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Las fuerzas dormidas
por Luis Alberto Lacalle Herrera
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Las que siguen son reflexiones que pretenden alejarse de lo cotidiano, de la lucha política que nos envuelve y entusiasma pero que también nos quita el tiempo necesario para que la mirada llegue un poco más arriba y adelante, oteando el mañana y adivinando las grandes líneas del futuro. Inevitablemente, tendremos que llegar a que ésta sea la esencia de los próximos enfrentamientos electorales; a que sea la materia prima de las discusiones y los eventuales debates.
De lo contrario, nos quedaremos en lo adjetivo del enfrentamiento, en lo minucioso de la lista de candidatos, en la visión parroquial y aldeana, que -teniendo su lugar- no puede sustituir a las grandes líneas de pensamiento que son las que marcan la diferencia de nivel, entre el mero episodio electoral y las grandes opciones que mediante el mismo, se ponen a consideración de los ciudadanos.
Partimos de la base de que la actual administración no ha llenado las expectativas que se generaron con su rotunda victoria, la obtención de todas la llaves del poder y el gran capital de ilusión con que se contó al inicio del período.
Constatamos un hecho: no ha habido un lineamiento claro de conducción que lograra una convergencia de los dispares movimientos integrantes del Frente Amplio; no se ha llevado a cabo un plan homogéneo e integral de gobierno que conjugue los esfuerzos, ni siquiera se ha ingresado en el camino de la revolución radical que muchos, dentro del gobierno, hubieran preferido y habían anunciado. Este gobierno ya fue el futuro. Hoy, aún en lo que le resta por delante es pasado. Habiendo podido ser el inicio de una nueva época, ha sido el final de otra, la pasada, la de los mecanismos agotados y demostradamente inoperantes.
Nuestro país padece de sobrediagnóstico. Llenas están las estanterías de planes y de resultados de comisiones técnicas, de informes de cuanto organismo internacional se piense. Miles de consultores han mirado de arriba abajo, de un costado a otro, nuestra realidad. El término futbolístico de "mediocampismo" acude inevitablemente en nuestra ayuda, para transmitir el pensamiento.
Unido esto a un cierto temor al ejercicio de la autoridad, que es otra característica de muchos de nuestros gobernantes. Hemos visto que no es buena esta combinación y que ni siquiera en un momento de tremenda prosperidad, de precios internacionales que no se veían hace un siglo, logramos arrancar del molde más que centenario de nuestra producción, hijos de la fotosíntesis y de la pradera, como en los primeros días de nuestra historia.
Todo este sentimiento, esta constatación, acarrea un gran peligro. Puede hacer caer en la trampa mortal de la desesperanza, puede caber que se llegue a la falsa, pero no menos posible conclusión, de que nada se puede hacer, de que el mecanismo democrático no es idóneo para lograr resultados eficaces, en el sentido de abrir las puertas a un tiempo mejor.
Nos rebelamos contra ello. Creemos que después de esta experiencia de gobierno, más que nunca es posible plantear una opción democrática pragmática, un par de líneas de conducción gubernativa, que logren despertar las fuerzas nacionales dormidas que están prontas a desarrollarse, si se les crean las condiciones.
No pretendemos sintetizar en estas pocas líneas un plan de gobierno, simplemente marcar dos o tres acciones conducentes a ese despertar de progreso y prosperidad.
Analicemos cuatro dimensiones de la realidad nacional que pueden ser la base. Son ellas, la extensión territorial en tierra firme, el territorio marítimo y el subsuelo, pero sobre todo la inagotable dimensión de la mente humana que en los tiempos que vivimos, es la gran generadora de riqueza.
Cultivo de la tierra, navegación, pesca y subsuelo marítimo, minería generalizada y creación de la mente convertida en propiedad intelectual, son los factores de progreso que esperan para desarrollarse plenamente. ¿Qué necesitan para ello? Fundamentalmente dos cosas: seguridad jurídica y mercado de capitales. Ambas son responsabilidad del gobierno, ambas dependen de normas jurídicas claras y duraderas. Lo demás vendrá por añadidura. Lo hará la libertad creativa del ser humano buscando su progreso y provocando el de los demás. En el mundo, en nuestro país, sobran los capitales, abundan las ideas y existen hombres y mujeres animosos que no necesitarán irse de la patria, para poder realizar sus potencialidades.
Seguridad jurídica implica reglas estables y predeterminadas, capacidad de obtener sentencias con cierta rapidez, poder cobrar los créditos, un sistema impositivo claro, simple y justo y un Estado que deje generar energía libremente, al desmonopolizar y desburocratizar. Mercado de capitales es poder acudir a la bolsa de valores, a buscar capital abundante que viendo oportunidades de ganancia, se vuelque a la actividad de riesgo con el sano objetivo de obtener una legítima ganancia. Ahí están los dineros de los trabajadores, depositados en las AFAP. No se les puede obligar a invertir.
Sí lo harán cuando sus administradores adviertan que mediante la claridad que ofrece una bolsa de valores más abarcadora, pueden arriesgar con garantías sólidas de poder cobrar su eventual dividendo.
Así funcionan los países exitosos, así se logra crear prosperidad propia, empleo para los demás e impuestos para los gobiernos.
Es tarea de los gobiernos crear este marco de seguridad y certeza, para luego dejar actuar a las fuerzas nacionales que hoy duermen, a la espera de que se les permita desarrollarse.
Sólo esperan que se las despierte.
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