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Carta abierta a Pedro Bordaberry
por Helena Arce
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Hoy llegó un día que muchos uruguayos esperábamos.
Alguna vez escribí un artículo, manifestando mi repudio hacia su padre, repudio que de ninguna manera aceptaba se trasladara a su descendencia. Lo sigo manteniendo, por ello en estos momentos donde muchos festejan alborozadamente, y otros agradecemos en el silencio, opté por analizar la noticia, dirigiéndome a usted.
A usted, pues ha sido la cara más vista de su familia.
A usted, pues en medio de un gobierno bochornoso, se lució en un Ministerio en el cual, salvo durante la gestión de Amestoy, nadie había llevado esa cartera idóneamente.
A usted, pues podría haber sido una posible renovación, para el alicaído Partido Colorado.
A usted, pues quienes lo conocen personalmente, de todos los colores políticos, siempre me han manifestado que es una buena persona.
A usted, pues por amor filial, faltó a la ética, buscando probar la inocencia de su padre.
Confesé mi dolor al ver en un programa de televisión, a dos hijos enfrentados por problemas de 30 años atrás, heridas que nos dejaron, los oscuros años de la dictadura.
Sin embargo el brillante artículo de nuestro columnista Germán Queirolo, me hizo pensar. Era bueno ver a dos políticos, convertidos por unos minutos, en hombres con sentimientos, capaces de perder la compostura ante cámaras, defendiendo lo que aman.
A usted hoy le toca sufrir, viendo a su anciano padre llegar la hora de rendir cuentas.
No voy a caerle con la letanía, de hacerlo pensar en cuantos hijos no pudieron ver a sus padres ancianos, tampoco en aquellos jóvenes que por ideales vieron frustrados sus presentes y futuros, cuando no sus vidas. Tampoco, en las familias desmembradas por el exilio.
Y no estoy hablando aquí de los guerrilleros que se alzaron contra la democracia, por supuesto, ni de los que secuestraron y mataron. La mayoría de ellos pagaron sus culpas, y los que no, en este mundo redondo, de alguna manera pagarán también, las suyas. Pero de cualquier manera, cuando su padre deshonró el cargo para el cual había sido elegido, la guerrilla ya había sido derrotada.
Usted es bastante menor que yo, tal vez de muchas cosas no se haya enterado.
Pero yo, además de haber vivido esa época en edad ya, de plena conciencia, leí lo escrito por su padre, en la época en que ya era Presidente de facto, cuando pretendía terminar para siempre con la democracia, y los Partidos Políticos. También leí el libro escrito por Campodónico, con la anuencia de su padre.
Sinceramente no sé, si su padre tuvo una actitud activa en la muerte de nuestros Representantes Nacionales, Gutiérrez Ruiz y Michellini, y de la cual nada menos que Ferreyra Aldunate se salvó raspando. Seamos francos, dada la posición que ocupaba era difícil que no estuviera al tanto, salvo que viviera en una nube.
Usted es abogado, yo no, usted sabe lo que son delitos menores, y cuales no, legalmente. Yo no, lo reconozco, pero apelo a mi sentido común.
Demuestran los hechos que su padre, ha sido un buen padre, no dejó de emocionarme verlo asistir al juzgado rodeado de todos sus hijos varones. Y usted hizo trizas su carrera política, asistiendo a un programa televisivo, jugándose hasta la última carta intentando defenderlo.
Pero nada de eso le quita a él, un átomo de su culpabilidad, utilizó la democracia de este país, para dar un golpe de estado. El mismo lo reconoce en el libro de Campodónico, al que aludí hace unos párrafos. En su paranoia, dice haber sentido un mandato divino y aceptar que “la masonería”, culpable según él de todos los males de la tierra, lo designara para ser Presidente, a él que no lo era, pues un masón no podría dar un golpe de estado, convencido además que todos los presidentes de este país lo habían sido. En los últimos años ha quedado demostrado, que la masonería nada tuvo que ver en que su padre fuera Presidente, y que en realidad la mayoría de los Presidentes de este país, no fueron masones. Pero esto no viene en realidad, al caso.
Lo que es relevante, es lo que dice el libro: el estaba en conocimiento de cual era su misión al asumir como Presidente de la República Oriental del Uruguay: DAR UN GOLPE DE ESTADO Y CONVERTIRSE EN PRESIDENTE DE FACTO. Por lo que a confesión de parte, relevo de pruebas, como se suele decir. Y aunque no estuviera conciente de ello, es lo que hizo.
Por lo que no hay duda, que su padre cometió el más vil de los actos que puede cometer un hombre que jura por su honor defender la Constitución y las leyes.
Así nos sumió en oscuros años, a todos: los que se fueron, los que cayeron presos por sus ideales, quienes perdieron seres queridos y los que simplemente debieron seguir viviendo en este país. Todos desamparados en un país sin leyes, sin Justicia independiente, sin nada que nos amparara.
En esos años Pedro, usted como hijo, no hubiera podido asistir a un programa de televisión a intentar defender a su padre. Tampoco podría haber, junto a sus hermanos, acompañarlo custodiado por el afecto familiar, hasta el juzgado.
Su padre no cree, ni creía que las personas podemos pensar diferente, aun en el error, eso para él, significaba un delito.
A su vez, parece que los jueces actuantes, encontraron pruebas de que estaría involucrado en los asesinatos.
Tal vez todo esto que estoy escribiendo, no le sirva de nada, pues hoy es usted un hijo que sufre.
Pero quiero decirle, que hoy como uruguaya, siento que al fin se hace justicia en este país, pues el hombre que traicionó a una nación entera, al fin pagará por sus culpas. Será, por cierto con misericordia, la que no tuvieron ni él, ni quienes lo acompañaban en esos actos, con tantos uruguayos en aquellas épocas.
Sin embargo, quiero decirle Pedro, entiendo su dolor, y el de su familia.
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