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El triste destino que aguarda a Nicola Pérez…
por Fernando Pintos
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En la edición de «El País Digital» que correspondió al domingo 3 de agosto de 2008, se incluyó una nota de Diego Pérez que se titulaba así: «Nicola Pérez se convirtió en el arquero biónico». A ello se agregaba un subtítulo que explicaba esto: «Salió de Villa Noblía y lleva ¡un año y medio sin perder un partido!».
Aunque breve, el texto merece de por sí un comentario extenso. Principalmente, para todos aquellos que estamos afiliados a los colores e historia del Club Nacional de Football. Por esa razón, lo quiero comentar en este espacio. Pero, en primer término, veamos qué se decía en el artículo mencionado:
«…El nombre de Nicola Pérez todavía no es muy conocido en el ambiente futbolístico. Pero si todo sigue como va, pronto lo será. Si para muestra basta un botón, vale decir que está invicto desde su llegada a las divisiones juveniles de Nacional y ya van más de 50 partidos, a nivel nacional e internacional. Es arquero, vive un gran presente, tiene un auspicioso futuro y, además, una muy particular historia.
Este chico nació hace 18 años en la villa Isidoro Noblía, en el departamento de Cerro Largo, a 45 kilómetros de su capital: Melo. "Tiene 3.000 o 3.500 habitantes" contó, pero después, indagando mejor, uno se entera que maquilló un poco las cifras. Son menos de 2.000, aunque tal vez lo hizo para enmendar un error cometido hace algunos meses, cuando en el pueblo se enteraron que dijo ser de Melo. "Después cuando fui, no sabés lo que fue, no hubo uno que no me jodiera. Así que ahora quiero dejar bien claro que soy de Isidoro Noblía. Después te lo apunto", dijo y siguió hablando como si estuviera frente a un conocido de años.
Cuando se le preguntó por sus comienzos, apuntó la vista a lo lejos y arrancó a contar. "Empecé cuando tenía seis años. Yo en el pueblo no jugaba, pero siempre pasaba por ahí un camión lleno de `gurises` que iban a jugar a Melo. Así que le pedí a Adán Rodríguez, el técnico, que me consiguiera un lugar. El problema era que los demás tenían 10, 11 años, era mucha la diferencia". El hombre le consiguió equipo y la madre de Nicola se negó. Pero como los abuelos están para malcriar a sus nietos, "Marito" Barone lo llevó a Melo -sin contarle a su hija, claro- y allí Nicola arrancó en el fútbol. Lo hizo en el Continental y desde su llegada se adueñó del arco de la selección, categoría tras categoría. No era de extrañar entonces que jugando para el Artigas llegara al arco de la Sub 15 de Cerro Largo. Y eso le cambió la vida.
"Jugamos un partido contra la Sub 15 de Uruguay, que se estaba preparando para ir al Sudamericano y yo, antes de empezar, le dije a mis compañeros que ese era mi partido". Y vaya si lo fue. Reconoce que atajó hasta el viento y eso le abrió las puertas de la selección celeste. Se integró al plantel pero le advirtió a la familia que no se crearan falsas expectativas, porque quedaban menos de tres meses para el torneo y el grupo ya estaba formado. Pero cuando dieron la lista definitiva, escuchó su nombre -"fue el número 15 de esa lista", recuerda- y a partir de allí más puertas se le abrieron.
En Montevideo lo querían Danubio, Defensor, Peñarol y Nacional y cuando le dieron a elegir, arrancó para la sede de la Avda. 8 de Octubre. Hoy está en la Sub 20 de Diego Aguirre, en la Cuarta División tricolor y gracias a un fuerte sostén familiar no tiene apuro. "No pude terminar quinto de liceo, pero quiero hacerlo. Uno nunca sabe lo que puede pasar y tiene que estar preparado", confía y asegura tener los pies sobre la tierra. Eso a pesar de haber sido la figura en el debut celeste en Trinidad y de haber atajado dos penales. Ya sobre el final de la charla le surgió una duda: "¿Sabés qué? Nunca le pregunté a mi madre por qué no quería que jugara al fútbol. Le voy a preguntar"…».
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Primera reflexión: este jovencito tuvo la suerte de nacer y formarse en el Interior de la República Oriental del Uruguay, donde toda esa apestosa inmundicia cosmopolita y globalizadora de las grandes ciudades todavía no ha podido corroer los valores intrínsecos de nuestra gente. No es casualidad que Montevideo se haya convertido en bastión de la izquierda retrógrada uruguaya, en tanto subsiste la preferencia por los Partidos Tradicionales en los departamentos. Esa gente del Interior es a un mismo tiempo nuestro último y mayor tesoro; la reserva humana más valiosa que le va quedando a nuestro país, y debe ser valorada como tal.
Segunda reflexión. Ignoraba la calidad de este jugador. Un arquero juvenil que permanece con la valla invicta después de disputar más de 50 partidos a nivel nacional e internacional, significa una promesa formidable: no sólo para custodiar los tres caños de Nacional, sino también el pórtico de la Selección Mayor de Uruguay.
Tercera reflexión. No cabe duda que Nicola Pérez tiene un valor mucho mayor que el de cualquier futbolista promisorio. Se le dio a elegir entre Danubio, Defensor, Peñarol y Nacional. Pero prefirió al bolso. Eso dice mucho en su favor. Vale cien veces más un Nicola Pérez que un Álvaro Recoba. Y, después de todo, por espíritu, por historia, por tradición, Nacional necesita de mucha gente sana, tal cual este botija. Los fariseos y canallitas como el tal Recoba —capaces de vender por cuatro vintenes a sus propias madres, troceadas, en un mercado de caníbales— pueden y deben irse con Peñarol. Allí estarán, de una vez y por todas, en su propia casa, en confianza y entre amigos.
Cuarta reflexión. Observemos ahora, con suma atención, para ver de qué estúpidas y asquerosas maneras esta junta directiva de Nacional y su horrendo presidente se las ingenian para destruir esta promesa de crack con la mayor celeridad que les sea posible. En verdad, no me cabe ninguna duda de que así habrá de ser. Y el único interrogante radica, si mucho, en cómo habrán de ingeniárselas para hacerlo. ¿Regalarán este valioso jugador a cualquier contratista por cuatro vintenes? ¿Se lo darán en préstamo a algún equipo chico para que, ahí sí, le caigan goles de todos los colores cada vez que dispute un encuentro? ¿Se lo tirarán a Casal como bonificación, a cambio de contar por seis meses más con el concurso de alguna «estrella» del calibre de «El Chengue Morales» (¡fichita!) o algún otro individuo por el estilo? O, más sencillamente: ¿lo dejarán libre, para que vaya Peñarol corriendo y se lo lleve, a rastras, para la calle Maldonado?
Reflexión final: ésas han sido las pocas posibilidades que por el momento se vinieron a mi limitado caletre. Sépase, en consecuencia, disculpar mi limitación intelectual. Pero, en la práctica, es tan espantosa y malévola esta junta directiva de Nacional que no puede caber ni asomo de duda con respecto a que ellos, en su perfecta ineptitud, su maldad químicamente pura y ese completo odio que parecen abrigar por el glorioso tricolor, serán capaces de inventarse unas cuantas originales variantes adicionales… Todas las cuales habrán de ser, ¡por supuesto!, absolutamente peores que cualquier cosa que ni yo ni nadie pudiésemos alcanzar a imaginar o temer.
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