El Garaje por Rodrigo Blás

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         Don José Felló  es desde siempre mi mayor capital político, dispuesto a votarme, a edil, a diputado, a presidente o a papa; la cuestión es votarme, el sabrá las razones, yo nunca se las pregunté, vaya que se arrepienta.

         Vecino de sus vecinos es una especie de caudillo de acción y  discurso seco, que despierta cariños y respetos a  su  andar  ; ayudador, solidario, rezongón, desprendido, de tremenda honestidad moral y de una blanquitud  fuera de discusión, sólo comparable a su amor inclaudicable al Club Nacional de Fútbol, virtud que compartimos..

         Don José desde su Barrio San Martín ha vivido todos los latidos del  barrio, lo vio nacer, crecer, detenerse en épocas difíciles, caerse en momentos de desintegración social, es parte del barrio, es el barrio.

         Vendedor de leche cruda, cuando la economía nacional arrasó las economías  familiares compró otra vaca ya que debía regalar más leche que antes y la vaca vieja no alcanzaba para todo.¿Que diría Astori de saber que un uruguayo aumentó la producción no para aumentar la venta sino para aumentar los litros regalados?

         Más de una familia encontró en aquella leche cruda la solución  para los gurises de estómagos gruñentes, Don José debió aumentar las horas de ordeñe y se le agrandó el reparto, a la vez sus gastos eran mayores y su tiempo libre era menor, sin embargo su felicidad aumentaba.

         Bien, dejando sus vacas quietas ( en definitiva está prohibida la venta de leche cruda así que mejor no lo contemos ) en una de esas largas tardes de mate compartido con Don Felló este nos contaba la historia de esos barrio obreros de Maldonado que era igual en cualquier rincón del país.

         La gente iniciaba la construcción de su casa, marcaba el terreno, marcaba la casa ( la soñada en su tamaño futuro ) y arrancaba la construcción, una pieza multiuso, el baño, una churrasquera ( de las formas más diversas pero no faltaba nunca ) y el garaje.

         Sí leyó bien, el garaje. Luego el tiempo y el trabajo iban modificando la vivienda aparecían cuartos  definidos y otros lujos, algunas quedaban años en su construcción original, pero el garaje estaba.

         El uruguayo construía su casa para toda la vida, el sueño del autito integraba su futuro imaginario, era una meta, un espacio al que llegar, con esfuerzo, trabajo y un poco de suerte el autito llegaría.

         Algunos de esos garajes jamás vieron el auto, se transformaron en galpones de trabajo, amplio lugar para la moto o la bicicleta  pero seguían ahí los dueños de casa esperaban el momento indicado ya que sabían que en un país de desarrollo y progreso impulsado por el Estado en alguna momento se podría llegar.

         Hoy los uruguayos ya no construyen con garaje, los más no construyen, esperan con pancartas que el Estado les de la vivienda, armada sin identidad propia copia de la del vecino, con los mismos colores y mismas comodidades más allá de los gustos de cada uno, algunos no esperan directamente invaden un terreno para apurar la demanda, sin duda que el Uruguay ya no da ese mensaje de desarrollo individual posible y de construir sueños futuros, si trabajas extra no guardas para el autito, saltas la franja y pagas más impuesto, el aguinaldo se lo lleva el IRPF, el ascenso laboral significa más responsabilidad y menos plata. Hay que volver a generar el país que nos permita soñar con el desarrollo particular de nuestra gente, único motor del desarrollo general, para volver a construir garajes que llenaremos de sueños hasta que mañana pongamos el auto adentro.

         Don José cree que el año que viene deberá comprar otra vaca, la demanda va a subir, la venta será la misma.

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