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Gualeguaychú vs. Fray Bentos
o ¿Argentina Vs. Uruguay? Escribe: Ernesto Martínez Battaglino |
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En el actual momento, no creo que pueda haber algo más importante y de mayor trascendencia para el Uruguay que el conflicto que se ha orquestado alrededor de la construcción –originalmente- de las fábricas de pasta de celulosa de la firma finlandesa Botnia y de la española Ence, ambas en construcción a las afueras de la ciudad de Fray Bentos, departamento de Río Negro, República Oriental del Uruguay.
Desde el año 2002, en plena crisis bancaria y monetaria que sufría el país por arrastre de la devaluación y de la corrida bancaria que en el momento estaba pasando la Argentina, dentro de una gran debacle política que había convulsionado a ahorristas y ni que decir que a inversionistas locales y extranjeros, en Uruguay, dentro de ese desorden en que también se vio inmerso, se prendía una luz de esperanza ante la venida de esas dos empresas de prestigio internacional y líderes en su especialidad, tanto en forestación como en comercialización e industrialización de la madera, pero, fundamentalmente, como fabricantes de pasta de celulosa, materia prima y paso previo a la fabricación de cartones y papeles.
En el peor momento llegaba la mejor inversión extranjera de la historia del Uruguay. Piensen que para un pequeño país como el nuestro, con apenas tres millones trescientos mil habitantes, una inyección de más de dos mil millones de dólares, trabajo para varios miles de personas con buenos salarios y perspectivas de futuro jamás soñadas, fueron como un regalo para aquella alicaída y pueblerina Fray Bentos, que como por una inyección de vitalidad ha venido sufriendo los cambios más notorios y rápidos de todo el país.
Pasó de ser una ciudad sin perspectivas, sin fuentes de empleo, con emigración permanente donde un día sí y otro también iban apareciendo locales comerciales cerrados, casas deshabitadas y con carteles de “Vendo o Alquilo”, sabiéndose que tanto una como otra cosa cada vez se trocaba en un imposible. Pero como tocada por una varita mágica, aquella alicaída ciudad se fue desperezando y resurgiendo. Empezaron a instalarse prestigiosas firmas comerciales de Montevideo, se fueron creando grandes Supermercados, todos aquellos locales sin actividad empezaron a tomar vida con rubros hasta desconocidos para el medio, mientras las casa-habitación se fueron restaurando, reciclando y vendiendo o alquilando a precios en continua alza.
Ya en plena construcción las infraestructuras de Botnia y Ence, fueron dando entrada a cientos y luego a miles de obreros y de técnicos, nacionales y extranjeros, donde rápidamente se llegó a alrededor de los diez mil, que con sus familias la mayoría de ellos, le fueron cambiando la cara a la tranquila Fray Bentos.
Claro que esto llevó a que las empresas y principalmente la firma Botnia, se avocara a la construcción de un barrio denominado con su nombre, con excelentes fincas al estilo americano o europeo. Escuelas públicas y Colegios privados se fueron agrandando y embelleciendo, al compás y a la espera de más y mejores tiempos aún. Pretender encontrar una cama en los hoteles de la ciudad, se fue convirtiendo en algo casi imposible. Se fueron ocupando casas y hospedajes del balneario Las Cañas, a 7 u 8 kilómetros del centro de la ciudad, aprovechando la bonita infraestructura casi solo usada para veraneo.
Las perspectivas no podían ser mejores, por lo que no podía sernos tan fácil encontrar un camino de despegue económico. La guerra emprendida primero desde Gualeguaychú por seudos ambientalistas defensores (dicen) del medio ambiente, preocupados por la salud, el bienestar de sus habitantes y por la preservación de su turismo que veían amenazado, empezaron a ejercer una presión casi enfermiza y sin razones, dado que tanto autoridades uruguayas como de las propias Botnia y Ence, no escatimaron en suministrar datos y asegurar controles para que se tuvieran todas las seguridades de que se iban a estructurar utilizando la última técnica en cuanto al tratamiento de la materia prima, sin provocar polución dañina, ni restarle potabilidad al agua del Río Uruguay, ni limpidez a la atmósfera.
Aparentando no creerlo, cada vez más se movilizan exigiendo a las autoridades provinciales primero y nacionales después a que intercedieran para que las pasteras no se construyeran en Fray Bentos, sin tener en cuenta no solo lo afirmado hasta el cansancio por Uruguay y por las empresas, y que ellos negaban como ciertos, sino que hasta le restaron credibilidad a dictámenes de reconocidos técnicos extranjeros pedidos incluso por ellos mismos, al concluir, ellos también, que las pasteras no iban a contaminar.
Así fue creciendo la presión, se cortaron los puentes de comunicación internacional en forma unilateral sin que las autoridades movieran un pelo para evitarlo, sino que, incluso, se alentaban desde las propias autoridades. Tan es así, que hasta llevó a que la empresa española Ence desistiera de continuar con la instalación de su fábrica en el predio previsto (a poca distancia de la de Botnia) aduciendo que no hubiera sido el lugar adecuado cuando ambas estuvieran en plena producción, dado que el tránsito de camiones y de ferrocarriles iba a ser tan intenso que dificultarían el buen funcionamiento y manejo de la mercadería, dado que la red carretera no estaba prevista para el movimiento que dos empresas de esa envergadura provocarían. Si bien esto tiene cierta lógica, bien es sabido que las razones bien fueron otras, donde la presión argentina no estuvo lejos de ello. Por suerte y aparentemente, Ence igualmente mantendría su interés de establecerse con una fábrica de pasta de celulosa en Uruguay, pero en otro lugar, al cual aún no ha determinado. ¿Será así?
La actitud argentina se ha tornado tan ladina, que hasta asombra el desparpajo con que se presentó el presidente Kirchner en la Reunión de Presidentes Iberoamericanos realizado días atrás en la ciudad de Montevideo, que luego de una retrasada y hasta último momento incierta participación, se presentó solo para la cena de recepción y en la mañana siguiente para la sesión del plenario, para desde allí, rápidamente volverse a Buenos Aires sin hablar con autoridades uruguayas.
Lo que chocó, y a mi gusto disgustó, fue la especial deferencia con que nuestro Presidente Tabaré Vázquez, en la apertura de su discurso, se dirigiera hacia el “amigo” Presidente Argentino, cosa que llevó a que Kirchner, cuando le tocó su turno, no tuviera más remedio que dirigirse “al querido amigo Tabaré, Presidente de la República Oriental del Uruguay”, pretendiendo con eso, dejar olvidado toda las presiones a nivel internacional que venía haciendo para que Uruguay no se viera beneficiado con emprendimientos industriales que le iba la vida, al punto que, al otro día de la reunión con tantos “elogios” y “queridos”, el propio Presidente Kirchner y de su puño y letra, le enviaba una carta al Presidente del Banco Mundial, para que le fuera negado el préstamo que estaba gestionando en ese organismo internacional la empresa Botnia.
Inaudito el comportamiento de Kirchner, e inaudito la no presencia del Presidente Lula de Brasil, Presidente “pro témpore” del MERCOSUR, aduciendo “cansancio”, pero más por sacarle el cuerpo al compromiso que se le enfrentara el propio Presidente anfitrión, Tabaré Vázquez, pidiéndole su intervención o sus buenos oficios para que fuera tratado en la próxima reunión del MERCOSUR el problema de Uruguay con la Argentina, que cada vez toma características más difíciles y de escabrosa solución.
Se tiene que reconocer que la pastera de Botnia no puede ser objeto de negociación alguna por parte de Uruguay, hasta por un problema de soberanía y de orgullo nacional, pero, para Argentina, ya no le alcanzan ni lo expresado por técnicos internacionales independientes, ni por los técnicos que asesoran al Banco Mundial solicitado su pronunciamiento por parte de Argentina, ni tampoco le alcanza lo resuelto por la Corte Internacional de la Haya, también pedido su pronunciamiento por parte de Argentina, ni tampoco le sirvió lo resuelto por el Tribunal de Controversias del MERCOSUR, donde todos ellos fallaron a favor de Uruguay y aseguraron que la puesta en funcionamiento de las fábricas de celulosa no serían contaminantes y que se ajustarían a la última palabra técnica conocida y admitida internacionalmente. Y eso era considerando que estuvieran funcionando Botnia y Ence juntas, cosa que hoy tampoco será así, razón más para reconsiderar que si juntas no contaminaban, con una menos, lo hará menos aún.
Pero no, para Argentina, lo único que hoy admite es que Botnia tampoco se construya donde está y que se vaya de Fray Bentos y de la cuenca del Río Uruguay. Y si es posible, que se vaya también del Uruguay.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Es solo “miedo” a una contaminación asegurada técnicamente que no ocurrirá o serán celos porque esas empresas prefirieron instalarse en Uruguay y no en Argentina? ¿No habrán intereses “non sanctos” tras todo esto?
¡Y todavía hay quienes tienen esperanzas que el MERCOSUR sea una ayuda para el despegue económico del Uruguay!
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