LOS DERECHOS
DE LOS PRESOS
por Roberto Bogorja
El actual Ministro del Interior, promueve la aprobación de un proyecto de ley, el que aún no ha sido lo suficientemente debatido, por el cual se liberarían determinados presos.
La misma hace referencia al problema de la superpoblación carcelaria, las indignantes condiciones en que allí se encuentran alojados, su alimentación, su recuperación, en fin, los derechos de los presos.
En lo particular creo que el sistema ha colapsado hace ya bastante tiempo, en parte porque el mismo ha pasado de ser correccional a carcelario. Es decir de una forma de encauzar a quien se había desviado del rumbo correcto, hacia una zona de reclusión de aquellos individuos que de una u otra forma han transgredido a la sociedad. O como indicó el ex presidente de la Suprema Corte, al delincuente se le considera un enfermo social y se le recluye para su cura. En este caso se le recluye para convertirlo en algo peor. En este punto es especialmente aconsejable remitirse a Foucoult.
Pero ¿por qué sucede esto? Y las conclusiones son varias, algunos dicen que tras la crisis económica hubo un aumento de hechos delictivos para poder vivir; diría que en parte si, pero en gran parte no, pues sólo han sido muy pocos aquello que verdaderamente salen a robar por hambre. El ser pobre no es sinónimo de delincuencia, el pobre sale a buscar trabajo y si no lo encuentra, intenta buscar su sustento por otros medios como por ejemplo el reciclaje, tareas zafrales, limpiavidrios, vendedores ambulantes y tantas otras que han aparecido últimamente. El pobre no necesariamente sale a robar y menos aún con los niveles de brutalidad que se han dado.
Creo que el aumento de la delincuencia se debe a tres factores. El primero es la marginación, pues ello es lo que produce un ámbito especial en donde los códigos de convivencia son otros, pues el marginado genera sus propios códigos, muy diferentes a los de la gente que los margina y con un profundo rechazo hacia el sistema y la gente que los margina. Un rechazo que muchas veces se convierte en rencor y éste a su vez genera un sentimiento de venganza. Y es esto lo que genera el segundo factor, los valores morales, éticos, sociales, se van perdiendo en función de que el sistema social produce una fuerte contradicción. Por un lado estimula el consumo, por otro lado lo limita pues reduce los puestos de trabajo, los salarios, en suma las oportunidades, es decir produce frustración. Esa pérdida de oportunidades produce marginación, y por tanto se convierte en un ciclo que reclama, pasa a la resignación, y luego a la acción contra lo que lo provocó.
Pero también se dan dos fenómenos asociados como son la progresiva pérdida de valores al no poder socializarse (incluirse dentro de la sociedad), educarse dignamente, instruirse e incluso prepararse para desarrollar tareas mejor remuneradas. Pero también se produce el hecho de la disgregación familiar, en donde se rompen los lazos familiares, los roles de padre y madre, la despreocupación de los hijos y la falta de control sobre ellos.
El tercer punto, es el extraordinario aumento que ha tenido el consumo de drogas, en especial como potenciador de determinadas acciones, pero también el de robar para obtener la droga, y luego drogarse para poder robar y así continuar el ciclo.
Por tanto creo que la única forma de lograr solucionar el problema de la delincuencia no pasa por el hecho de simplemente liberar a los presos; sino que se debe ir más en profundidad en una tendencia hacia corregir las desviaciones sociales. Y eso pasa en primer término por separar a aquellos que han cometido delitos por causas extremas y que de alguna forma son recuperables, cambiándoles la penitenciaria por el pago en servicios comunitarios. Por otro lado a aquellos que no son primarios ni fácilmente corregibles, se les debería realizar una reeducación, en la cual también se incluyan trabajos en favor de la sociedad. Trabajos que les permitirán aprender un oficio que luego les permita vivir dignamente y no volver a delinquir. Pero por sobre todo generando cambios en la sociedad de forma tal que se pueda reinsertar a aquellos que ha marginado, dándoles educación, preparación laboral, trabajo y dignidad, no limosna, sino oportunidades.
En cuanto al hacinamiento, las condiciones carcelarias, y la comida, he de decirles que existen muchos uruguayos que no han delinquido, no le han producido ningún daño a la sociedad, que por el contrario han sido dañados por la sociedad, y que viven en peores condiciones y con menos posibilidades de alimentación, pues la carne no la ven ni siquiera una vez por semana, directamente no la ven, y muchas veces ni siquiera la posibilidad de un guiso, sopón o encochado, sino un mate lavado y un pedazo de pan.
Por último sólo me queda reflexionar que antes de reclamar tanto por los derechos de los presos, que si los tienen, no nos olvidemos de los derechos de los ciudadanos. De aquellos que se han empobrecido y siguen tirando hacia adelante, de aquellos que trabajan todo el día para poder mantenerse, y de aquellas personas que siempre han vivido dignamente. Pero por sobre todo no nos olvidemos de los derechos de aquellos que han sido víctimas de la delincuencia, no sólo robadas, sino golpeadas, vejadas, violadas, y recordemos cuantas han sido las víctimas mortales de la delincuencia desenfrenada.