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Año V Nro. 347 - Uruguay, 17 de julio del 2009   
 
 
 
 
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La Argentina: nueva oportunidad sin liderazgos políticos
por Manuel Mora y Araujo

 
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         El domingo 28 de junio la Argentina política dio vuelta una página y cerró un capítulo. Pero el capítulo siguiente aun no está escrito.

         El gobierno jugó casi todas sus cartas en esta elección legislativa y salió malherido. El proyecto político de Néstor Kirchner ha quedado casi sin apoyos. Los votos le fueron esquivos. Quedó en minoría en el Congreso. Los factores tradicionales de poder -empresarios, militares, Iglesia- piden cambios; los medios de prensa le son hostiles; los gobernadores aliados expresan una acuciante demanda de apertura al diálogo y de reorganización del partido Justicialista. El gobierno podría sentirse menos incómodo con el resultado de la elección, ya que finalmente un 30 por ciento de la ciudadanía lo respaldó en las urnas. Pero no es así: el gobierno, como casi todos en la Argentina, presume que si ahora volviese a votarse muchos de esos votos ya no los tendría.

         Ese es el primer dato de la situación: un gobierno débil al que le esperan dos años y medio de gestión. El segundo dato es que la oposición quedó, como se esperaba, fragmentada. Nadie dispone de un bloque sólido en el Congreso. Tienden a formarse tres espacios opositores: uno es el "centrista", que incluye a los radicales que permanecieron en su partido y los que se fueron en los últimos años; otro es el del peronismo que no acepta a Kirchner, al que se suma el centro derecha más afín al peronismo; y otro, la izquierda, inorgánica, más traviesa que programática, que obtuvo un sorprendente segundo lugar en la Ciudad de Buenos Aires.

         El tercer dato, menos tangible pero no menor, es que ya no hay liderazgos políticos fuertes en la Argentina. Las caras fuertes del oficialismo, Néstor, Cristina y el gobernador Daniel Scioli, salieron perdedores de esta elección. El vicepresidente Cobos, primero en imagen positiva en las encuestas, obtuvo un amplio triunfo en Mendoza, pero no es un líder, todavía no lidera organización política alguna. El vencedor en Buenos Aires, De Narváez, nació en Colombia y eso lo inhibe para aspirar a la presidencia; por lo demás, tampoco dispone de una organización robusta. Mauricio Macri está confinado a la Ciudad que gobierna, donde aunque obtuvo la primera pluralidad de votos no le fue demasiado bien. Carlos Reutemann, la figura ascendente del peronismo no kirchnerista, obtuvo el primer lugar en Santa Fe por una diferencia exigua. No hay grandes vencedores, no hay grandes jefes políticos al frente de organizaciones o de proyectos sólidos.

         Con todo eso, la política debe construir gobernabilidad, escenarios futuros, representación democrática. Es temprano para arriesgar pronósticos.

         La presidenta, en su conferencia de prensa al día siguiente de la derrota, insistió más en el compromiso con sus ideas que en una apertura política; pero a los pocos días convocó al diálogo -aunque en forma abstracta, sin ofrecer un programa- y de inmediato sobrevino un cambio de gabinete acompañado de rumores de alguna eventual flexibilización de la política de gobierno. Lo cierto es que casi nadie acompaña a los Kirchner en sus ideas y pocos parecen dispuestos a arriesgar su futuro político en aras de un proyecto a todas luces agotado. El único camino posible parece hoy un gobierno más flexible y abierto; el problema es que ya no resulta creíble hasta que no se lo vea en los hechos.

         Mientras tanto, la prensa se ejercita activamente en identificar a futuros "presidenciables", busca líderes casi desesperadamente. Tal vez la Argentina no los necesita; se diría que la sociedad no los está reclamando.

         Es concebible un escenario sin personalidades políticas dominantes pero con una dirigencia que -a través del arco completo de la política- empiece a pensar prioritariamente en reconstruir las organizaciones partidarias, mientras se deposita en el Congreso la tarea de buscar mínimos consensos para asegurar la gobernabilidad. Partidos reconstituidos podrían volver a desempeñar un papel central en la representación de los ciudadanos y en la legitimidad de los dirigentes y de los candidatos, a través de la participación de quienes voluntariamente se acerquen a ellos.

         Ese es el camino que la dirigencia política argentina puede empezar a recorrer. La sociedad muestra una moderada voluntad de acompañar. La Argentina está ante una oportunidad casi única para hacerlo. Sin liderazgos personalistas gravitantes -y precisamente por eso- el momento es óptimo.

Fuente: Infolatam

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