más crítica situación de amenaza a nuestra soberanía en los últimos cien años.

          El destacado liderazgo y la alta favorabilidad del presidente parecen darle justificación a una segunda reelección. Ciertamente, el país requiere que la política puntal de la recuperación institucional y de la economía, que ha revertido en profundidad la amenaza de los grupos armados irregulares (GAI) sea convertida en política de estado. Sólo un espíritu suicida explicaría que cualquiera de los candidatos presidenciales del 2010 se negara a continuar la obra iniciada por Uribe en el 2002. Y, por otra parte, es indudable que el panorama internacional es desfavorable en lo que toca con las pretensiones de vecinos que se han tornado belicosos y agresivos, y de cierto nivel de incertidumbre en lo que respecta a la aprobación del TLC y al mantenimiento de una relación preferencial estratégica con EE. UU. La consolidación de la seguridad interna, alianzas internacionales claves y la preservación de la soberanía es lo que emerge como contexto de la próxima campaña presidencial, todo lo demás está relacionado con estos asuntos.

          Obligadamente hay que sopesar si los partidos políticos y los posibles candidatos a la presidencia tienen la suficiente capacidad de convocatoria, de fortaleza, de claridad y de decisión para enfrentar la delicada situación coyuntural que atraviesa el país. Pero, también hay que valorar hasta qué punto conviene o no para la consolidación de la democracia la propuesta de un tercer mandato. Pienso que la seguridad democrática ha ganado tal grado de aceptación que ningún movimiento o candidato con serias aspiraciones pueda negarse a llevar a feliz término lo que ya ha dejado resultados tan notorios como los que el actual gobierno presenta. Si, como dice el alto gobierno, estamos en el fin del fin de la lucha contra los violentos, es de esperar que dentro de tres años estemos mucho más cercanos, lo cual significa que los GAI de distinta naturaleza con pretensiones de alterar el juego de poder y la democracia habrán perdido toda posibilidad de triunfar. Ni siquiera un eventual reconocimiento de beligerancia y el subsiguiente apoyo de países vecinos a las guerrillas podrían alterar el avance y la consolidación de la seguridad democrática. Así que por este lado no hay razones para preocuparnos, o sea, para justificar la reelección sobre la base de una supuesta hecatombe (léase renacimiento de los GAI).

          En el plano internacional si bien es factible que se desate una confrontación bélica a partir de la iniciativa o provocación de algún vecino, el país tiene la suficiente unidad para rodear al mandatario de turno y cuenta con instrumentos propios y ayudas externas vitales para evitar un desastre en materia de soberanía e integridad territorial. No hay que ser apocalípticos en caso de una crisis internacional. El hecho claro es que no estamos aislados. Finalmente, queda por revisar las consecuencias institucionales y la afectación de la democracia que puede derivarse de la iniciativa de una reelección del actual presidente. Si el mismo Uribe ha planteado que prefiere la renovación y no ser obstáculo a un sano y deseado resurgir de nuevos liderazgos, no hay justificación valedera para que nos vayamos en contra de tal pensamiento. En vez de colocar al país frente a un tensión innecesaria en un momento impertinente, más bien estamos llamados a demandar del presidente el cumplimiento de la promesa que hizo cuando le anunció al país en noviembre del 2005 su intención de buscar la reelección: “Convocaré a una Gran Coalición Ciudadana que muestre la unidad dentro de la pluralidad”.

          Caracterizados líderes políticos e intelectuales han hecho ver la importancia de que se haga realidad en esta coyuntura un consenso nacional contra la violencia y para convertir la seguridad democrática en política de estado, lo que implicaría una recomposición del gobierno sobre la base de que hoy más que nunca las principales fuerzas democrática del país deben encarar de consuno los peligros de la situación. En tal sentido, si el presidente Uribe, en vez de dejarse tentar por los cantos de sirena, le sale al paso a un tercer mandato que perjudicaría el necesario relevo tan propio de las democracias, declarando que no le marcha a esa idea, entonces pasará a la historia como un estadista, pues eso querrá decir que pensó más en el futuro del país, más en la fortaleza de las instituciones democráticas que en sí mismo y que fue capaz de vencer la soberbia que nace en aquellos espíritus que se consideran imprescindibles. Uribe debe demostrar que su obra de gobierno ha sido tan sólida y tan exitosa que arrojó un buen ramillete de posibles sucesores capaces de darle continuidad a su proyecto.

Medellín, febrero 15 de 2008

 
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