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Año III - Nº 221
Uruguay, 16 defebrero del 2007
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La diplomacia piquetera
por Santiago del Campo

 
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            Ni Montevideo ni Buenos Aires consideran admisible negociar con los piqueteros, aunque un diplomático sudamericano insinúa que el Gobierno de Néstor Kirchner no hará nada por desactivar ni menos reprimir a los bloqueadores de puentes y caminos.

            CIENTOS DE MILES de argentinos y uruguayos circulan anualmente por los tres puentes que unen a estos dos países en el río Uruguay. En las épocas vacacionales son sobre todo argentinos quienes los trasponen, rumbo a las playas y balnearios de la República Oriental. Los ricos, aunque espléndidos, son una minoría. Mayoritarios son los turistas de clase media, trabajadores, pequeños comerciantes del interior. Pero hace ya más de dos meses que esta masiva y antigua circulación se encuentra interrumpida, con caminos y puentes cortados por elementos supuestamente ecologistas.

            En los últimos días el bloqueo se ha hecho total y sólo llegan a Uruguay quienes pueden pagar pasajes aéreos o treparse en Buenos Aires a los ferries y otras embarcaciones fluviales del sistema buque-bus. La situación afecta gravemente a este pequeño país, que no sólo ve mermados sus importantes ingresos por turismo sino que se siente agraviado en sus derechos de libre circulación y paso.

            Animado en sus inicios por la así llamada Asamblea Ambiental de Gualeguaychú, el movimiento surgió para oponerse a la construcción de la procesadora de celulosa Orión, de la finlandesa Botnia, en la ribera uruguaya de Fray Bentos. Ahora, más allá del acto de presencia de organizaciones sindicales, políticas y ciudadanas (la CGT se debate entre el apoyo y la mediación), el movimiento está realmente en manos de los “piqueteros”, un nuevo invento transandino que, si bien es seguido con interés y hasta simpatía por muchos, no deja de alarmar a sectores importantes de la inteligencia argentina.

            En un país donde también se consolidó la “nueva pobreza”, las huestes piqueteras son el instrumento para presionar pública, callejera, omnipotentemente, en favor de distintos intereses. Se mueven en la medida en que se les financie y lo mismo están para causas “ecológicas” que para empresariales. (No dejó de asombrar al periodismo argentino que la misma “Miss Gualeguaychú” que dejó bizcos el año pasado a los líderes europeos y latinoamericanos en Viena con su semidesnuda protesta ambientalista, hiciera luego lo mismo en una reunión de grandes empresarios de su país, sólo que esta vez como parte pagada de la creatividad del evento).

            Los líderes piqueteros son reconocidos y solicitados. Uno de ellos, Castells, es figura habitual en los talk-shows de televisión. El poder toma en cuenta a sus bases, dándoles un estatus parecido al de las barras bravas de los grandes clubes del fútbol, cuya actividad excede de lejos al entorno de los estadios.

            Piqueteros y barras bravas amenizan a su vez el nuevo negocio del “escrache”, mediante el cual usted puede organizar manifestaciones de desprecio contra su cónyuge infiel, sus deudores y acreedores, sus rivales de negocios, su artista enemigo. Siempre y cuando usted se entienda con sus líderes y les pague: estos movimientos “populares” representan en verdad la explotación de los pobres por los pobres. Es decir, de los pobres simples por los pobres pillos; de los pobres por el lumpen. Lejos de constituir un avance en la organización social de base, es un inmenso retroceso (como desde luego, con otras formas, pueden confirmarlo tantos vecinos de comunas populares de Chile).

            Las negociaciones diplomáticas han sido hasta ahora infructuosas. Ni Montevideo ni Buenos Aires consideran admisible negociar con los piqueteros, aunque un diplomático sudamericano insinúa que el Gobierno de Néstor Kirchner no hará nada por desactivar ni menos reprimir a los bloqueadores de puentes y caminos. Estos serían, al parecer, parte del juego interno de la política provincial argentina, por lo que las afirmaciones uruguayas de que estas acciones violentan el derecho internacional y son una agresión contra su país no han tenido eco.

            Fracasados sus intentos de buscar justicia en el Tribunal Internacional de La Haya y solidaridad política en el Mercosur, el Presidente uruguayo Tabaré Vásquez aceptó la “facilitación” del Rey de España y recibió a su enviado personal, Juan Antonio Yánez Barnuevo. El diplomático, embajador de España ante Naciones Unidas, cruza y recruza el Río de la Plata buscando una solución por la que pocos apuestan a corto plazo. Su interlocución en Buenos Aires no ha incluido hasta ahora a Kirchner. Una versión, descartada como “delirante” por funcionarios argentinos, habla de un supuesto “castigo” de Argentina y Brasil a Uruguay por las negociaciones bilaterales que Montevideo venía llevando con Estados Unidos y que desembocaron en la firma, hace una semana, de un Tifa, primer paso hacia un futuro TLC.

            Sin embargo, muchos habitantes de la pequeña República Oriental siguen confiados en que pronto llegará la caballería. ¡Ya viene Lula! ¡Ya viene Chávez! ¡Y Bachelet! Pero no se oye galope alguno a la distancia, mientras las fuerzas piqueteras siguen manteniendo la situación en sus manos. En carta abierta dirigida a Kirchner y al enviado del Rey, la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú califica a su movimiento como una “creciente revolución social” y les anuncia que ha decidido hacer “de la defensa del medio ambiente una Causa Nacional”. ¿Significa esto que el poder piquetero se movilizará ahora contra las cinco plantas de celulosa que existen en Argentina? ¿Se fundirá por entero el piqueterismo en el ambientalismo?

Fuente: Diario La Nación/Chile

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