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¿Verdad que adivina la diferencia?
por Helena Arce
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En menos de 3 horas viví situaciones similares con diferentes resultados. Unos 10 minutos antes de las 16.00 horas realicé un llamado a un número de teléfono de consulta, pues se me presentó una situación imprevista sobre un tema que era menester resolver hoy. . La contestación que recibí de la telefonista fue: “Si es un tema personal te paso con la encargada de responder las consultas., si es por un tema de la oficina no, pues cerramos a las 16.00, a esta hora ya no atendemos”.
A eso de las 19 y unos minutos bajé corriendo del auto, y me acerqué a una empresa que cerraba, y yo tenía que realizar una comprar y sabía que cerraba a las 19, cuando me acerqué estaba la empleada saliendo a cerrar la puerta, me paré en seco y dije: “Perdón, ya cierran me voy.” Y la empleada me dijo: “No señora, solo estoy comenzando a cerrar, entre que la atiendo”. Le dije: “Solo voy a realizar una consulta, no voy a comprar nada”. Y la empleada me contestó ante mi estupor: “No importa señora, venga que con todo gusto, la asesoro”.
El resultado fue que sobre las 16.00 horas terminé sin saber cómo resolver el problema y el que me ocasionará más de un problema. Pero además terriblemente molesta, sinceramente más que nada pues me indignó que pudiesen atenderme por un tema personal, y no por un tema de trabajo. En cambio a las 19.00 además de haber sido correctamente asesorada, realicé unas compras y salí contenta.
¿Verdad que es fácil adivinar cuál es la diferencia fundamental entre la oficina a la que llamé sobre las 16.00, con el lugar al que asistí a las 19.00?
Si claro resulta obvio, la primera llamada fue a una oficina pública de la administración central (adrede con minúsculas) y la segunda en cambio era un Comercio Privado, una mercería para ser exactos.
Así sin duda, se reafirma la desesperación de saber que cada vez reafirmamos más la realidad en la que estamos sumergidos.
Al empleado público, con honrosas excepciones, poco le importa resolver los problemas de las personas que dependen de él, no está su empleo supeditado a la subsistencia de su oficina. En cambio la empleada de la mercería, sabe perfectamente que aunque un cliente sea molesto, pues llega cuando está por cerrar, suma para que el comercio siga existiendo. Y si el comercio sigue existiendo, se asegura la continuidad de su trabajo. Así no rechaza a ningún cliente, sin importar que esté a punto de cerrar.
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