Julio Sosa, El Hombre por Miguel Kertesz |
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Quienes lo ven de cerca, saben que el Esc. Freddy González está escribiendo un libro sobre Gardel, lo han visto en sus charlas sobre Julio Sosa o algún hecho histórico relacionado con la ciudad de Las Piedras.
¿Por qué, un hombre nacido en Tacuarembó, en la Asociación Histórica de Las Piedras?
Como hemos estudiado, en el siglo XIX, cuando se produce la inmigración desde Europa, el 10 de enero de 1875 se promulgó el Código Rural del Uruguay, que hace que aquel gaucho errante fuera arrimándose a los pueblos y creando lo que se llamaron los arrabales. El término “arrabal” no es solamente tanguero, es jurídico. Dice el Código: cuando termina la continuidad de las casas de los pueblos, comienzan los arrabales, las orillas, las zonas suburbanas. Entonces, en materia de tango, se puede hablar de tango “arrabalero, orillero, suburbano”. Son todos sinónimos. De niño, la única manifestación que me gustó fue el tango. Si bien nací en Tacuarembó, no me crié allí. En Canelones, en Colonia, en Maldonado. Radicado definitivamente en 1962 en la ciudad de Las Piedras. Por tanto, soy un pedrense nacido en Tacuarembó. Me atrapó la Historia de Las Piedras por la riqueza que tiene, porque da origen al concepto de “pueblo oriental” desde 1811. La íntima relación de Artigas con Las Piedras que ha hecho que me defina como “artiguista”, me empezó a interesar y, tal vez, por ser de otro lado, uno a veces mira con ojos de turista. Cosas que, por ser cotidianas, los lugareños no notan. Me empecé a preguntar dónde había sido la batalla de Las Piedras y le preguntaba a la gente y no sabía. Y no saben. Hay mucha fantasía y muchas leyendas hasta que, revisando documentos de época, empezamos a saber el porqué de muchas cosas. Eso nos fue convirtiendo en personas que hemos acumulado un conocimiento que no es común en la mayoría de la gente y que, por lo tanto, nos lleva a ser conocedores más profundos de algunos temas. Las Piedras, particularmente, tiene una riquísima Historia, en el siglo XVII, muy rica Historia en el siglo XIX, donde resalta la batalla del 18 de mayo de 1811 con Artigas. Para mí, como hecho relevante del siglo XX, está Julio Sosa. Las costumbres, cuando se van repitiendo, se transforman en tradiciones. Acá, en 1811 y el 18 de mayo no siempre fueron sinónimo de Las Piedras. Artigas no fue valorizado en el siglo XIX por los todos los compatriotas. Pero yo encuentro que en 1811 participaron de la batalla tres individuos que tienen mucho que ver con lo que nos ocupa. Bartolomé Hidalgo, creador de la lírica gauchesca del río de la Plata, los cielitos, del canto popular como arma de guerra; Eusebio Valdenegro, poeta, payador; y un sabio, que nuestra Historia machista y segregacionista no lo reconoce como tal, Joaquín Lencina, “Ansina”. Este era poeta, músico, hablaba cuatro idiomasy era un médico de la selva, manejándose con yuyos. Vivió cien años: nació en 1760 y murió en 1860. Fue un gran revolucionario. Estos individuos, con sus canciones, que prendían en el alma del pueblo, los payadores los fueron repitiendo de fogón en fogón. Así, el artiguismo no murió en esta tierra, por los cantores populares. Eso lleva a valorar mucho a los cantores. Ahí aparece también en el siglo XIX, como gran fenómeno del Uruguay, la canción criolla. Después, con la creación del tango canción por Carlos Gardel, que, no sé por qué diablos, después le quisieron cambiar la nacionalidad. Ese cantor también viene a identificar el canto de los orientales y de algunas zonas de la República Argentina. Fíjese que mélange hay acá. La revolución artiguista, el canto popular, los payadores hasta llegar a nuestros cantores, ya del siglo XX, Gardel y posteriormente Julio Sosa.
¿Qué valores destaca en cada uno de ellos?
Uno es el creador: Gardel. Y el otro, Julio Sosa, a quien le tocó una parte mucho más difícil. Primero, porque en la década del 40 había excelentes cantores intérpretes y muy buenas orquestas y porque cuando él viene a triunfar, sobre fines de los 50, habían caído muchos de esos cantores; las grandes empresas discográficas nos llenaban la cabeza con sus músicas. La globalización ya empezaba... Ante eso, se plantó Julio Sosa y fue un gran triunfador. Donde enfoqué mi manera de estudiar, no es nada difícil que, siendo un pedrense, aunque nacido en Tacuarembó, decidiera la Fundación Julio Sosa.
¿Qué es lo que no se conoce de Sosa?
Muchas cosas. Pero, tal vez, no se conozcan. Primero, porque pueden ser cosas íntimas que no tienen por qué tener gran difusión. En segundo lugar, a veces, pueden, algunos aspectos de la vida de un artista, condicionar al artista en sí mismo. Yo, a Julio Sosa quiero considerarlo como cantor. No quiero sacarlo fuera de contexto. Fue escritor, tiene un libro de poesías publicado, una película y algunas actuaciones, donde demostró ser un excelente intérprete. Y, quizás algunos rasgos de generosidad de Julio. No lo mareó el éxito. Puede haber algún rasgo o alguna anécdota en particular que no se conozca. De lo demás, lo interesante, pienso que todo se conoce. Siempre quedan anécdotas, ejemplos. Los que lo conocimos aunque lo tratáramos superficialmente, ¿sabe que pasa? A no ser una convivencia larga, una cosa aislada... Quien tiene una convivencia larga sabe de la forma de ser de una persona. Sabe lo que es normal y lo que es excepcional. Pero los que lo conocen excepcionalmente, lo ven una vez, actúa de una manera y piensan que eso es lo normal. Eso ha pasado con Julio como con Gardel. Inevitablemente hay un paralelismo entre estos dos uruguayos. Porque fueron dos grandes valores.
Ejecutaban las mismas músicas. Se repiten muchas de las canciones de Gardel...
¡Cómo no! Claro. La única ventaja, si lo es, de Julio, es que algunos de los grandes éxitos de Discépolo se produjeron después de la muerte de Gardel. Pero una de las anécdotas que quedan de Julio relata que algunos cantores se habían enojado con él porque se atrevía a grabar canciones que había grabado Gardel. Y él fue y las grabó. Con guitarra o con orquesta. Y no anduvo nada mal. Y está muy relacionado porque siendo Julio un muchachito, -él mismo lo decía-, cuando escuchó por primera vez cantar a Gardel, quedó prendado y cuando lo vio en el cine... “Yo quisiera cantar algún día como ese señor”. En el cine Stone City de Las Piedras. No es entonces, tan extraño, que lo haya tenido como patrón de medida. A uno puede gustarle el tango porque sí. Y cuando, además de gustarle, ahonda estudiándolo, sus orígenes, el motivo y la difusión, se hace mucho más sólido el conocimiento. Así, uno elige determinado tipo de orquesta, determinados cantores. Afinando el oído de tal manera... Hay gente que no sabe distinguir a Angel Vargas de Mauré o a Floreal Ruiz de Enrique Campos, que son grandes cantores, con su propio estilo, su repertorio...
Ahora, Sosa era diferente a cualquiera de ellos...
Si, lo que pasa es que siempre eran cantores de voz fina. Aparece Edmundo Rivero, con ese vozarrón. A mucha gente no le gustó. Pero, cuando viene Julio, y después Maidana, con una dicción muy clara, una voz recia que, según lo que cante, se adapta perfectamente a la imagen de lo que está interpretando. Porque no siempre andan peleando a las cuchilladas. A veces, se andan enamorando. Y uno no se anda enamorando a los golpes. Ahí hay una dulzura en la voz, que él va expresando. Pero, cuando grita “Guapo y varón”, es una voz recia. No imagino a Fiorentino cantando “Guapo y varón”. Sus estilos son totalmente distintos. U Oscar Ferrari. Éste decía: -“Yo como voy a hacer de guapo si mido un metro cincuenta.” Julio, por su forma de ser y de interpretar, dejaba todo. Se posesionaba del personaje. Hay tangos que los empezaba seis o siete veces y no podía. “En esta tarde gris”, un tango que él sentía mucho; “Madame Ivonne”, también le costó, le costó. No sé qué vivencia tuvo y le fue difícil grabarlos. Leopoldo dudó en hacerle los arreglos a Julio porque Sosa era un personaje con luz propia en el sesenta cuando se va de Pontier y llama a Leopoldo. Y Julio le decía: “Vos hacés dos y yo canto dos.” Y Leopoldo le contestaba: “No, Julio, la gente te viene a ver a vos.” Sosa se sentía uno más del grupo. Eso se lo reconocían los músicos. Él no se ponía en personaje: “Ustedes me siguen y yo canto lo que se me ocurre.” Quería muchos instrumentales. Fue solidario con los músicos.
¿Cómo lo ve la sociedad pedrense? Los comerciantes, la gente en la calle, ¿lo ven como una estatua?
Bueno, todavía hay dos generaciones. Los que conocimos a Julio Sosa y los que no lo conocieron. Los que lo conocimos y podemos imaginarnos aquellas veces que lo hemos visto y toda la gente joven. Hay quien piensa que los jóvenes rechazan al tango. Cuando yo voy a las escuelas y los liceos a hablarles sobre la historia del tango, sobre Sosa, especialmente, y de Gardel. Y los muchachos se dan cuenta que era un ser humano como ellos, un muchacho de escuela, de barrio. Ambos, de origen muy humilde y después, los chiquilines nos dicen: “A nosotros, nunca nos hablan de estas cosas...” Les parece que el tango es una canción de viejos. Cuando les digo que es de jóvenes, porque son los jóvenes quienes pueden abrazarse y disfrutar más el baile del tango. Yo les digo que nos íbamos para el lado más oscuro del salón para acariciarnos más con las muchachas. Eso, no lo hacen los viejos. Muchos firuletes que se hacen bailando, tampoco pueden hacerlos los viejos. Ante los viejos castradores, los muchachos se defienden. Si les dicen: “Ustedes son maricones”, los jóvenes piensan: “¡Pero, pará! ¿Y vos, quién sos?” Porque hay modas de usar el pelo largo, una caravana. Cada cual, que sea como quiera. A los jóvenes no les pido que les guste el tango, pero que no lo ignoren. Cuando, con el tiempo, hasta en forma distraída, la vida los castiga de alguna manera y escuchan..., se van a sentir identificados con esa letra y ahí van a ver que el tango no habla de cosas de la estratosfera. Desde el teatro griego, los dramas griegos hasta ahora, el comportamiento humano no ha variado mucho. Han pasado como tres mil años. Lo que les pasa a las figuras del tango está mucho más acá que lo que le pasa a Esquilo o a Sófocles. Hay que saber también que se comercializó, se mercantilizó la “viejita”, la “muchacha bien”, el tipo semicornudo o cornudo total, el que llora porque la mujer se le fue. Pero las mujeres no eran personas para imitar. Eran los personajes de los prostíbulos de los bailongos que se ubicaban, precisamente, en las orillas, en los arrabales del pueblo, donde venía el gaucho desclasado, donde iba el negro y el inmigrante pobre. Ahí se barajó todo eso y aparece una música que primero fue música y danza, después alguien puso una letra y alguien la cantó. Es una música muy nuestra que, con el paso del tiempo, la gente va descubriendo que toda la vida vivió como la letra de un tango. Y se da cuenta cuando se identifica con alguna.
Una cortita sobre la forma de bailar...
Originalmente, lo bailaban entre hombres. Uno escuchaba la música e imaginaba los firuletes, las piruetas, los pasos de baile que daban. Después, el tango de salón, a la uruguaya, con algunos cortes, corridas, giros, dibujar ochos y no mucho más... Está el tango ballet, ese que bailaba Rodolfo Valentino, que se ve en un programa español, es un ballet que... ¡caramba! Ese sí que no es de viejos. La mujer vuela, y así se bailaba el rock and roll por la década del ’50. Es un ejercicio hermoso pero no es el baile que uno agarra a la compañera y, más o menos, son irresistibles. Porque “Felicia”, “La Cumparsita” o “El Choclo”, uno baila solo, se mueve solo. El baile a la uruguaya es mucho más sencillo y el “aporteñado”, lo han hecho más tipo ballet. A veces, alguno inventaba algún corte nuevo, alguna corrida cruzada... pero eso no es lo común.
¿Dónde vivió, exactamente, Julio Sosa? ¿Hay varias casas de Julio Sosa?
Por lo menos, dos. Nace en la calle Luis Alberto de Herrera, que se llamaba Defensa, hoy 535 entre Elías Regules y José Pedro Varela. 2 de febrero de 1926. Antes de cumplir los dos años, se mudan a la vuelta. Era la esquina de José Pedro Varela y 20 de Febrero, hoy Ferreira Aldunate. Ahí se crió y fue a la escuela. Ya muchos pensaron que siempre vivió ahí. María Rosa, algunos años mayor que él, recuerda eso. Algunos compañeros de escuela de Julio recuerdan donde vivía durante esa época. En las orillas de Las Piedras.
Nos queda mucho en el tintero...
Y queda mucho. Uno, en la vida, nace ignorante y muere aprendiendo. Siempre viene alguien que me cuenta una anécdota, una vivencia, su relación con algún familiar... Una vez que yo termine la obra sobre Gardel y una sobre Historia de Las Piedras, viene un libro sobre Julio, mirando aspectos humanos no conocidos. Nunca dejó de ser aquel muchacho de Las Piedras.
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