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¿Por quién doblan las campanas?
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por Hana Fischer |
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Es una costumbre muy antigua en los pueblos de tradición cristiana que, cuando alguien muere, la iglesia local deja sentir los lúgubres tañidos de su campana. Es un sonido inconfundible.
El poeta inglés John Donne (1572-1631), en un poema que Ernest Hemingway popularizó, expresa lo siguiente: “Ningún hombre es en sí equiparable a una isla; todo hombre es un pedazo del continente, una parte de tierra firme; si el mar llevara lejos un terrón, toda Europa queda disminuida (…) La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy una parte de la humanidad. Por eso no preguntes nunca por quién doblan las campanas, están doblando por ti”.
Desde el pasado 29 de mayo, las campanas no han parado de sonar en Venezuela. Es que ese día muchas cosas murieron en esa nación hermana. De acuerdo a lo previamente anunciado, Hugo Chávez decidió no renovar el permiso de transmisión a RCTV, un canal de televisión independiente, el de mayor audiencia de ese país, que exhibía una línea crítica hacia su gobierno. Las autoridades del medio de comunicación le solicitaron al Tribunal Supremo de Justicia que dispusiera medidas cautelares para proteger sus derechos. Este, no sólo no amparó a los ciudadanos, sino que fue cómplice del atropello estatal, al decretar el secuestro de los equipos de transmisión, para que la nueva emisora gubernamental TVES pudiera empezar a emitir de inmediato. Por lo tanto, junto con la defunción de la libertad de prensa, se extinguió hasta la fachada de un simulacro de democracia o de separación de poderes.
Es por eso que a sus luctuosos repiques se han sumado las campanas de muchos otros lugares. Sitios donde las palabras “libertad”, “gobierno limitado” y “derechos humanos” no son oportunistas ni están vaciadas de contenido.
En medio de tantas muestras de solidaridad, resalta más la bochornosa actitud asumida por los países miembros del Mercosur (Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay) que se llamaron a silencio. Alegan, que son tan respetuosos de la “soberanía” de otras naciones que no se “inmiscuyen” en sus “asuntos internos”.
Debido a este tema, muchas “caretas” y “pieles de cordero” están empezando a caer.
La central única de trabajadores del Uruguay (PIT-CNT), en un duro comunicado público apoyó la decisión del gobierno de Venezuela de no renovar el permiso debido a que “conjuntamente con los principales medios de comunicación masivos, RCTV compone un latifundio mediático que ha dedicado todos sus esfuerzos a hostigar sistemáticamente el proceso de fortalecimiento popular y democrático”. Asimismo, indica que esa medida “es consistente con un proyecto de democratización de los medios de comunicación”. Uno de sus principales dirigentes manifestó que Chávez tiene “todo el derecho” a tomar la “decisión política” de no renovar la señal.
Uno de los principales grupos políticos que integran el gobierno uruguayo, los ex guerrilleros Tupamaros, libró un comunicado público de “respaldo” a la decisión de Chávez. Uno de sus senadores expresó que “(RCTV) era una cadena golpista (y) ahora el mundo sabe que se pueden dar golpes de Estado desde los medios de comunicación”.
Otro diputado oficialista sostuvo que el Estado tiene “el derecho y la responsabilidad de otorgar las frecuencias y eventualmente retomarlas cuando culminan los plazos establecidos. Desde el punto de vista formal entiendo que no hay cuestionamientos a las medidas adoptadas por el gobierno venezolano, pero es claro que aquí subyace otra discusión”.
Llama poderosamente la atención que quienes así piensan sean los mismos que actualmente exigen “justicia” y conocer la “verdad” con respecto a los hechos ocurridos hace treinta años, cuando ellos eran los perseguidos por la represión militar. En aquel entonces, Venezuela con gran generosidad acogió a los exiliados políticos e hizo de caja de resonancia de sus denuncias.
En estos días, los estudiantes venezolanos que recorren las calles de Caracas reclaman a los gritos que nadie dé vuelta la cara ni se confunda. “Esto es dictadura”, exclaman. Y le piden al Mercosur y la OEA que “maduren”.
Por eso, latinoamericano, no preguntes por quién doblan las campanas. Están doblando por tu país.
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