Año III - Nº 109 - Uruguay, 17 de diciembre del 2004

 

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ASOMBRO Y REVERENCIA
por Graciela Vera
Periodista Independiente

La más espectacular asimetría se funde con la simetría perfecta de formas, explayándose en volúmenes que parecen incontenidos por un molde que se expande transformándose mágicamente en una alucinante escultura de hormigón.

Debo confesar que a veces me siento incapaz de plasmar en palabras lo que los ojos ven y la mente procesa con la sublimación de la irrealidad.

La creación de un genio. La magnanimidad arquitectónica emergiendo de una pesadillezca maqueta o quizás no sea más que la emoción escapada del asombro.

Lo cierto es que, como las partículas de hierro son atraídas por un imán, miles de personas permanecen como atrapadas por la obra, absortas en el asombro; emocionadas ante la belleza y la grandeza que, sin espacio para explayarse hacia los lados, se eleva invitando al sol a participar de un juego de luces y sombras que van definiendo las horas.

Así como la montaña que atravesamos nos parece diferente en cada viaje porque el sol, hora antes, minutos después, la alumbra desde un ángulo distinto, una diferencia casi imperceptible que dibuja entre las rocas contornos que antes no habíamos observado; así, de esa forma, nuestro punto de asombro no termina en una primera, ni en una segunda visita.

Mañana, mediodía, tarde, puesta de sol, noche; sol, luna llena, menguante o día de lluvia. Desde muy cerca, desde algo más lejos o desde otro extremo de la ciudad.

Barcelona debe sentirse muy orgullosa de haber recibido del genio creador de Antoni Gaudí , obras únicas como la iglesia de La Sagrada Familia.

La Sagrada Familia es el lugar más visitado de toda Barcelona y su nombre es reconocido en el mundo.

Gaudí trabajó en ésta, su obra cumbre, desde 1883 hasta su muerte en 1926. No la vio terminada, y con él pareció morir su proyecto más ambicioso

Durante periodos más o menos extensos las formas complejas de La Sagrada Familia permanecieron en silencioso sueño, pero este ejemplo de la mejor arquitectura del siglo pasado no podía dejar de gritar todo su esplendor.

Descendemos las escaleras que nos llevan al interior, a la Iglesia donde se está celebrando la Santa Misa de los católicos.

La naturaleza, plasmada y honrada en la obra, se convierte en un bosque de cemento en el interior del templo; bosque que esperamos ver sacudirse con el suave soplo de una brisa inexistente.

Quisiera ser arquitecto como lo fue su hacedor para deleitarme con la terminología que identifica sus estilos.

Tronco y ramas unidos por nudos; cada columna se eleva imitando la estructura de un árbol. La esbeltez de las formas nos aplasta en un mar de figuras que parecen ondular y que, cuando pensamos que nos cierran el paso descubrimos que se abren en un desorganizado espacio que abarca más allá de lo que creíamos eran estructuras sólidas.

¿Hay algo sólido en un sueño? ¿Hay algo etéreo en la más sólida construcción?

Repito lo único que se me ocurrió decir de pie, con la mirada buscando en lo alto el último vestigio de la mano del hombre en un todo reservado para inmortales:

Yo, periodista, debo confesar que a veces me siento incapaz de plasmar en palabras lo que los ojos ven y la mente procesa con la sublimación de la irrealidad.

Almería, el sur del norte, diciembre 15 de 2004