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Celebrando al Tintín octogenario
por Fernando Pintos
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El belga Georges Remi nació en 1907 y murió en 1983. En el ínterin, se las ingenió para convertirse en uno de los autores de historietas más celebrados del planeta, gracias a las andanzas de su principal personaje, un reportero llamado Tintín, cuyas aventuras comenzaron a ser publicadas desde los primeros días de 1929. La posteridad guardará el recuerdo de este notable creador no por su nombre, sino por un seudónimo: Hergé. En la práctica, tal sobrenombre fue de sencilla elección, pues consistió en pronunciar las iniciales de su nombre (G.R.) invertidas en idioma francés. Las entretenidas y trepidantes aventuras de Tintín se convirtieron, a partir de aquel feliz alumbramiento, en una lectura casi obligada para varias generaciones infantiles y juveniles, principalmente en los países del Mundo Occidental. Aquellas seductoras historietas habían surgido y comenzaron a crecer en épocas con mucha menor contaminación mediática. Es decir: cuando no existían ni la televisión ni Internet. Eran aquellos unos tiempos, por añadidura, en los cuales el mundo no estaban tan superlativamente corrompido —moral, intelectual, ética, ideológicamente— como lo está ahora, y en vista de ello los claros, directos y sencillos valores que se plasmaban en el personaje y sus aventuras no despertaban el rechazo de una histérica legión de personajes «políticamente correctos».
Aún a pesar de toda la desoladora podredumbre que caracteriza este mundo globalizado, resulta alentador comprobar que inclusive hoy día las aventuras de Tintín siguen vendiendo entre dos y tres millones de copias al año, lo cual acontece más de un cuarto de siglo después de la muerte de su creador y cuando menos a tres décadas desde que escribiera su última aventura. El personaje ha sido objeto también de una interesante serie de dibujos animados y, en este momento, Steven Spielberg tiene en marcha una película sobre él y sus trajinadas aventuras. Debido a que la primera entrega de «Las aventuras de Tintín» se publicó el 10 de enero de 1929, pocos días atrás el famoso reportero se convirtió en octogenario. Y no en un anciano cualquiera, pues durante esos 80 años de vida, Tintín vendió más de 200 millones de copias de sus diversas aventuras, las cuales fueron impresas en un centenar de idiomas y dialectos. No cabe la menor duda de que, a pesar de pertenecer de lleno a la tercera edad, Tintín goza en la actualidad de una vitalidad comercial envidiable. De lo cual me congratulo, por cierto.
He publicado, con anterioridad, algún artículo vinculado de alguna manera con Tintín. Y lo expreso así —«de alguna manera»— porque más que escribir acerca de él, lo hice sobre alguna asquerosa y denigrante publicación que se hizo al respecto. Como de costumbre, se trataba de groseros y grotescos libelos marxistas, obligadamente repletos de ese resentimiento espeso como petróleo y esa ineludible oscuridad intelectual que caracteriza a todos los personajes de sumidero. Y he ahí que, ¿sorpresa?, con este 80º aniversario de Tintín resurge el hedor de la cloaca seudo intelectual, para echar una buena porción de venenoso detritus sobre el bueno de Tintín y el legado de Hergé. Véase, si no se me quisiera creer, un articulito recientemente aparecido en Internet, bajo el título de «¿Tintín era gay?»… Lo reproduzco, para que se aprecie hasta qué extremos puede llegar la morbosa confusión mental de todos esos que tan bien conocemos y cuyos desgobiernos sufrimos en buena parte del continente: los perfectos idiotas latinoamericanos. Y ciertamente: reproduciré este solemne mamarracho respetando sus múltiples errores ortográficos, ¡faltaba más!:
«…Esta semana se cumple el 80 aniversario de la creación de uno de lo personajes más importantes del mund del cómic, Tintín, y con la conmemoración han surgido las voces que aseguran que Tintín podría haber sido concebido por Hergé, su creador, como un homosexual. Quienes mantienen este argumento aseguran que, si se analizan los diferentes “pistas” qu encontramos en las aventuras de joven del tupé rubio podemos encontrar múltiples signo relativos a la identidad sexual del personaje. Atención todos los seguidores de las aventuras de Tintín a los argumentos esgrimidos para demostrar su homosexualidad.
1) Ausencia de personajes femeninos de importancia en la historia de Tintín. De hecho, tan sólo son ocho, y secundarios, de entre los 350 creados por Hergé, aunque ninguno de ellos representa a una mujer medianamente atractiva.
2) Tintín comparte casa con su amigo el capitán Haddock aunque no se hace referencia en ningún momento al modo ni las circustancias en las que se conocieron. Tintín consigue que el marinero deje la bebida y se convierte en una buena persona de la mano del joven periodista, estando dispuesto, incluso, a dejar su vida por él.
3) El resto de los amigos de Tintín son todos hombres, y en las tramas no se desvela que ninguno de ellos tuviera ningún tipo de atracción por el sexo opuesto.
4) El único personaje claramente heterosexual es su fiel perro Milú que muestra repetidamente atracción por perritas pero que en ninguna de sus aventuras llega a conseguir sus conquistas porque contuniamente sus esperanzas son frustradas por Tintín.
Sin embargo, más allá de lo que quisiera trasmitirnos Hergé con su personaje, lo cierto e que las aventuras de Tintín han enamorado desde su creación a varias generaciones que han conseguido que el cómic haya vendido más de 200 millones de copias en todo el mundo, siendo traducidas a más de 50 idiomas…».
Para decir verdad: existe todavía Tintín para rato. Y es bueno que, gracias a este carismático personaje, se reconozca de alguna manera el genio creativo de Hergé, quien en vida fue tan hostigado con algunas de esas acusaciones que suelen ser las preferidas por los cobardes, los emboscados y los bellacos. A saber: colaboracionista, fascista, racista, etcétera. Resulta por demás obvio que jamás a ninguno de tales acusadores se le hubiera pasado por la cabeza ni la más mínima posibilidad de acusar a un monstruo como Fidel Castro de tirano, ni a un engendro como Stalin de genocida… Ah… ¡Eso sí que no! (¿O acaso me equivoco?)…
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