Coherencia desde principio a fin * Fernando Pintos
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Cumplidas congratulaciones. Después del fracaso calamitoso sufrido en las recién pasadas Eliminatorias, la selección uruguaya de fútbol ya cuenta con un nuevo director técnico, entrenador o como quieran llamarle: el maestro Oscar Tabárez. ¿Qué decir sobre él? que su
trayectoria y el consiguiente merecimiento para dirigir nuestra selección, se podrán resumir en unas cuantas palabras. Es una persona que nunca ha hecho nada resaltable; alguien que ya fracasó estrepitosamente en un Mundial, dirigiendo a una selección uruguaya por entonces plagada de estrellas; un señor que ha fallado siempre en empresas importantes, tales como dirigir a clubes con la proyección de un Boca Juniors& En una palabra: la persona menos idónea que nadie pudiera imaginarse para dirigir al combinado celeste en estos momentos, que es cuando a todos nos duele: cuando el fútbol uruguayo se encuentra rodando por los suelos. Pero, ¡por supuesto!, el señor Eugenio Figueredo y alegre compañía le quieren agregar la guindita de lujo a su Copa Melba, es decir, a su desastrosa gestión al frente de la Asociación Uruguaya de Fútbol: una gestión plagada de incapacidad, mala fé e inalterable apego por los santos principios de la Cosa Nostra.
¡Felicitaciones! De Eugenio Figueredo y sus compañeros de Junta Directiva en la AUF no se podría pedir nada mejor. Muy por el contrario: siempre podría y debería esperarse algo peor. Entonces, vuelvo a felicitarlos. O me felicito a mí mismo y también congratulo a mis cuatro
millones de compatriotas. ¿De qué nos habremos salvado? Pues debemos habernos salvado de algo muy pesado. Porque siempre es mejor tener un señor anodino, quien de seguro conseguirá -y asegurará- que el fútbol uruguayo siga transitando a los tumbos por la senda del fracaso, que abandonar la selección uruguaya de fútbol, la gloriosa celeste, en las garras lujuriosas y sanguinolentas de algún personaje siniestro al estilo del conde Drácula, Freddy Krueger, Jason Vorhees, Mike Myers, el simpático individuo de la sierra mecánica en THE TEXAS CHAINSAW MASSACRE, Al Capone, Joe Dillinger o el Caníbal de Rotemburgo. Consolémonos, entonces, que de consuelos como el nuestro, están sembrados los caminos al fracaso y a la vergüenza&
Por supuesto que, dentro de todo este patético asunto, habrán quedado varios cabos sueltos. Uno de ellos, el irrespeto para con Jorge Fossatti, un técnico que tomó a la selección en plena debacle y la fue llevando, con buen tino, hasta hacer un decoroso papel en la última Copa América y llegar, ¡cuando menos!, a una instancia final frente a los australianos. El papel de Jorge Fossatti no fue malo, ni se le puede acusar de un fracaso estrepitoso. Muy por el contrario: levantó del féretro a un cadáver y lo llevó, en una línea ascendente, hasta las puertas de la clasificación. ¿Que no se consiguió clasificar? ¡Chocolate por la noticia! Claro que no se consiguió. Pero para asegurar ese nuevo revés confluyeron muchos factores que estuvieron fuera de la voluntad y el alcance del técnico: las maniobras mafiosas de los australianos; las manipulaciones ambiguas del Grupo Casal; la incapacidad enciclopédica de Figueredo y su Junta Directiva; el divismo de unos jugadores y la falta de& ya sabemos qué, de algunos otros. E incluso con todo ese panorama desfavorable, Jorge Fossatti se las arregló para hacer un trabajo decente. Y estuvo a milímetros de alcanzar el objetivo. Por lo tanto, hacerle esta sucia jugarreta no sólo es injusto e inapropiado: también es un claro indicador de la calaña de las autoridades actuales del fútbol uruguayo.
Pero hay todavía más. Esta Junta Directiva de la AUF está a un paso de salir, ¡por fin!, del maltrecho escenario del fútbol uruguayo. En lo que me corresponde, yo sugeriría al presidente Tabaré Vázquez que los envíe en misión urgente a ocupar alguna base uruguaya en la Antártida. ¡Y que los dejen allí de por vida! Porque ya suficiente daño han hecho al fútbol uruguayo y a todos los uruguayos que son amantes de este deporte, o sea, al 99,999 por ciento de los orientales. Pero, en todo caso, el hecho de que esos personajes se salgan de la escena siempre será una excelente noticia. Sin embargo, lo que no tiene nada de excelente es que, poco antes de salirse, los tales dejen a la nueva Junta Directiva atada de pies y de manos con un contrato espurio, largo y oneroso, y a las selecciones uruguayas de todas las categorías amarradas con un personaje de escasa o ninguna capacidad. ¡Bravo! Nuevamente: ¡felicitaciones! ¡Ni Vito Corleone hubiera podido hacerlo mejor!
En todo caso, a Eugenio Figueredo y su Junta Directiva se les debe reconocer, en justicia, algo que es muy importante: coherencia y consecuencia. Desde el principio hasta el final de su patética gestión, habrán hecho hasta lo imposible por hundir al fútbol de mi país y llevarlo por debajo del nivel de los peores representativos de la CONCACAF y Oceanía. ¡Felicitémosles por ello! ¡Honor a quien honor merece!
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