Más y mejor República
por Francisco Faig
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Las noticias que en las últimas semanas nos llegan de Argentina nos ponen frente a un espejo político ilustrativo. Argentina no tiene instituciones republicanas de gobierno vigorosas, y allí radica gran parte de sus dificultades institucionales y de su incertidumbre en el rumbo de futuro. Parece importante ser consciente de esa realidad para mejor valorar el destino de nuestro país.
En efecto, existen en Uruguay dirigentes políticos y sindicales que no aprecian la representación democrática ni valoran el orden republicano de gobierno. La inmensa mayoría de ellos simpatizan con el Frente Amplio. Anotemos tres ejemplos de estos días.
En primer lugar, la andanada de amenazas y presiones sobre el Poder Judicial. El impuesto a las jubilaciones se transformó en un debate sobre la independencia de poderes del Estado; no tendría que haber ocurrido. El debate aquí no puede ser institucional. Debe ser sí, de aplicación y crítica sobre diferencias de políticas públicas concretas.
Luego, el proyecto de ley de educación que pretende entregar dos representantes de la máxima autoridad de la enseñanza secundaria a manos sindicales. El país está cercado por los corporativismos. Lo sabemos todos. El Frente Amplio prefiere entregar posiciones de legitimidad democrática para asegurarse espacios de influencia ideológica -los sindicatos simpatizantes de izquierda– antes que enfrentar una sustancial reforma de la educación en el país. La legitimidad popular cede ante el peso corporativo; la modernización del país, ante las reivindicaciones panfletarias de la década del sesenta esgrimidas con patética convicción.
Finalmente, el proyecto que pretende ir contra las libertades públicas y a favor de una mayor seguridad ciudadana, y que habilita los allanamientos nocturnos. De vuelta dejar de lado espacios de libertad individual para ceder a reclamos corporativos. De nuevo, olvidar grandes principios de orden republicano porque hay que promocionar cierto sentido de mayor seguridad pública (que en realidad no es tal).
El Frente Amplio y sus aliados han mostrado en estas semanas, en tres ámbitos distintos del quehacer nacional, su poco apego al sistema republicano de gobierno. Olvidan la independencia de poderes y procuran presionar ilegítimamente; ceden ante las corporaciones por cálculos electorales mezquinos; omiten el respeto a las garantías individuales, por cobrar al grito de cierta tribuna que abandona la libertad individual en el atrio del autoritarismo estatal.
El problema no es político partidario. No estamos debatiendo en torno a más o menos Estado de bienestar, en torno a más o menos políticas favorables a la iniciativa individual. El eje del debate no es derecha -izquierda, más igualdad para menos libertad o viceversa.
Lamentablemente, no es ese el centro del debate político nacional.
El problema es institucional. Antes que discutir sobre el cómo, tenemos que estar de acuerdo en el qué, en el orden establecido que queremos preservar y profundizar. No podemos dudar de las garantías individuales, de la independencia de poderes, de que la enseñanza no es un botín de corporaciones educativas.
La batalla electoral y política de 2009 es entonces más sustancial, más grave, más republicana. Ante estas iniciativas del Frente Amplio en el poder, la batalla más importante de todas, es convencer y convencernos de que hay que defender a la República de sus enemigos. Y ser conscientes de que esos enemigos existen.
Más y mejor República, es el camino emprendido por los países exitosos en el mundo. Dentro de ese modelo podremos diferir blancos y frentistas en torno a más o menos libertad empresarial, y más o menos peso del Estado, entre otros asuntos. Pero siempre dentro de una República que exige separación de poderes, respeto por las libertades públicas, primacía de la legitimidad de origen ciudadano a través del voto secreto.
Parece obvio, pero hay que recordarlo en tiempos de gobierno de izquierda.
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