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Vecinos entrometidos
por Emilio J. Cárdenas (Perfil)
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En Sudamérica se sigue violando abiertamente el principio de “no intervención”.
En los últimos años -particularmente desde la izquierda del espectro político regional- se ha evidenciado -y hasta profundizado- una peligrosa tendencia a violar -sin pudor alguno- un principio tradicional en la región: el de “no intervención en los asuntos internos de otros Estados”. Ese principio que por su trascendencia ha sido incluido específicamente en la propia Carta de la Organización de los Estados Americanos (Artículo 3, inciso e), así como en la misma Carta de las Naciones Unidas (Artículo 2, inciso 7), es esencial para el mantenimiento de la paz en la región.
No obstante, desde hace rato ya, Hugo Chávez se ríe descaradamente de él, como de tantas cosas. Cree que juega a su favor y jamás en su contra. Como si él tuviera un régimen distinto del de los demás. Por eso provoca, desafía, intimida y abusa. En su tierra y, lo que es más grave, también en tierras ajenas. Pero, como veremos, no siempre le va bien. A veces el tiro le sale por la culata y termina desairado y desairando a terceros, entre ellos a la Presidente Cristina Kirchner, cuya credibilidad está, en su propio país, por el suelo.
Veamos lo sucedido en los últimos días.
Un visitante “no anunciado”
La crisis que explotó como consecuencia de la pulseada entre el sector rural y los Kirchner terminó mal para éstos, que quedaron derrotados en el Senado y en las calles de la Argentina. Por primera vez hubo un sonoro rechazo propinado al soberbio matrimonio santacruceño.
La imagen de la Presidente quedó severamente deteriorada. Y el matrimonio “marcado”. A punto tal que muchos creemos que la imagen de presentar invulnerabilidad no puede ser reconstruida. Pero en política existe -como en los Evangelios- el instituto de la resurrección. Y nadie se resigna al fracaso.
Para recomponer lo imposible, Doña Cristina, como cabía esperar, intenta desplegar distintas estrategias.
Primero dio (por vez primera en más de cinco años de gestión del “doble comando” presidencial, lo que es todo un record de falta de transparencia y vocación cívica) una extraña “conferencia de prensa” en la que a las preguntas formuladas contestó como se le dio la gana, sin responder siquiera lo que se le requería. El diálogo con la prensa se transformó, como siempre con los Kirchner, en un monólogo en el que se recita el consabido “discurso único”, la verdad revelada. El intento solo confirmó la pésima imagen del matrimonio. Y proyectó otra patética muestra del arte de hablar desde una retórica hueca, sin decir nada.
Enseguida, recurrió a invitar al Presidente del Brasil, “Lula” da Silva a visitar Buenos Aires. “Lula” aceptó presuroso, y llegó rodeado de empresarios de su país, de manera de aparentar que existe enorme interés por invertir en la tómbola impredecible en la que los Kirchner han transformado a la Argentina.
Ante esto, celoso por no ceder “protagonismo”, Hugo Chávez quiso sumarse al “espaldarazo” externo que Cristina imploraba, para no quedarse atrás en su pretensión de “liderazgo regional”. A “Lula” se lo dijeron cuando ya estaba en Buenos Aires y los diarios brasileños reflejaron su evidente malestar por lo sucedido. Ocurre que “Lula” cree jugar en una liga en la que el poco serio Chávez no puede siquiera intentar hablar, porque nadie lo escucharía. La de las potencias: actuales u emergentes. Y no le gusta demasiado tener que compartir escenarios con el caribeño. Es “prima dona”, supone.
Estas maniobras políticas se intentan -como es habitual- en escenarios cuya coreografía está prolijamente montada, con una cuota de obsecuencia hacia nuestra debilitada Presidente, difícil de digerir. La idea es “mejorar su imagen”. Suceden ante la falta de apoyo de su pueblo y para no recurrir, como siempre hasta ahora, a generar “vítores internos” desde “multitudes alquiladas”, que ya no engañan domésticamente a nadie. Así se generan ahora estas “visitas” presidenciales vacías de contenido, que “oxigenan” quizás, pese al enorme costo que tienen.
Hugo Chávez aprovechó el reciente viaje para anunciar que su país comprará deuda externa argentina por mil millones de dólares más. A una exorbitante tasa de interés del 15%, que es consecuencia de la “genial” renegociación de la deuda externa argentina de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, en función de la cual nuestro país tiene aún herméticamente cerrado su acceso al mercado internacional de capitales, razón por la cual depende de la buena voluntad de Chávez para poder cubrir sus baches financieros, lo que siempre tiene alto precio, porque el caribeño es mal educado, pero ciertamente no tonto.
Un intento frustrado por la gente
Esta vez Chávez -que ya arrastrara a Néstor Kirchner a la selva colombiana en una aventura que terminó en un vergonzoso papelón- convenció a Cristina que, solícita, lo acompañara (envuelta en sus mil distintos atuendos de seda) a Bolivia para, entre los dos, darle un “empujoncito” político bolivariano a otro presidente debilitado: Evo Morales, quien, en medio de un gigantesco caos, estaba a solamente cuatro días de los referendos revocatorios en todo el país, que no han servido para sacar a Bolivia de la situación de “empate catastrófico” en que está.
La idea fue la de “armar” un acto con la presencia de los tres mandatarios para suscribir -con pompa inaudita- un contrato binacional que solo apunta a estudiar la factibilidad de construir una planta de tratamiento de gas para separar el etano y la gasolina que están normalmente asociadas a su estado natural. Poca cosa, obviamente. Una consultoría. Pero suficiente para intentar hacer mucho ruido político a favor de Evo Morales, particularmente frente a los menos preparados y a los más ignorantes.
La cita era en Tarija. Pero no pudo ser. La población de Tarija, justamente indignada por la maniobra, salió multitudinariamente a las calles a protestar en contra de la más que sospechosa presencia de los mandatarios extranjeros en su propia ciudad. Se dirigió al aeropuerto local (Oriel Lea Plaza) y -en los hechos- hizo imposible el aterrizaje de los aviones presidenciales. Además insultó y amenazó a los funcionarios que componían las “avanzadas presidenciales”, impidiendo así la visita. Y crispando las relaciones con los pueblos vecinos.
Esto no es nuevo, Morales no puede pisar Santa Cruz, ni Riberalta, ni Sucre, ni buena parte del territorio de su país. Ese es el precio de haber sembrado sin cesar odios y resentimientos por todas partes. La “lucha de clases”, hubiéramos dicho antes de la actual “era de los eufemismos”, en la que todo para el marxismo es igual pero está disfrazado. Para un Presidente, esta es una situación poco digna. No puede siquiera festejar las fiestas patrias en Sucre, como requiere la historia local. De horror.
Pero las cosas son así. El rechazo que él, como Cristina Kirchner, generan en buena parte de sus respectivos pueblos es profundo. De allí el ruidoso y constante repudio de muchos.
Lo grave es que la Argentina y Venezuela se hayan prestado a la aventura externa que la población local finalmente abortara. Porque con ella se hubiera violado el principio de “no intervención en los asuntos internos” de Bolivia. Pero además porque (con las interferencias indebidas) se corrió el riesgo cierto de provocar incidentes capaces de poner en juego la paz y seguridad de la región, enfrentando a distintas naciones.
Ojalá esto se comprenda, pese al patológico Chávez. Y que los dirigentes de izquierda de la región -así como los del socialismo español, que se ha plegado reiteradamente a estas aventuras políticas- sean más prudentes en el futuro. Lo mucho que está en juego en el pantano boliviano que Morales ha provocado pareciera exigir un rápido cambio de conductas y una cuota hasta ahora ausente de prudencia. Antes de que sea tarde.
Por algo el más astuto -y menos condicionado- “Lula” no intentó ser también él de la frustrada partida. Esta vez no había motivo real como cuando anunció el financiamiento del primer corredor carretero bi-oceánico. Era todo “humo”. Lula sabe cuál es el costo de “echar leña al fuego”. Y esta vez quiso “no quedar pegado”. Juega en otra “liga”, la del mundo. Y puede mirar más allá de la región. Nosotros, no.
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Fuente: Economía para todos |
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