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¿Autoridad o autoritarismo?
por Michael S.Castleton-Bridger
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Hay una gran diferencia entre ser autoritario y ejercer la autoridad.
Seguramente en tiempos menos apasionados, en tiempos donde la distancia permita analizar comportamientos y acontecimientos sin la natural pasión que tantas veces colorea el obrar de los humanos, el accionar del gobierno que padecemos será analizado con la objetividad y la necesaria frialdad del historiador.
Seguramente –por lo menos para el que escribe estas líneas- uno de los más grandes errores del frente amplio en el gobierno fuera el de no ejercer la legítima autoridad que le diera las urnas.
Este gobierno ha sido temeroso de imponer las más mínimas normas de convivencia civilizada en nuestra sociedad. Como es tan común en la izquierda acá, y en todos lados, parecería que piensan que un gobierno fuerte que imponga el estado de derecho como corresponde fuera atentatorio a las libertades personales.
Entonces, tenemos lo que tenemos. Los ciudadanos entre rejas y alarmas , el malandrinaje suelto en las calles, y, la libertad conculcada ‘de facto’. Es función de un buen padre de familia en el justo ejercicio de la patria potestad controlar a su progenie y a su vez inculcarle un mínimo de urbanidad y responsabilidad en sus relaciones con la sociedad que lo rodea. Esta autoridad se debe ejercer matizada siempre por el afecto pero no debe tenerse miedo en algunos casos extremos de usar la autoridad no sólo moral sino físicamente.
Con los hijos el arte es saber imponer límites sin limitarlos. Una sociedad es sustancialmente igual, hay que saber imponer límites claros sin infringir los derechos básicos que la vida en esa sociedad conlleva.
Esto solamente se puede hacer con un principio de autoridad claro y respetado en el gobierno y muy especialmente en las organizaciones que tienen esas responsabilidades.
No podemos darnos el lujo de tener Ministros del Interior cuya solución a la sobrepoblación carcelaria sea soltar presos. No podemos darnos el lujo de tener Ministras del Interior que menosprecian las legítimas angustias de la población en cuanto a seguridad pública se refiere, como, solamente sensaciones subjetivas. Cuando la delincuencia campea, rompe los ojos, deshace familias en forma trágica y obliga a vivir a la ciudadanía en un permanente estado de turbación y crispación.
La autoridad se ejerce dentro de la ley y la constitución, pero se ejerce. Es lamentable y condenable que un delincuente haya sufrido lo que haya sufrido de niño o lo que fuera. Como sociedad deberemos buscarle a la brevedad soluciones a esas situaciones, de esto no puede haber duda alguna. Sin embargo tampoco puede haber duda alguna de que mientras el delincuente actúe como tal deberá ser reprimido firmemente y sin ambages.
Los gobiernos son electos en nuestro país-a Dios gracias- en forma democrática según lo que opine el electorado de sus propuestas y candidatos.
El gobierno electo tiene como deber buscar la mayor felicidad para el mayor número de ciudadanos dentro del marco de la constitución y la ley. Parte de esta felicidad se logra dando seguridad y esa seguridad se logra ejerciendo responsable, pero firmemente, la autoridad.
El Partido Nacional incorpora en su escudo partidario el ‘fasces’ romano como símbolo de esa autoridad.
Como partido no debemos tenerle miedo a lo que la autoridad implica, y ejercerla- siempre dentro de la ley y la constitución- con la firmeza y convicción que la situación requiera.
Cualquier otra actitud vulnera uno de los derechos más básicos de la ciudadanía-la seguridad- e implica claramente una falta a las responsabilidades básicas de gobierno.
Si hay algo que deja clara la historia es que el Partido Nacional nunca, jamás, ha rehuido sus responsabilidades.
Tampoco lo hará en este tema.
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© Michael S.Castleton-Bridger |
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