La ética del mercado negro
por Lobo Gris
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Hemos tenido que soportar durante décadas el acomodo político de amigos de los políticos en el poder. José Batlle y Ordoñez fundó el sistema. Los gobiernos de derecha que lo siguieron le sacaron jugo y lo fueron solidificando. El estado fue creciendo más y más, acomodando más y más gente para recibir salarios sin hacer nada, o proveyendo servicios monopólicos, o proveyendo servicios obligatorios por ley, o proveyendo servicios a quiénes no lo pagan, cargados a quienes no lo utilizan, que de esta forma tienen que pagar dos veces: por los servicios privados que utilizan, y por los servicios públicos que no utilizan.
Del bolsillo de todos los trabajadores privados y empleados se fue drenando cada vez más y más el producto de su trabajo, para sostener este sistema de robo legalizado y reparto de la riqueza ajena.
Ahora llega el gobierno de izquierda. Que como buenos socialdemócratas y socialistas, conducen el sistema del acomodo a su más extremo límite: los acomodados se multiplican, y para colmo sus honorarios son constantemente aumentados. Ahora ya no es un sistema hecho para algunos acomodados privilegiados. Ahora el sistema del acomodo es generalizado. Ahora TODOS los empleados públicos presionan para llevarse una mayor tajada del botín del estado.
Y lo consideran justo. Y el gobierno accede la más de las veces. Ahora quienes gobiernan son los sindicatos y sus mafias. Si quieren vislumbrar el resultado de las políticas de la izquierda en el gobierno nacional, sólo basta ver qué ha sucedido en más de quince años de gobierno de izquierda en la intendencia de Montevideo: quienes tienen el poder son los sindicatos. Tienen el derecho de exigir más y más aumentos. Pero esos aumentos son pagados por el resto de los montevideanos. Y así vivimos en el departamento con mayor carga tributaria del país.
El gobierno nacional va por el mismo camino, firmando más aumentos para los empleados públicos a medida que el resultado fiscal es más favorable como consecuencia de una presión impositiva cada vez mayor. Por si hubiese sido poco el embate impositivo de la reforma, que no sólo no revirtió la mayor carga decretada en el gobierno anterior sino que dobló la apuesta, a partir de este mes los uruguayos empezamos a pagar más impuestos para sostener el nuevo sistema de salud, que socializa el mercado de la salud al punto que quienes trabajamos en el sector privado y pagamos salud privada, le pagamos la salud al resto. Para unos (los que tienen hijos), el aumento de los impuestos ha sido de 3%. Para otros, del 1.5%. Pero eso no es todo. Porque se va a incrementar anualmente hasta llegar al 6% para los primeros y 3% para los segundos.
Soy trabajador privado. El Estado me robaba poco más del 25% de mi salario (incluyendo impuesto a la renta, y "aporte" jubilatorio). Ahora me roba 26.5% y se va a incrementar a 28%. Eso siempre y cuando no se me ocurra tener hijos. Porque ahí el robo va a alcanzar el 31%.
Si sumo el 22% de IVA que pago en todo lo que consumo, más del 50% del producto de mi trabajo se lo apropia el estado para pagar los sueldos de políticos ladrones, de empleados públicos ladrones, de inútiles sin causa que en su bien predican la solidaridad.
Este país está perdido desde el momento en que quienes no trabajan exigen que el estado les tenga que pagar una asistencia, desde el momento en que los empleados públicos exigen que el sector privado les mantenga porque es justo según ellos, desde el momento en que la mafia de los sindicatos logran quedarse con una tajada cada vez mayor del botín del robo generalizado. Desde el momento en que escucho decir a conocidos, inocentemente, o no, que su gran ambición es ser empleados públicos.
La pregunta es: ¿qué va a pasar cuando ya no quede a quien robarle? ¿cómo se va a sostener el sistema?
Durante los años 90 empezó a aplicarse tibiamente una política de reducción del tamaño del estado. Algunos vislumbraron que el sistema de estado de bienestar no funcionaba bien y era lo que condenaba al país. Se congeló la entrada de nuevos empleados públicos. Se intentó privatizar empresas del estado, que fracasaron mediante plebiscitos nacionales en los que, obviamente, primó la cultura del acomodo del empleado público y el absurdo nacionalismo que afirmaba que una empresa del estado es una empresa de todos. Hubo durante más de una década una tendencia constante a un mayor crecimiento del sector privado y un estancamiento en el crecimiento del sector público, con cierta reducción. Pero a eso lo llamaron neoliberalismo, y le atribuyeron todos los males de la sociedad.
Y la sociedad, en parte ignorante, y el resto buscando comodidad y no trabajo, no vio que los males de la sociedad provienen del sistema de robo generalizado del estado de bienestar instalado desde hace casi un siglo. Se tragó el discurso del progresismo, el discurso de que quienes generan riqueza tienen que repartírsela a quienes no la generan. Muchos ahora se están tragando los resultados. Los demás, no pensaron y siguen sin pensar que en un sistema así, quienes generan riqueza van a dejar de generarla, o van a generar menos, o se van a sumar al acomodo, o se van a ir del país, o van a buscar los medios para evadirse del robo.
Cada uno de los que aborrecemos semejante sistema, tenemos dos alternativas: o seguir trabajando para que nos drenen la vida y sostener a los que no producen, o irnos del país.
O tal vez proponernos evadir la mayor cantidad de impuestos posibles. Trabajar en negro, comerciar en negro. El mercado negro como valor, y no como práctica que nos haga sentir culpables de algo. El sentimiento de culpa por trabajar en negro, o comerciar en negro, es el peor enemigo de nosotros mismos. Es lo que sostiene al sistema. ¿Debemos sentirnos culpables de no dejarnos robar?
Fuente: Uruguay Económico |
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