Justicia& al estilo
de los Atolones Pidú
Fernando Pintos
Uno de los últimos cuentos publicados por el excelente escritor francés Pierre Véry, quien incursionó con fortuna en géneros tan disímiles como la fantaciencia o la novela negra policial, que tuvo por título Los chorlitos de la Vía Láctea, se refiere a los imaginarios habitantes de los nebulosos atolones Pidú, a quienes el autor ha denominado piduchets. Eran éstos unos mentecatos de solemnidad, a quienes el resto del universo consideraba con razón unos inveterados cretinos y en consecuencia les endilgaba calificativos tales y no en vano, advierte el autor como estorninos de la galaxia, extravagantes del espacio y atolondrados del cosmos. ¿De qué maneras actuaban estos atolondrados piduchets? Leámoslo con atención, y advierto que ante cualquier semejanza con la realidad, harían mejor irse a reclamar frente la tumba de Véry en lugar de enojarse conmigo, ¿estamos de acuerdo? Veamos entonces este diálogo revelador:
Levántese el acusado -dijo el juez supremo.
Y se puso de pie.
Perdón, juez supremo protestó tímidamente el acusado. El acusado soy yo.
Y se puso de pie.
¡Oh! Lo había olvidado dijo el juez supremo. Le ruego que me excuse.
No tiene importancia.
Ambos se sentaron otra vez.
¿Quiere hacer el favor de recordarnos de qué se le acusa? preguntó el juez supremo. Confieso que estoy un poco desorientado.
El caso es que yo también lo he olvidado reconoció el acusado. Los señores abogados tendrán que actualizar la situación y comunicarnos los hechos.
Pero los abogados habían igualmente olvidado todo detalle. Ni siquiera sabían si estaban allí para defender al acusado o perorar en favor de la parte contraria& El fiscal, presa de la misma incertidumbre, se entregó a unas vagas conclusiones, pretendiendo demostrar simultáneamente la absoluta inocencia y la total culpabilidad del acusado, a quien tan pronto denominaba víctima como criminal. El jurado, por el procedimiento de alzar el brazo, se mostró unánime en solicitar la pena de muerte, aunque también en conceder al acusado una sustancial pensión para alimentos. Fue, e suma, una boda magnífica. ¡Perdón! Un proceso magnífico, que seguramente sentaría jurisprudencia.
Habría mucho más que agregar y sería regocijante en grado sumo, pero dejemos ahí la deliciosa anticipación de Véry, escrita en 1961, el mismo año de su muerte, de la cual se han cumplido ya 43 años& Y como subrayo más arriba, cualquier parecido con la agitada realidad que vive el mundo es, como en las películas de Hollywood, pura coincidencia. Precisamente, la justicia, en estos tiempos no ya del cólera sino de la globalización (que muchas cóleras provoca), se ha transformado, como tantas otras actividades injustamente depreciadas, en una caricatura de lo que alguna vez fue o debió ser. Y ni por asomo vaya cualquiera a pensar en similitud con algunos juicios que pretenden sentar jurisprudencia y que, más que por tres magistrados, parecerían manejados por cualquier otra clase de trío& Pongamos por ejemplo a Hugo, Paco y Luis& O tal vez resulte más a tono echar mano de Moe, Larry y Curly& O de repente sea bastante más idónea la inclusión de Groucho, Harpo y Beppo& Si bien la justicia obliga, cuando en una terna de jueces aparece uno que actúa con lucidez, no queda más remedio que referirse a dúos& Tales como Laurel y Hardy o Abbot y Costello.