LOS INVERSORES Y
EL MANEJO DEL PAIS
Por Pedro Hernández
En el discurso, los dirigentes políticos y técnicos de todos los sectores hablan del respeto de los contratos y la importancia de las inversiones.
Pero todos están razonando con la dialéctica del modelo que nos trajo hasta aquí y no se advierte que éste es el que hay que cambiar.
Hay que definir reglas claras para todos los inversores, sean éstos nacionales o extranjeros. No podemos aceptar la discriminación de las inversiones, dándole facilidades a los últimos, que no se les dio ni da a los instalados.
El manejo discrecional del partido único*, tráfico de influencia mediante, ha abierto el camino a muchas inversiones cuyos beneficios sociales están por debajo de los resultados prometidos. Hay que crear un marco nacional que aliente a invertir en lo productivo en forma sostenida, tema que está en el debe desde 1930.
Tenemos que denunciar a los peores americanos, que siguen entregando la ya esquilmada soberanía, utilizando como pretexto la emergencia social que ellos han creado con las políticas seguidas.
Hay que construir un discurso país y con dignidad republicana enfrentar la emergencia socio económica que vivimos hoy.
No es subiéndonos al carro de la globalización - como excusa- que podemos seguir ignorando la falta de un proyecto país, sin el cual no habrá aumento de las inversiones, ni respeto de los contratos.
Los que han estado gobernando y los que serán gobierno hablan de la necesidad de las inversiones para tener políticas sociales, Perogrullo también estaría de acuerdo. Se sigue usando a los pobres.
Pero el tema central para revertir esta situación pasa por definir las causas de las bajas – históricas - tasas de inversión y el incumplimiento de los contratos.
El país tiene - desde 1930 - las condiciones para no tener un alto nivel de inversiones, no es creíble. No es creíble por la discrecionalidad política del partido único* en el manejo del mismo. Los dirigentes han vivido realizando discursos con énfasis en la necesidad de las inversiones pero no asumen, que históricamente, éstas han sido muy bajas y es suya la responsabilidad por como han conducido al país. Uruguay es con Haití, el país que más bajo nivel de inversiones ha tenido a lo largo de los últimos cincuenta años. Ya en 1964 lo señalaba el informe de la CIDE, como algo gravísimo a revertir. En un momento en que el discurso político oficial nos muestra las inversiones extranjeras como la panacea, conviene también tener claro que en los últimos cincuenta años las inversiones en el país, en su mayoría, siempre han sido nacionales. Pero los gobiernos han estado y están preocupados sólo por las de afuera.
Los de adentro son rehenes y por eso no hay riesgo de que se vayan.
Un ejemplo de inversores rehenes son los productores rurales, que abandonan la tierra solo fundidos, por eso no preocupan. A los inversores de afuera se les da subsidios que se le niega los nacionales y de ahí surge una primera pregunta.
¿Por qué no diseñamos políticas para atraer los capitales uruguayos que están fuera del país? En el año 2000 eran del orden de 3000 millones de dólares. ¿A cuánto asciende esta cifra hoy? Según algunas fuentes superan los 4000 millones.
Estos capitales siempre han estado fuera, sólo han regresado al país por pequeños períodos y por supuesto no a los sectores productivos de largo plazo.
En cada crisis vienen los inversores golondrinas al sistema financiero o a comprar a precio de mercadería robada; la tierra, las inversiones físicas devaluadas, las viviendas de los que ven restringido su poder adquisitivo, etc, etc.
Las condiciones básicas y fundamentales para atraer inversiones, son políticas y éstas no están dadas, hay que crearlas.
Es necesario un estado que actúe como el principal defensor de la estabilidad de los contratos, para ello debe garantizar el equilibrio de las cargas, cosa que no se ha hecho nunca- atrasos cambiarios, devaluaciones, etc -.
Un estado sin manejo clientelístico y sin tráfico de influencias.
Un estado donde la transparencia y la cristalinidad no sean la excepción.
Un estado que provea los instrumentos y recursos para que la justicia actue en el marco de reglas de juego claras y previsibles. El nivel de ésta es la mejor señal para dar credibilidad a los inversores.
Un estado que garantice la información calificada de la economía a todos los actores, que ésta no sea privilegio de los cercanos al poder, que todos sientan que son medidos con las mismas reglas.
Una economía con cristalinidad y transparencia es la que alienta a la inversión, la del acomodo partidario no y menos la que esconde o disfraza la información y esto no ha sido la excepción en los últimos 50 años.
Es lamentable que estemos escribiendo sobre estos temas en el siglo XXI, ¿que estuvimos haciendo?.
No podemos seguir escuchando a los técnicos del estado haciendo política partidaria.
Técnicos enredados, en la propia red que han ido tejiendo al no analizar las causas – en defensa de los intereses partidarios - al buscar soluciones a los problemas.
Y aquí otra vez el interés partidario del partido único que no quiere quedar al desnudo, por eso éstas se “ignoraron”.
Esto también desalienta a los inversores.
El país, conducido por la dictadura política del partido único desde 1931, careció de una opinión crítica independiente, capaz de autocriticarse y así corregir o potenciar, todo está atado en mayor o menor medida a la adhesión partidaria, en realidad es la lógica de toda dictadura. Este es el manejo a que se ha sometido al país en los últimos setenta y tres años. Esto hay que mirarlo por encima de las posiciones partidarias- siempre con visión electoralista- y asumirlo como un gran problema que el país debe corregir, para poder hablar del aumento de las inversiones.
Si queremos una economía que atraiga inversores, debemos construir una estructura del estado independiente de lo partidario, el clientelismo debe ser erradicado.
No hay economía desarrollada que tenga una estructura del estado construida como la que construyó el país a partir del pacto del “chinchulín” en 1931, nos guste o no nos guste. En las economías desarrolladas no hubo y no hay Club Político.
No es de buen desempeño empresarial, que los directores de los entes industriales del estado estén emitiendo opiniones desde el ángulo partidario y menos que los mismos representen corrientes partidarias, pero esta es la realidad uruguaya a partir del reparto del poder.
El daño causado al país por este manejo en los últimos setenta y tres años es inmenso, daño económico, social, ético y moral.
Si no tomamos conciencia crítica de ello, seguiremos poniendo parches a los problemas estructurales no resueltos desde la década del 50, cuando ya eran evidentes.
¿Que pasa en el ámbito privado? ¿Por qué no atrae más inversiones? Por una sencilla razón, este sector carece de la suficiente cristalinidad y transparencia – no olvidar el caso Moro y otros que frustraron el intento de crear un mercado de capitales, vía Obligaciones Negociables - ya que se tienen que mover en función del manejo político partidario. Los empresarios históricamente jugados a la socialización de las pérdidas, porque ese ha sido el terreno ambientado por el manejo clientelístico. La historia nos muestra empresas que se funden, no así los empresarios. El país ha destruido inversiones y esperanzas productivas a partir de la década del 50 en forma casi ininterrumpida.
Algunas de las más notorias son, caña de azúcar, remolacha azucarera, industria textil, etc, etc. Tres crisis destructivas de la economía a partir de la década del 60, han dejado una huella imborrable en miles de ciudadanos y cuyas repercusiones tienen hoy su máxima expresión en la profunda crisis socioeconómica que vivimos.
Cada crisis tiene además de los daños socioeconómicos la pérdida de la credibilidad de los inversores y de los ahorristas, en un país con muy bajo ahorro interno.
La inversión más genuina –muchas veces frustrada- es la que se realiza a partir del ahorro, es lo que hay que recrear y potenciar.
La credibilidad es la clave para invertir y ahorrar, cuesta afianzarla y se puede perder en un corto plazo, esa es la enseñanza de las crisis. Los análisis de éstas no se han hecho en profundidad porque el país ha sido manejado por un partido único, una situación con aspectos de feudalismo.
Los diagnósticos no han sido tales ya que sin alternancia en el poder, los “mismos” no se van a autocriticar y menos responsabilizar. No por casualidad hemos transitado de una crisis a la otra en el marco del ajuste permanente.
Una economía sostenible y sustentable sólo se puede construir en un proceso integrado y continuo.
Es el fruto de una visón país por encima de los intereses particulares cualquiera sean estos.
La experiencia histórica reciente- últimas cinco décadas- nos muestra lo que no debemos hacer más. Decimos con Quijano “Nuestra tarea, si alguna hemos de cumplir, nos exige ser lúcidos. Y la lucidez consiste en ver con claridad el presente que huye y el futuro que se anuncia”
Más de cincuenta años quemando los destinos del país, la emigración y la desintegración social los rasgos más lamentables y cuyo impacto no será fácil revertir. Leyes y más leyes para “resolver” problemas de la economía y las inequidades sociales. Una manera de mantener el poder y no tocar las estructuras.
El Uruguay de hoy es la acumulación de los problemas no resueltos en las últimas cinco décadas.
Todos estamos prisioneros, el partido único ha creado una parafernalia jurídico administrativa para disfrazar la realidad y seguir tirando.
Paralelamente un ejército de abogados, escribanos y contadores se dedican a la dulce tarea de armar los disfraces para que algunos puedan sobrevivir y otros puedan lucrar más.
En definitiva, lucha de corporativismos en un modelo de economía desintegrada, funcionales al manejo clientelístico.
Un país de discursos entrecruzados pero en definitiva todos han contribuido a desguazar al mismo.
Las consecuencias del modelo de economía desintegrada que se ha llevado adelante es contundente, la realidad económica y social que el país vive hoy no necesita comentarios.
Nadie asume que el país es uno y sin ello no hay salida.
Si se persiste en el país de las “chacritas” y no se camina hacia un modelo de economía integrada no habrá equidad social. Sin equidad social, tampoco habrá una economía sustentable y con crecimiento sostenido. El modelo actual, desintegrado, ha profundizado las diferencias.
Un estado lleno de asimetrías salariales, entes que funcionan sin un hilo conductor de política país, es nuestra realidad hoy que debe ser cambiada.
Un modelo integrado posibilita potenciar los escasos recursos, minimizando los canibalismos en la economía.
El inicio de la corrección de las asimetrías, es el primer paso en la dirección de un cambio de modelo.
No podemos seguir escribiendo sobre los mismos temas, siempre descontextualizados. Debemos asumir que hay una incomprensión generalizada y una desmemoria enorme, que trasluce nuestra incapacidad para llegar a los más desinformados.
La información es un tema central en una economía integrada, cada quién debe saber cual es su rol y su responsabilidad de cara al país como un todo.
Hoy tenemos un país que vive permanentemente en la riña corporativa - a todos los niveles - por los escasos recursos.
Este marco no es apto para crecer y atraer las inversiones de mediano y largo plazo a los sectores productivos, sin ellas no hay desarrollo posible y menos sostenible.
El cambio debe estar en la dirección de ser más responsables de cara al país, para ser más creíbles.
Todos debemos cambiar, porque de una manera u otra hemos colaborado por acción o por omisión a la realidad que el país hoy presenta.
Una dura tarea nos espera, alentamos la esperanza de estar a la altura de los desafíos, por el país y por su futuro.
*El partido único es el que surge en el pacto del “chinchulín” – año 1931 - en el que se acuerda el reparto del poder - 3 y 2 - entre el partido colorado y un sector del partido nacional, incorporado luego por la totalidad de los dos partidos a la constitución de la república en la reforma de 1951.
Diciembre 2004