Impuestos y países Al fin existe competencia
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por Leonardo Girondella Mora |
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La globalización sin duda tiene defectos, entre ellos, dificultar la vida de los empresarios que vivían bajo la protección de un gobierno que había decretado el cierre de fronteras al comercio exterior —pero los consumidores son ahora, con la libertad de comercio, beneficiados con variedad de productos a mejores precios. La competencia es buena para los consumidores, tanto es así que sería genial poder a competir a los gobiernos por la preferencia de los ciudadanos.
Podría por ejemplo, existir competencia de impuestos —gobiernos reduciendo impuestos para atraer ciudadanos. La realidad es que eso ya lleva años de suceder en la forma de paraísos fiscales a los que los gobiernos que no quieren competir se oponen —igual que un empresario protegido se opone a la apertura de fronteras. Un caso de estos, muy actual, es el que trata una columna de Samuel Gregg del Acton Institute. [véase también Los millonarios de Francia]
Gregg centra su columna en Suiza, una nación claramente neutral e inofensiva, contra la que se han declarado los políticos de la UE. No es que en Suiza se violen derechos humanos, dice el columnista, sino que los impuestos de ese país son más bajos que los de los otros. Supongo que sea como romper un cártel de productores: los países no quieren competir y acusan a quien reduce los impuestos. Dice en la columna que.
“The war of words was ignited by the French rock star Johnny Hallyday’s decision in late 2006 to move to Gstaad, Switzerland, because he was tired of France’s exorbitant tax-rates. Mr. Hallyday joins an exodus of individuals and companies from France, Germany, Italy, and Austria taking advantage of Switzerland’s 21 percent overall tax-rate and considerably lower corporate tax-rates. Liechtenstein, Switzerland’s tiny neighbor, maintains even lower tax-rates and has benefited from a similar flight”.
Entonces tenemos lo que cualquiera haría: si uno se siente abrumado con altos impuestos un país cercano da la oportunidad de seleccionarlo y evitarlos —muy parecido a lo cualquiera haría cuando un restaurante sube sus precio, ir a otro. Cada uno de los cantones en Suiza fija los impuestos a las empresas, lo que llama la atención, porque produce aún más competencia entre ellos y los ciudadanos viven mejor. Gregg ejemplifica esto con el cantón de Obwalden que tiene impuestos a las empresass de 6.6% y en menos de un año ha atraído a cerca de 400 firmas. Las oficinas europeas de Google e IBM están en Suiza.
La situación es realmente extraordinaria. Los socialistas franceses —por supuesto—han acusado a Suiza de saquear a los países de su alrededor. Gregg señala que quizá sea lo contrario y sean los gobiernos de esos países los que saquean a los ciudadanos para subsidiar a granjeros con millones de euros que no merecen y lastiman al consumidor.
Existen dos posibilidades de arreglar este asunto —una de ellas, la mejor de todas, es seguir el ejemplo suizo y que cada país de la UE compita con impuestos dictados localmente. Estarían siguiendo el viejo principio de uno de los más claros escritores franceses, F. Bastiat: la competencia anula al egoísmo propio de los humanos, en este caso el de los gobernantes. El otro remedio es forzar a Suiza a elevar sus impuestos como el resto de ese cártel abusivo.
Habla Gregg de la respuesta alemana por la salida de empresas a Eslovaquia:
“when faced with companies leaving Germany to base their headquarters in 19 percent flat-tax Slovakia, Germany’s ex-chancellor Gerhard Schroeder once accused Slovakia of “un-European” behavior. To be truly European – apparently – means giving about half your income to the government”.
Es decir, comportarse al estilo europeo es incrementar los impuestos y darle al gobierno la mitad del ingreso personal.
Y es que, en verdad, los impuestos son un costo forzado en los ciudadanos por concepto de alquiler de un lugar en un país y los servicios que allí se proveen —el que le ofrece un sitio en Suiza a una empresa, por ejemplo, le cobra menos que el que le ofrece un sitio en Francia. Cuanto más bajo sea ese impuesto, mejor vivirá la persona. Los impuestos no son una bendición, son un costo de vida. El que cree que los impuestos permiten progreso vive en un mundo de fantasía.
Pero hay más. Es una obligación moral y económica el analizar cada uno de los impuestos que un país tiene y hacerlo bajo el principio de que el mejor impuesto es el que no existe y que la siguiente mejor opción es tener impuestos muy bajos. Cada uno de los impuestos decretados debe ser probado como la única y aceptable manera de realizar un servicio —de lo contrario sería un robo real.
Lo que Suiza y otros países están realizando es un cambio extraordinario que en el fondo y por fin coloca a los gobierno es una situación que no conocían: están en competencia. Bienvenidos al mundo real... el que los socialistas aún no entienden.
Publicado con autorización de Contrapeso.info
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