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Año V Nro. 286 - Uruguay,  16 de mayo del 2008   
 

 
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2012

 

Empresario, Cúrate A Ti Mismo
Hombres de negocios como cabilderos
por Samuel Gregg

 
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“Las personas del mismo comercio e industria rara vez se reúnen para diversión y entretenimiento, sin que su conversación termine en una conspiración contra el público, o en algún artificio para elevar los precios.” La mayoría de las personas se sorprenden al descubrir que el autor de esa cita no es Marx, ni ninguna otra luminaria socialista. Viene de La Riqueza de las Naciones (1776), cuyo autor es el apóstol de los libres mercados en el siglo 18, Adam Smith.

         El punto de Smith era que —contrario a lo que a menudo se lee en los periódicos, se aprende en la escuela, o se escucha en el púlpito— muchos líderes empresariales no son partidarios entusiastas de los mercados libres. Una manifestación de esto es el “bienestar corporativo.”

         Esta frase describe a los programas de gobierno que, gracias a las figuras empresariales de cabildeo legislativo, dan tratamientos preferentes a industrias particulares usualmente por la vía de subsidios y exenciones de impuestos.

         Un ejemplo prominente es el de los subsidios agrícolas. Usualmente justificados sobre bases que van de la seguridad nacional a la preservación cultural, muchos subsidios agrícolas en EEUU y la UE van en realidad directamente a las grandes empresas agrícolas que dominan el mercado ahora.

         Los más dañados son los agricultores sufridos en las naciones en desarrollo. Su habilidad para competir en mercados internacionales es socavada directamente por esas políticas. Allí no terminan, sin embargo, muchas de las tendencias anti mercado de los ejecutivos de negocios.

         Muchos de los líderes de empresa —especialmente en EEUU y Europa Occidental— en realidad se oponen al libre comercio. Ross Perot fue sólo el más notorio de los empresarios de EEUU en oponerse a NAFTA. El libre mercado y la competencia —lo que implica desregulación y abolición de tarifas— significa que los negocios establecidos deben competir con emprendedores y empresas nacientes (a menudo en países en desarrollo) capaces de producir bienes similares y nuevos productos de manera más eficiente, de mayor calidad y a precios inferiores.

         No sorprende que muchos negocios de EEUU y Europa prefieren cabildear tarifas que los protejan de tales competidores. No es que los negocios en los países en desarrollo necesariamente apoyen al mercado libre. Muchas compañías de América Latina, por ejemplo, disfrutan de una poco saludable y cercana relación con el gobierno. Pagan sobornos para mantener lugares de privilegio en la economía.

         Por ejemplo, en 2007, El Economista reportó el surgimiento de la Boli-Burguesía en Venezuela. Un juego de palabras con el nombre del Libertador Simón Bolívar, la expresión denota una clase de hombre de negocio en Venezuela, cuyos principales activos con los contactos cercanos con el régimen de Chávez, lubricados por una cultura de cohecho que ha hecho que el Banco Mundial coloque a Venezuela como el segundo país más corrupto de América.

         Los reportes de Transparencia Internacional demuestran que la corrupción descarada de empresas y gobierno es menos común en países desarrollados. Pero algunos negocios en naciones desarrolladas emplean otros métodos, no de mercado, para alcanzar sus fines. Muchos negocios estadounidenses, por ejemplo, se coluden con gobiernos locales invocando poderes de dominio eminente usurpando los derechos de las personas cuyas propiedades están en sitios para desarrollos propuestos.

         Como nos recuerdan pensadores desde Aristóteles a Aquino y a Smith, los derechos de propiedad no son absolutos. Pero algunos la voluntad de algunos líderes empresariales para usar el poder del gobierno para salirse con la suya, refleja una falla en el entendimiento de que una fuerte protección de los derechos de propiedad es crítica para una economía próspera.

         ¿Por qué entonces son tan ambiguos algunos líderes de empresa en cuanto a los mercados libres?

         Además de resentir las disciplinas del mercado, muchos hombres de negocio no son inmunes al neo-keynesianismo que aún domina mucho de la política económica en todo el mundo. Un ejemplo es el rechazo de algunos banqueros, en la actual crisis crediticia, para considerar la quiebra de cualquier institución financiera —sin importar qué tan insolvente sea. De ahí que ellos alboroten para hacer que los gobiernos y los bancos centrales otorguen financiamientos especiales para las instituciones dañadas, en la clásica tradición keynesiana de posponer el reconocimiento final de enfrentar el problema dejando que las instituciones quebradas caigan en, bueno, la quiebra.

         Otra fuente de la ambivalencia de las empresas es, sorprendentemente, las escuelas de negocios. A menudo pensamos que las escuelas de negocios producen capitalistas duros creadores de riqueza. Sin duda algunas los producen. Pero en un examen más cercano, muchos planes de estudios de las escuelas de negocios revela que su enfoque primario es la administración —contabilidad, finanzas, personal, administración de procesos— no la competencia libre ni el emprendedor.

         Mientras que un aspecto importante de los negocios, la administración no trata en sí misma la toma de riesgos. La administración es más sobre planeación y control. A menudo lucha y sospecha de la creatividad económica.

         Claramente no es suficiente para las empresas ser “pro negocios.” Los líderes empresariales necesitan ser pro libre empresa, pro competencia libre, pro libre comercio. De otra manera se arriesgan a ser simplemente cabilderos, ayudando a crear un mundo en el que la influencia política cuenta más que la habilidad del emprendedor, los consumidores pagan más por productos de menor calidad y los pobres en las naciones desarrolladas se alejan de los mercados globales que les darían más esperanzas de una vida mejor que cualquier monto de ayuda internacional.

         Parafraseando el evangelio de San Lucas: “Empresario, cúrate a ti mismo.”


Nota del Editor
La contribución de Gregg en este breve texto es muy valiosa, pues explica una confusión que es muy común. Muchas personas piensan que quien defiende a la libertad económica, como mercados libres, libre comercio y competencia, es un defensor de empresarios y empresas. En realidad, lo opuesto suele ser la verdad en la mayoría de los casos. Un verdadero liberal no suele ser visto con buenos ojos por muchos empresarios y hombres de negocios.
La frase “bienestar corporativo” es muy afortunada y nombra a los estados de bienestar que protegen a las empresas con favores que dañan al resto. Este medio ambiente de cohabitación entre gobiernos y empresas es uno muy preferido por hombres de negocios.


Fuente: Contrapeso.Info
 
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