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El tempo económico
por Jaime Durán Chuquimia (Perfil)
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En 1935 vio la luz una genial obra, escrita por Stefan Zweig, titulada "Fouché, retrato de un político" que retrata los celebres días de la revolución francesa pasando por Robespierre, Napoleón y el tercer estado. Apasionante novela que traduce a galope tendido los apasionantes días del nacimiento del poder burgués. En ella Zweig hace un uso magistral del tempo. O tiempo en lenguaje coloquial, pues es el tiempo el que define el curso de los acontecimientos. Las decisiones debían tomarse en los momentos precisos, caso contrario uno podía acabar con la cabeza en el cesto.
Bolivia, con sus jacobinos andinos, también lleva adelante su propia revolución. Pero hay un tempo en especial que puede ser la ruina del actual gobierno: El económico. No obstante, antes de desarrollar esta idea debo confesar que la misma pertenece a Miguel Ángel Arteaga, a quien impúdicamente se la he robado, pues es él quien sostiene que en economía las cosas siempre deben hacerse con la suficiente antelación.
En la academia es común el uso de la intertemporalidad de los procesos económicos. Desde Keynes sabemos la importancia de las expectativas, esto es que los agentes toman sus decisiones no sólo mirando el presente, sino sobre la base de lo que piensan que traerá el futuro. El ejemplo más común es la teoría del consumo que indica que, en general, las personas gastan en función de su ingreso permanente que es la media de sus ingresos para un horizonte de 30 años y no tanto en función de los incrementos coyunturales que pueda obtener. Esta teoría revoluciono por completo nuestros conocimientos sobre economía, pues si bien Keynes no la exploto al máximo, si lo hicieron los neoclásicos para desprestigiar la efectividad de la política fiscal, en efecto, una expansión del gasto público podía incrementar el nivel de actividad económica, pero sólo lo haría si y solo si la gente percibiese que el efecto sería lo suficientemente duradero como para incrementar sus ingresos en forma permanente, caso contrario, la gente ahorraría lo extraordinario para la época de "vacas flacas" y no lo gastaría por lo cual el efecto sobre la demanda agregada sería nulo. De hecho, esto fue lo que sucedió en muchos países.
Inmediatamente esta constatación llevó a los economistas a observar el retraso del efecto de las medidas económicas. De esta manera, se observo que por las variaciones descritas en el párrafo anterior, las medidas no tienen efectos inmediatos sino que los mismos pueden aparecer con retrasos desde seis meses hasta 10 años. De ahí es que se aprendió que los hacedores de políticas públicas siempre deben mirar hacia adelante al momento de diseñar sus intervenciones.
Este elemental principio fue olvidado por las autoridades económicas bolivianas. En la "solicitada del Ministerio de Hacienda" del 11 de mayo de 2008 publicada en "La Razón" se anuncia que "la inflación acumulada ascendió a 5,52% en lo que va del año y de mantenerse el ritmo de los dos últimos meses, se ratifica la proyección que apunta a que a fines de año la inflación no superará el 10%". Un truco básico en economía para proyectar cualquier variable consiste en ver el pasado para ver el futuro. Así para el caso si la inflación para el primer cuatrimestre fue de 5,52%, es fácil suponer que para fin de año será de 16,56% lo cual está muy lejos del 10% añorado por el gobierno. Esto ocurrirá, sin duda "de mantenerse el ritmo" actual.
Se espera un cambio de timón en la actual conducción del proceso de cambio, pero mucho me temo que el tempo de tal cuestión haya pasado. Las medidas que ahora se tomen tendrán sus efectos como horizonte mínimo en seis meses, y para entonces puede ser que ya sea tarde, pues el tempo político se habrá acelerado y es posible que para entonces sea otro el Gobierno.
Con todo puede que exista una esperanza, esta es que se aplique una terapia de shock, o choque, que consiste en cambiar de sentido abruptamente, de manera que los cambios tengan efectos inmediatos. Así pasó en los ochenta cuando se detuvo la hiperinflación abruptamente, pero esto implica medidas dolorosas, una de ellas consiste en cambiar al equipo entero de ministros, formando un "gabinete técnico" dirigido a combatir la inflación y promover la producción. La otra consiste en embanderar las autonomías, reconociendo los resultados del referéndum del 4 de mayo, y promoviendo más bien que las mismas deben estar bajo el paraguas constitucional. La crisis siempre es sinónimo de oportunidad. La convocatoria al referéndum revocatorio encierra posibilidades impensadas que pueden ser la salida para la Administración Morales, urge por tanto diseñar medidas que permitan vencer los actuales obstáculos. Caso contrario el tempo del fin puede estar cerca.
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