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Año V Nro. 347 - Uruguay, 17 de julio del 2009
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Han pasado 59 años y el triunfo de Maracaná sigue siendo una gran “mochila” para el fútbol brasileño que pese a los mundiales alcanzados posteriormente no ha podido perdonar a sus ídolos de 1950.
El 16 de julio de aquel año todo estaba pronto para el festejo. Cuando Augusto, el capitán norteño surgió por la boca del túnel más de 200 mil personas entraron en el delirio contagiando a más de 100 millones de “torcedores” desparramados por distintos puntos del país continente. A los norteños les bastaba un empate para obtener la consagración como mejores del mundo tras haber derrotado en su serie a Yugoslavia por 2 a 0, a México por 4 a 0, a Suecia por 7 a 1 y a España por 6 a 1. El mayor estadio del mundo se había construido para esa final. La locura se apoderó del estadio y del país cuando a los 4 minutos del segundo tiempo el imparable Friaza convirtió el primer tanto del partido. De acuerdo a una publicación del diario El País en la tribuna de honor se encontraba el presidente de la FIFA Jules Rimet ensayando “una pequeña oración en portugués, la que diría al entregarle la copa al capitán del equipo brasileño. Pero vinieron luego los dos goles uruguayos provocando paros cardíacos y tentativas de suicidios en distintos puntos del país.”
El propio Rimet comentaba en la prensa norteña al otro día que “Cuando comencé a transitar por el túnel estaban empatados y el estadio se agitaba como una tempestad y las voces se amontonaban como los rumores de una furia. Cinco minutos después, cuando salí del túnel, un silencio de muerte había sustituido todo aquel tumulto. Cuando el juego termino me vi rodeado por todos lados, sin saber que hacer con la copa que llevaba en las manos. Termine por descubrir al capitán uruguayo y le entregué la copa casi a escondidas y sin decir palabras”. La selección brasileña era sin ninguna duda el mejor equipo del mundial y sin embargo debió soportar la mayor frustración de los torneos realizados hasta esa oportunidad. Hace algunos años se reunieron nuevamente en el escenario donde perdieron la gran final. Asediados por la prensa fueron contando sus vivencias y el trabajo que estaban desempeñando, que en definitiva fue lo único que les había dejado el fútbol. Relata Barboza que cuando el juez George Reade apuntó para el centro del campo dando por finalizado el partido, corrió hasta los placares para confirmar el resultado. No había ninguna duda, Brasil 1 Uruguay 2, agregando que no sabía cómo había llegado esa noche a su casa, después de caminar desde el Estadio hasta Olaría. Desde ese momento no pudo liberarse de las acusaciones del pueblo brasileño que de alguna manera lo hacían responsable de la derrota. El famoso Ademir pernambucano de Recife artillero del mundial con 8 tantos, se transformó en un excelente periodista radial y funcionario del Instituto Brasileño del Café. Zizinho dejó el fútbol y trabajo durante muchos años como Agente Fiscal, dedicándose finalmente a la dirección técnica.
Bigode fue otro de los “responsables” de la derrota brasileño, al facilitar la corrida de Ghiggia que culminó con el segundo gol uruguayo. Para Danilo reconocido como el “Príncipe” fue el día más amargo de su vida. Después del mundial continuo jugando en el Vasco logrando los campeonatos de 1951 y 52, volviendo a la selección en el Sudamericano de Lima que también perdieron. Sin embargo siguió vinculado al fútbol ejerciendo la dirección técnica de varias instituciones. Fue uno de los jugadores mejor pagos de la época, aunque finalmente le quedo solamente un apartamento. Por su parte Augusto el atlético zaguero de San Cristóbal y capitán de la selección, terminóo con una jubilación de la Policía Federal. Un capítulo aparte para Juvenal, nacido en la vecina ciudad de Santa Vitoria do Palmar, que comenzó jugando en el Brasil de Pelotas, luego en el Farroupilhas, Cruceiros, Flamengo y la selección brasileña. Ganó mucho dinero pero finalmente le quedó un terreno de 300 metros cuadrados en Santa Vitoria. Historias similares se podrían recoger de aquellos ídolos brasileños que integraron la selección del 50 y que fueron condenados por un pueblo que no admitía la posibilidad de una derrota. Para Jair la culpa de todo la tuvieron los dirigentes, “Lo que todo el mundo debe saber es que ningún jugador fue cobarde en aquella final. Culpables fueron los dirigentes de aquella época que transformaron la selección en un circo y le abrieron las puertas a los políticos”.© Julio Dornel para Informe Uruguay
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