El agro necesita discutir políticas para su crecimiento
por Gerardo Gallo Candolo *
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Mientras la discusión entre el gobierno y el campo va por otros carriles, el desencadenante del conflicto, la aplicación de una nueva alícuota de retenciones a los granos, sigue sin resolverse.
Los argumentos principales que utiliza el gobierno para apropiarse de las ganancias de los productores son dos: desarticular el precio interno de los alimentos con los internacionales y la facultad que tendría el estado de quedarse con parte de la llamada “renta agraria”, aquella diferencia de lucro que no se debería por el trabajo de los productores.
El gobierno parece perder la batalla de las ideas en ambos argumentos, pero es bueno conocer algunos aspectos de esos conceptos.
Mientras tanto, la realidad es que el productor argentino no solo espera que se dejen de lado argumentos equivocados, sino una política agropecuaria coherente que acompañe al crecimiento sectorial y del país en su conjunto.
RENTA AGRARIA
El concepto clásico de renta agraria, está definido por las diferencias internacionales de costos, originadas en la calidad de nuestros suelos, clima y otros, como menores costos respecto a la media mundial debido al tipo de cambio u otras decisiones gubernamentales como el precio del gas-oil, salarios más bajos que en el exterior etc.
Se basa entonces en dos conceptos, el primero en las propiedades de fertilidad del recurso suelo, a las cuales se consideran eternas.
Este es un concepto anticuado, ya que para mantener hoy esas propiedades en el tiempo son necesarias las aplicaciones continuas de fertilizantes y prácticas conservacionistas.
La Siembra Directa, las nuevas rotaciones de cultivos, el uso de semillas mejoradas a través de la biotecnología son apenas ejemplos de un nuevo mundo donde el conocimiento es la llave que permite bajar costos de producción y aumentar la productividad de los suelos argentinos.
El segundo concepto, para aclararlo deberíamos hacer un verdadero análisis de casos para estudiar la incidencia en los costos en cada uno, para detallar por zona y “paquete tecnológico” aplicado.
En la agricultura actual, los insumos, (fertilizantes, semillas y agroquímicos) son costos dolarizados y con importantes aumentos en esa moneda extranjera,
Las labores, ya sean propias o contratadas a terceros, son los únicos costos relacionados al valor gas –oil y lubricantes, pero también a los gastos de reparaciones y valores de la maquinarias nuevas.
La trilla, que normalmente en nuestro país se terceriza, tiene un valor que está relacionado al precio del grano cosechado, es decir también indirectamente dolarizado.
El principal costo de comercialización en Argentina es el flete, único país que transporta más del 80% de su producción por camión - transporte ineficiente en distancias mayores a 200 km., por consumo de energía, tiempo, y conservación de rutas; como así también responsable de aumentar la inseguridad vial -.
Este costo aumento considerablemente desde la devaluación sin tener en cuenta el valor del combustible, ubicándose hoy respecto al cereal cosechado en porcentuales similares a los vistos a los fines del 80.
En efecto, este costo imposibilita, por ejemplo, el desarrollo del sorgo en la provincia de La Pampa, ya que el camión se lleva alrededor del 30% del valor del cereal para ubicarlo en el puerto de Rosario. Situación similar a la observada en aquellos años y que orientó a los productores a sembrar granos de mayor valor unitario, léase girasol y soja.
Los costos indirectos, que son aquellos que no se le pueden atribuir a ninguna actividad específica, como el costo de comunicaciones, camionetas, reparaciones generales de mejoras, impuestos provinciales y municipales, etc.; que en la década del 90 se duplicaron, se rebajaron a un tercio después de la devaluación, para ubicarse hoy en valores similares al principio de los 90-
Es decir, que el argumento de menor costo interno por decisiones del gobierno es mínimo analizado por unidad de superficie.
Analizando el costo por unidad de producción, en muchos casos bajó, pero no por decisiones gubernamentales, sino por el aumento de los rindes unitarios, producto de las tecnologías aplicadas, es decir por uso del conocimiento.
Tecnologías de producción en las cuales los argentinos somos líderes en el mundo, y deberíamos estar orgullosos como sociedad.
Estas tecnologías se exportan, y junto a ellas otros bienes como maquinarias, secadoras, silos etc., y también promueven el turismo específico, ya que miles de productores y empresarios extranjeros nos visitan y exhiben en nuestras agro-exposiciones y establecimientos rurales a partir de esta fama bien ganada por todo nuestro sector agroindustrial.
PRECIOS INTERNOS DE LOS ALIMENTOS
Otro argumento esgrimido por el gobierno para trabar las exportaciones y aumentar las retenciones es la desarticulación de los precios internos de los alimentos con los valores internacionales.
Ejemplo mencionado por algún ministro es el caso del arroz en Brasil, que recientemente se prohibió su exportación. No es un caso comparable con el argentino.
Nuestro vecino tuvo una mala cosecha, estimada en 11,3 millones de toneladas, de las cuales consume 10.5, es decir que le queda un saldo exportable del 7% de su producción. Cabe aclarar que el arroz y el poroto negro son la base de cereal consumido por Brasil.
En Argentina se producen 95 millones de toneladas de granos y utilizamos internamente apenas un 14%, pero si lo tomamos en moneda ese porcentaje es menor, ya que el mayor consumo es maíz y trigo, cereales de menor valor unitario.
En efecto, la cosecha argentina de granos a los precios internacionales puesto en el puerto de Rosario es de alrededor de 40.000 m. de u$s, mientras que el consumo interno representan unos 3.500 de la misma moneda.
Es decir que una retención del 9% en manos del estado serviría teóricamente, para entregar a precio cero la materia prima a las industrias, engordadores de hacienda, pollos etc.
Pensando en gastos de distribución, administrativos y otros que tendría que soportar el estado nacional, un 11% de retenciones generales a los granos serían suficientes para ese fin.
Esto no pasa con la carne vacuna, donde consumimos el 85% de la producción y la solución sería otra.
La carne no es un "commodity", al procesar el novillo de exportación solo se exporta el 16% en peso de sus cortes que demandan del exterior (nosotros nos comemos el 100% de los asados ), y hay otras categorías como vaca consumo que se exportan prácticamente en su totalidad porque no se consumen en Argentina.
Eso se puede negociar liberando esas carnes a precios internacionales y vender el resto a montos domésticos, solución que posibilitó a Uruguay exportar volúmenes similares a los nuestros.
Eso se debe negociar con toda la cadena cárnica, pensando además en sumar otras medidas como las impositivas.
También se debería formalizar una efectiva promoción de consumo de otras carnes más baratas (pollo y cerdo) para que queden condiciones y precios interesantes para los ganaderos, que deben reinvertir a los efectos de hacer crecer la producción nacional.
Esta solución, al promocionar carnes que demandan intensiva mano de obra, tendría el beneficio adicional de bajar el desempleo y activar, aún más, el desarrollo armónico del interior.
A PESAR DE TODO
La realidad es que la producción de granos en la Argentina casi se triplicó en los últimos 17 años, aún en campañas de precios internacionales desfavorables y con políticas gubernamentales adversas.

Gráfico: Crecimiento de la producción de granos en Argentina desde 1990/91 al 2007/08
La razón de ese crecimiento lo debemos buscar en la idiosincrasia de nuestro hombre de campo.
Contamos con los agricultores más innovadores del mundo, posiblemente se suma la juventud de su edad promedio, - en Estados Unidos y Europa los agricultores medios superan los 55 años- pero también la condición de esa relación hombre-suelo.
No es casualidad que en nuestra patria, hace ya varias décadas, se haya inventado la cosechadora automotriz y otros adelantos aplicados al agro.
Esa es la misma naturaleza del hombre de campo argentino que posibilitó la rápida adopción de los adelantos biotecnológicos, como las semillas genéticamente modificadas, la siembra directa y otros progresos.
Las adversidades las resolvió con mayor tecnología intentando bajar sus costos de producción, y sin contar con subsidios como cuentan agricultores de otras latitudes.
Por el contrario, siempre con impuestos pesados sobre sus espaldas.
¿Qué pasaría si al productor argentino, en vez de sustraerles ganancias, se lo estimulara con verdaderas políticas públicas de desarrollo?.
* Ingeniero agrónomo, asesor de empresas agropecuarias y analista del sector en medios periodísticos.
Fuente: Fundación Atlas 1853 |
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