Acorralados
por Laura Etcharren
|
|
|
Los ciudadanos de la Provincia de Buenos Aires entre la delincuencia, la herencia y el discurso evangélico.
Las expectativas que los habitantes de la Provincia de Buenos Aires tenían al momento de darle la derecha a Daniel Scioli parecen diluirse ante la nueva incapacidad en la gobernación del extenso territorio. El cual se encuentra sometido a una tendencia sostenida de ineptitud gubernamental.
Desde Solá a Scioli, la crisis en materia de seguridad alcanza niveles insospechados de incoherencia, negación, ignorancia voluntaria y desconocimiento.
Una esfera de la vida que ha colapsado a nivel nacional pero que se encuentra absolutamente comprometida en la Provincia, evidenciando un estado de situación signado por la barbarie así como por el hastío de sus habitantes que observan una mayor profundización del conflicto.
Con lo cual, se pone de manifiesto, una vez más, que las promesas de las autoridades a cargo son promesas de la nada. Ficticias expresiones de deseo y retóricas que apelan a conformar a los individuos que se manifestaron y manifiestan contra la inseguridad que los envuelve.
Un endulzamiento empalagoso que busca retrasar y/o dispersar el levantamiento masivo de una sociedad que atraviesa por uno de los momentos más críticos en tiempos democráticos.
Porque lejos de haberse creado una tercera vía concreta en materia de seguridad, el actual Gobierno de la Provincia de Buenos Aires demuestra estar en crisis y a la deriva.
Conflictos personales y divergencias surgidas al momento de implementar el “plan contra la inseguridad” concluyeron con la renuncia de Martín López Perrando y con la inestabilidad en su cargo de Carlos Stornelli. Aquella que trascendió y sobre la cual se especula en el tráfico de información.
Este último y Scioli se presentan en sus declaraciones como emuladores de las señoritas que transitan los programas de chimentos de la tarde en el trillado y manoseado juego del me dijo, le dije, le digo con la diferencia que dentro de un gobierno, quienes se ven afectados son los ciudadanos. En cambio, en el marco de la televisión, los dimes y diretes se presentan como un divertimento o un grotesco que no incide sobre las formas de actuar, pensar y sentir de los sujetos.
Ahora bien, la ausencia de criterios y las contradicciones que pueden verse en el seguimiento de las declaraciones de Scioli en campaña y una vez sido gobernador electo, reflejan que los serios contratiempos al interior de su gabinete, eran una situación prevista.
Primero desestimó la postura de Arslanian en su imaginario, destacando que la inseguridad no es un producto de la pobreza, ya que son los pobres los que más seguridad reclaman. Más tarde declaró que su gestión continuaría con varios de los lineamientos de Felipe Solá y su gabinete. Con lo cual, legitimó la inacción y el fracaso de todo aquello que supuestamente se hizo para salvaguardar a los bonaerenses.
Independientemente de eso y con un holgado triunfo, Scioli se puso al frente de una compleja gobernación.
Ni sus declaraciones, ni sus vacíos de conocimiento fueron suficientes para que sus potenciales votantes disuadieran su voto para no reproducir la tragedia que en aquel entonces anunciaba, implícitamente, el candidato oficialista.
Sucede, que la nostalgia de los amantes del deporte, conmovidos por el recuerdo de los años del sujeto como corredor, pudo más.
Encontraron en él una templanza de características evangélicas al momento de hacer referencia a los distintos temas que preocupan.
Individuos voluntariamente olvidadizos le otorgaron legitimidad descartando otra de sus principales características: la de ser un acomodaticio. Un “lumpen” de la política argentina que en tiempos de campaña buscaba acomodarse también, en el rol de mejor alumno de la candidata, ahora presidente de los argentinos, Cristina Fernández.
Pues el contexto es: Instancias de dos meses de gestión en la cual hubo que enfrentarse a los desastres heredados y a la sofisticación del delito que encontró en el Conurbano Bonaerense un espacio propicio para encuadrar los planes de acción.
Delincuentes especializados entremezclados con el chiquitaje delictivo se apoderaron, paulatinamente, de las calles y de la escasa tranquilidad que existía.
Se valieron de la inseguridad en “estado de sensación” para desplazar sus redes de poder y convertirse en una jauría salvaje y compleja que usufructúa de la confusión entre bandas y maras.
Razón por la cual, la inseguridad ha devenido en un negocio que busca manejar los hilos del poder a través de maniobras discursivas que no condicen con la práctica prostibularia que tiene como espectadores a personas estancadas en el siglo del miedo.
Sociedad acorralada por delincuentes, por ex funcionarios que se manejaron con el método evasivo de la negación y por un nuevo gobernador cuyos argumentos transitan un camino de premeditados intentos de conciliación.
Esto es, Solá se va y Scioli hereda desastres y genera otros debido a su interesante insolvencia enmascarada por recorridos y el verbo hacer. Aunque sean acciones irrelevantes para los problemas aquí planteados.
Decir que se hace y "hacer" como mecanismos compulsivos de resistencia en el poder.
Mientras tanto, la crisis política que repercute por carácter transitivo en lo social, ya no puede ocultarse.
Muchos se han quitado el velo del progresismo ante el panorama callejero provincial y a otros se les ha caído por ser víctimas de la temida inseguridad.
El caos agotó a comerciantes y vecinos.
Y el gobierno apoyado por los Kirchner no puedo escapar de las confusiones y muchos menos, del descalabro que el Ministro Arslanian supo dejar.
Fuente: Sociedad y Medios |
|
|